Vecinos: junto al telón


VECINOS

Todos sabemos lo qué es un vecino. Alguien que te puede mejorar o empeorar la vida aunque apenas lo conozcas…o aunque lo conozcas demasiado. Entre los vecinos se crean vínculos de amistad o enemistad eterna, incluso algunos muy cercanos a las relaciones familiares. Los avatares de las comunidades de vecinos han dado tanto de sí que han dado lugar a un sebgénero de películas y, sobre todo, de series de televisión, desde la más antigua Vecinos, hasta las archiconocidas Aquí no hay quien viva o La que se avecina, y otras que también centran gran parte de su argumento en las relaciones de vecindad, desde Cuéntame a 7 vidas o Aida. Y, en la pantalla grande, el tema de los vecinos ha dado mucho de sí. Baste recordar títulos como El apartamento o La tentación vive arriba o, las más castizas No desearás al vecino del Quinto o La Chica del 17. Y, por supuesto, la “vecinita” se convirtió en un cliché de nuestro cine, de ésos que causaban que a López Vazquez o a Landa les hicieran chiribitas los ojos.

Nuestro teatro, aunque no lo parezca, está lleno de vecinos y vecinas que hacen distintos papeles según toque. Tenemos, de un lado, nuestras propias versiones escenificadas de las series vecinales, que vivimos sobre todo en los ya finiquitados juicios de faltas y que nos dieron algunos de las más sabrosas anécdotas de nuestra vida profesional.

Pero el papel del vecino no queda ahí. Muchas veces, voluntaria o involuntariamente, se ven llamados a representar el papel de testigos en nuestra obra, llegando en ocasiones al punto de ser su testimonio el que fundamente una absolución o una condena. En los procedimientos de violencia de género, por ejemplo, pueden representar un papel estelar, porque ellos son los únicos que pueden dar fe de que entre esta o aquélla pareja eran continuas las discusiones, las riñas, los gritos, los insultos o las amenazas, aún cuando la propia víctima se quiera acoger a esa dispensa a declarar que tantos problemas nos trae. De ellos parte, en muchos casos, la iniciativa de llamar a la Policía y destapar una situación que tal vez jamás hubiera salido de las cuatro paredes de la casa, o hubiera terminado en un trágico final.

Pero hay un tipo de vecino especialmente recurrente. El que, desde su ventana, ve unos hechos que nada tienen que ver con él. Como si fuera el James Stewart de La ventana Indiscreta. Aunque, en nuestro caso, teniendo que participar en una segunda parte de la película al ir a declarar al juzgado y al juicio, para contar aquello que vio. Es curioso la cantidad de gente que desde su ventana puede ver desde una agresión a un robo, desde un intercambio de drogas hasta una detención policial, desde un accidente de tráfico a un pinchazo intencionado de las ruedas de un coche. Y más curioso aún la cantidad de detalles que son capaces de recordar, desde el color de la camisa del muchacho que pinchaba las ruedas del coche hasta la mano en que llevaba la papelina el traficante, desde las características del arma con la que se perpetró el atraco hasta los rasgos físicos del autor. Siempre recordaré la gráfica descripción de una señora bastante mayor que decía que el atracador en cuestión era moreno pero con aspecto de haber sido rubio de pequeño. Y lo cierto es que la buena señora tenía más razón que un santo.

Aunque las relaciones de vecindad no siempre son tan amables ni tan simpáticas ni dan lugar a situaciones tan hilarantes como las de las series de televisión. A lo largo de mi vida toguitaconada he visto varios homicidios basados en este tipo de historias, desde un vecino que mató a otro con una katana porque estaba harto de lo alta que ponía la música, hasta otro que acabó con sus convecinos disparándoles con una escopeta por los conflictos que le ocasionaban las frecuentes fiestas que en su ausencia montaba la hija. Y eso por no hablar de enemistades tan enquistadas que han dado lugar a algunos de los más terribles episodios de nuestra historia negra, como el tristemente famoso de Puerto Hurraco.

Pero hay aspectos más pintorescos del vecinismo. Lo que yo llamo vecinismo estrella, que seguro que todos hemos visto por televisión. Y que no consiste en otra cosa que en la actitud del vecino que, aprovechando que vive en los alrededores de la escena del hecho delictivo, sea el que sea, ve la ocasión de tener su minuto de gloria como si el mismísimo Almódovar fuera a llamarlo, y nos cuenta lo que sea con tal de salir en la tele. Da igual que sea para decir que el presunto asesino era muy buena gente o para afirmar que él ya lo veía venir, o para contarnos que compartían dentista o compraban el pan en el mismo horno. El caso es salir en la tele. Y, a ser posible, con el inevitable espontáneo por detrás, bien en su modalidad hacerse el despistado, o bien en esa otra de dar saltitos o hacer cucamonas para tener la enorme suerte de salir en algún programa de zapping o ser récord de visitas en Youtube.

Así que hoy también habrá aplauso. Pero no para cualquier vecino. Hoy solo para aquellos que aportan con su testimonio la posibilidad de probar un hecho delictivo. Porque ser un buen ciudadano bien merece una ovación

 

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