Todos los sabemos. No hay una buena función sin un guión con una buena historia. Y las historias que se representan en nuestro teatro se fraguan en nuestras cocinas, las de juzgados y fiscalías donde va tomando forma ese argumento sobre el que luego girará nuestra representación. Y no podemos dejar de reconocer que gran parte de ellas son las que se guisan durante la instrucción de los procedimientos penales, siempre atractivos para los espectadores, por más que podamos encontrar otras historias interesantes en otros ámbitos como el civil y el social, por poner algún ejemplo. Todas tendrán su hueco en este teatro nuestro, pero esta vez me gustaría centrarme en esa parte del procedimiento que consiste en la investigación y que se lleva esencialmente en los Juzgados de Instrucción, aunque también tiene lugar a veces en las fiscalías por medio de las llamadas Diligencias de Investigación penal (DIP para los amigos).
Poco sabe la gente ajena a esta farándula en qué consiste eso en que damos en llamar “instrucción” de las causas. Como he dicho otras veces, la cultura judicial es en muchos casos de procedencia audiovisual anglosajona, basada en las películas que todos hemos visto y de las que todos hemos disfrutado. El juez y, sobre todo, el fiscal, saliendo a la calle a buscar pruebas y a hacer averiguaciones por su cuenta. Como si antes de empezar una causa, nos dijeran eso de “tened cuidado ahí fuera” que inmortalizó el jefe de Canción Triste de Hill Street.
Pero, por suerte o por desgracia, nosotros trabajamos en despachos. Pasamos la mayor parte del tiempo en esos camerinos donde, en lugar de espejo rodeado de bombillas hay estanterías plagadas de expedientes, y nos expresamos por escrito, aunque alguna vez salgamos a la calle a levantar un cadáver, a hacer una entrada y registro (ahí es el Secretario Judicial quien da el callo), a recibir declaración en un hospital, hacer una inspección ocular o cualquier otra cosa. El trabajo de instrucción empieza en la guardia –aunque no siempre-, a la que ya dediqué una entrada (https://conmitogaymistacones.com/2014/11/28/juzgado-de-guardia-el-filon/), pero eso no es más que el principio. A partir de ahí comienzan un montón de actuaciones destinadas no sólo a que la función tenga un buen guión, sino a que sea posible llegar a representarla, e incluso a que tenga un final feliz. Y ahí tienen su papel todos, sea juez, fiscal, secretario judicial, médico forense o funcionarios, sin olvidar a los abogados, siempre al quite para salvaguardar el derecho de su cliente, sea como defensa o como acusación. El juicio nunca existiría sin una buena instrucción que permitiera llegar hasta ahí, y su desarrollo depende mucho de cómo se hizo. Una prueba mal practicada, por ejemplo, puede impedir una sentencia condenatoria.
Pero, ¿en qué consiste? ¿Cuáles son esas actuaciones?. Pues en casi cualquier cosa que uno pueda imaginar, desde declaraciones de imputados y testigos hasta acordar entradas y registros, dictámenes periciales, escuchas telefónicas, apertura de correspondencia, búsqueda y captura de personas, averiguaciones de domicilio o de patrimonio, recabar documentos… Todo, por supuesto, dando las oportunas órdenes a las fuerzas y cuerpos de seguridad o a quien corresponda en cada caso, y, por supuesto, motivando debidamente todas y cada una de las resoluciones en que puedan verse comprometidos derechos fundamentales, como la intimidad. Y ello sin olvidar que las pruebas no nacen de los árboles y que, evidentemente, el imputado hará todo lo que está en su mano para que éstas no aparezcan. ¿O alguien imagina que un asesino va a conducirnos adonde está el arma homicida con sus huellas y todo, o que un defraudador nos va a traer amablemente los archivos de sus cuentas B?
En definitiva, salvo para el “robagallinas” del que no hace mucho hablaban, miles de cosas complejas y difíciles de encontrar y muchas veces difíciles de practicar, como esos informes periciales que tardan meses en ser enviados porque quienes tienen que hacerlo no dan abasto. Y todo esto, con unos medios que Pedro Picapiedra no hubiera dudado en desechar por anticuados….
Eso sí, ahora parece que a alguien le han entrado las prisas y piensa que todo esto se puede hacer en seis meses, aunque con alguna excepcional prorroguita. Pero ¿lo han acompañado de un paquete de medios que lo posibiliten, como preguntaba una compañera en twitter?. Pues no. Ni están ni se les espera. Ni un triste taco de post-its y un fosforito para los cien primeros que se lean la reforma, vaya, que al menos eso podían copiar de la Teletienda.
Así que, corre que te pillo, demos ese merecido aplauso a todos los que intervienen, con su esfuerzo, a la instrucción de las causas. Pero hagámoslo enseguida, no vaya a ser que pasen esos 6 meses y caduque la ovación.
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