Urgencias:¿verdadero o falso?


urgencia

Las prisas no son buenas consejeras. Eso dice el refranero, y eso nos dicen una vez y otra cada vez que el tiempo apremia, y eso decimos a su vez a todo aquel que nos insta a que las cosas se terminen para anteayer. Pero no todas las urgencias son tan urgentes como parecen, y hay que andarse con cuidado para no confundir las prisas con la precipitación.

En el mundo del espectáculo lo saben bien.  Películas que llevan gestándose años suelen obtener buenos resultados, mientras que las que usan del tirón para estrenar aprovechándose de las circunstancias suelen acabar en el rincón del olvido, por más que en un primer momento hayan despertado muchas expectativas. Ya se sabe, vísteme despacio que llevo prisa. O Roma no se hizo en un día.

En nuestro teatro nos sentimos a veces como protagonistas de esa serie de médicos tan conocida, Urgencias. Esperando la que cae para enchufar goteros, mascarillas, y correr pasillo arriba a lo largo del Hospital Central, versión patria de la serie americana. Y olvidamos que no todas las cosas son urgencias y, si de médicos se trata, en muchas ocasiones hay que acudir al Médico de Familia y hacer cada cosa a su tiempo. Despacito, y buena letra. Piano, piano en lugar de Deprisa, deprisa.

Pero claro, ya sabemos que en Toguilandia andamos apremiados por el síndrome del fin del mundo, que tiene lugar, indefectiblemente, dos veces al año: en Navidad y en Verano, en Diciembre y en Julio. Así que cuando los bikinis empiezan a empujar con fuerza para salir de los cajones o el espumillón empieza a brillar en los escaparates, hay que prepararse. La Apocalipsis Judicial llega de nuevo.

Todo el mundo se siente aquejado por una inquietud desaforada que hace que los expedientes inicien un baile frenético. Danzad, danzad, malditos. Y atrápame este expediente como puedas que las mesas tienen que quedarse limpias no vaya a ser que aterricen las naves del Independence Day en nuestros despachos y no encuentren sitio para aterrizar.

Puen no. Guárdenme el secreto, pero después del mes de julio llega el de agosto y después, créanlo o no, septiembre. Y seguimos trabajando, aunque la máquina seismesizadora de la reforma Lecrim  nos haya agobiado un poco más, y los plazos sigan corriendo su inexorable curso. O sea, que El Día Después es lo mismo que el día antes, y el de antes de antes, y el de antes de antes..Y si miramos los medios con que contamos, hasta el siglo de antes.

El caso es que la gente parece no creerlo y se comporta como si no hubiera un mañana. Literal. Y aparece ese expediente del que una se había olvidado reclamando atención inmediata. Pero ojo, que hay trampa. No es oro todo lo que reluce. Ni urgente todo lo que parece serlo. Lo es una causa con preso, una petición de libertad, la entrega de unos hijos por un progenitor renuente para que pase su turno de vacaciones con el otro o un internamiento no voluntario, por poner algún ejemplo. En la guardia es urgente exactamente lo mismo que el resto del año: todo. Pero no es urgente lo que alguien quiere acabar por otro tipo de razones. Y ahí es donde viene el llanto y el rechinar de dientes.

Me contaba una buena amiga abogada de un cliente que llevaba meses sin dar señales de vida y de pronto se ha convertido en poco menos que su sombra, exigiendo que lo suyo se quede resuelto ya a pesar de que nunca hasta ahora había tenido el más mínimo interés en seguir con el asunto. Y no es ella sola. Aunque aquí no vale eso de que a mal de mucho consuelo de tontos.

Así que hoy no hay aplauso sino regañina. Dedicada a todos aquellos que confunden el inicio de las vacaciones con la llegada de los Cuatro Jinetes de la Apocalipsis. A ellos va dedicada. Con todo mi cariño toguitaconado. O no.

 

 

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