Conflictos: piedras al tejado


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Divide y vencerás. Un viejo dicho que siempre usan los más listos para ganar a los que no lo son tanto. O a los que, como dice la canción, piensan que “To er mundo e güeno”.Porque desde que el mundo es mundo, en el teatro y fuera de él, esto es algo que no falla. Convertirnos en Enemigos irreconciliables en vez de ser Mucho más que amigos cuando más lo necesitamos. Y olvidar una máxima que se repite, y en la que tantas veces está la clave del éxito. Desde los Tres Mosqueteros y su “Uno para todos y todos para uno” hasta el “Todos a una, Fuenteovejuna”, pasando por el sonsonete de una película que vi varias veces en la tele y se me quedó grabado, Botón de Ancla, “todos unidos, unidos todos, los venceremos de todos modos”.

Pero no es tan fácil. Y más cuando las cosas no van bien. Demasiadas veces llega el momento en que la corista quiere suplantar a la estrella y algún desalmado aprovecha para enemistarlas. Y al final, es la función la que es un desastre y el público quien pierde.

Y en nuestro teatro parece que de esto sabemos un rato largo. Como a perro flaco, todo son pulgas, siempre hay alguien que aprovecha el tirón para enfrentarnos entre nosotros y dejar de dirigir nuestra ira precisamente a quien la causa. Craso error que no nos lleva a ningún lado y nos hace perder fuerza.

Recuerdo que cuando empecé mi vida toguitaconada, recién llegada a mi primer destino, esperaba ansiosa los consejos de mis colegas más veteranos –cualquiera que llevara cinco minutos lo era-. Y me encontré con uno que me dejó pasmada: “aquí no nos hablamos con los jueces, se les recurre todo”. Ni que decir tiene que me quedé muerta, con lo que me gusta a mi el buenrollismo. Por no hablar de que bastante tenía con superar las pilas de papel que me estaban esperando como para entretenerme en encontrar motivos donde no los hubiera con tal de fastidiar a la carrera hermana. Por fortuna, la sangre no llegó al río ni era tan fiero el león como lo pintaban, y ni yo recurrí todos las resoluciones ni ellos tampoco lo hacían. Pero aquella bravuconada de los compañeros con más muescas en la toga ante quienes no más acabábamos de estrenarla decía mucho de lo que me iba a tocar vivir en lo sucesivo.

La vieja rivalidad entre jueces y fiscales es un clásico, parte leyenda y parte realidad. Pero no es la única. Fiscales y Abogados, LAJ,s y funcionarios, Abogados y Procuradores, titulares y sustitutos, todos haciendo uso de un corporativismo mal entendido –o no- mientras los verdaderos culpables de que la justicia no funciones se frotan las manos viendo el espectáculo. Quién trabaja más o quién trabaja menos, según se mire. Como si eso importara realmente en lugar de cómo se trabaja. Incluso, cuando las cosas se ponen feas, tirándonos los trastos entre nosotros en guerras fratricidas, en la discusión inútil si en una jurisdicción se sufre más que en otra, o si un destino es más ingrato que otro.

Y lo malo es que, en cuanto los ánimos se soliviantan, florecen las disputas. Y es difícil que los ánimos no estén soliviantados con la que está cayendo. Con una justicia paralizada a la espera de medios, de plazas y de condiciones dignas para todos. Y cuando digo para todos, me refiero a todos, no sólo a los que estamos a un lado de la barrera. A los que cobramos de la administración y a los que no, como los sufridos abogados de oficio reclamando día sí y día también la dignidad de su función. Y con razón. O como los opositores, que se dejan la vida entre reformas y carencia de plazas. O como los desahuciados sustitutos. Todos es todos

Acabamos de tener una muestra. Saltó la chispa de las revisiones por la ocurrencia de limitar la instrucción a seis meses con inversión cero, y empezaron a surgir aquí y allá focos del incendio. Fiscales que se quejan de LAJs o abogados que se quejan de fiscales, por poner un ejemplo. Y algún altavoz empeñado en dar aire al incendio y propagar las llamas en vez de buscar al verdadero culpable y llamar a los equipos de extinción. Y por más que luego lleguen las disculpas y las aclaraciones, perdemos un tiempo precioso y una energía no menos preciosa en dirigir nuestra ira en la dirección correcta.

¿Cuándo aprenderemos?. Yo reconozco que tal vez habite en Los Mundos de Yupi, pero ninguna queja tengo de la juez ni la LAJ con las que trabajo habitualmente, ni de la juez ni los funcionarios. Más bien lo contrario. Nos arremangamos las togas y nos mojamos las rodillas juntas si es preciso. Entiendo que somos un equipo y luchamos contra los malos. Y colaboran en el mismo sentido los funcionarios, los abogados, los procuradores y todos los que transitan por nuestro teatro. Solo así podemos tratar de hacer justicia, que ya bastantes palos nos ponen en las ruedas como para hacerlo más difícil.

Así que hoy, en vez de aplauso, me descolgaré con una invitación. La que hago a todos para que trabajemos juntos y también para que reivindiquemos juntos todo lo que nos falta. Que es precisamente lo que impide que ofrezcamos una función tan lucida como nos gustaría

Dejemos los tomates para quien realmente los merezca y, si hace falta, tirémoslos juntos. De lo contrario nos arriesgamos a que nos revienten en las togas y no lleguen a su destinatario.

Que como bien decía Cervantes, es desatino siendo de vidrio el tejado, tomar piedras de la mano para tirar al vecino…

 

 

 

3 comentarios en “Conflictos: piedras al tejado

  1. Hola, Susana. Te felicito por tu blog, y también por tu jueza, tu laj y tus funcionarios. Pero lo que a mí me cuentan otros compañeros tuyos es bien diferente. Ya veremos lo que pasa al final, y ya sabemos para quién deberían de ser los tomates, pero él está de paso y vosotros no. Que el deux ex machina de los actores reparta suerte. Y te hago de paso partícipe de mi modesto proyecto, que consiste en tratar de contar bien lo que vosotros hacéis o dejáis de hacer. Disculpa que aún no esté la versión en castellano. Bona setmana.

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  2. Pingback: Corporativismo: juntos pero no revueltos | Con mi toga y mis tacones

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