
No todo el mundo es igual, aunque haya nacido en el mismo sitio, pero la cultura popular nos endosa unos estereotipos que no siempre responden a la realidad. En Andalucía tienen fama de exagerados, como en el País Vasco de hacerlo todo a lo grande o en Galicia de no pronunciarse ante las cosas. Y, aunque no se pueda ni se deba generalizar, cargamos toda la vida con eso tópicos, nos gusten o no. De eso ha sacado partido el cine en películas tan conocidas como Ocho apellidos vascos u Ocho apellidos catalanes. Pero, sea patrimonio andaluz o universal, la exageración existe. Y por todo el mundo, dicho sea sin exagerar.
En nuestro teatro, por su propia naturaleza, no deberíamos tender a la exageración. Se supone que lo nuestro es la ponderación y el equilibrio, por eso nos representa una balanza. Pero, en la realidad, del dicho al hecho hay un buen trecho. Y hasta un abismo, exageraciones aparte.
Yo misma, en este espacio toguitaconado, echo muchas veces mano de la exageración. O de la hipérbole, que queda mucho más fino. Así, hablando de nuestros propios deportes , hablaba de saltar con pértiga para acceder al despacho cuando una vuelve de vacaciones y tiene que esquivar las toneladas -de nuevo una exageración- de papel. Pues bien, confieso que he mentido. No tengo pértiga ni la usé para saltar expedientes, aunque reconozco que me hubiera venido bien porque cada mes de septiembre el panorama es desolador. Y eso sí lo digo sin exagerar. Porque los criminales no se toman descanso y los juzgados, por eso, siguen teniendo trabajo estemos de vacaciones o no. Que nos lo digan si no a quienes tenemos el dudoso honor de hacer guardias en verano.
También he exagerado alguna vez diciendo que tenía que usar un machete para abrirme paso entre las causas pendientes en algunos archivos. En realidad, con unos buenos hombros para sostenerlas y un buen entrenamiento me bastaba.
Y, por supuesto, exageramos cuando decimos que tenemos tropemil asuntos pendientes o que alguno de ellos tiene tropemil folios. O hijoemil, como dice una amiga mía que sí es andaluza. Pero mucho son, desde luego, y si es cierto que es un poco exagerado decir que no nos da la vida, poco nos falta.
Sin embargo, hay cosas en las que, aunque parezca que exageramos, nos quedamos cortas. Porque cuando una dice que los señalamientos tardan una barbaridad, parece que está exagerando, pero cuando vemos que un asunto que sale hoy del juzgado se señala dentro de dos años, pues lo de la exageración ya no es tal. Y no hay más que echar un vistazo a redes sociales para ver quejas a plazos absolutamente.
Y si pensamos en lo que tardan algunos asuntos en resolverse, pasa otro tanto. Sin perjuicio de que hay juzgados que van tan al día que hasta han ganado premios por su eficacia, hay casos e los que el tiempo transcurrido haría sonrojarse a cualquiera. Pero que vamos a esperar, si el propio Tribunal Constitucional ha tardado hasta once años en resolver algunas cosas. Y si eso no es un plazo excesivo, que no exagerado, que venga Dios y lo vea.
Pero claro, cómo no nos van a pasar estas cosas si el número la ratio de personas por las que hay un juez o magistrado es, sin exagerar, menos de la mitad de la que tienen en otros países de Europa. Y, si hablamos de fiscales, ya ni cuento. Y no lo digo solo por arrimar el ascua a mi sardina, sino porque es vedad. Verdad verdadera.
¿Y qué pensaría la gente ajena a Toguilandia si supiera que nuestra ley de enjuiciamiento criminal, la que regula el procedimiento penal, es de la década de los 80…del siglo XIX? ¿O que la ley de indulto es de 1870? Y no digo nada del Código Civil , de la misma época, porque al menos este ha envejecido mejor y se conserva como esas personas centenarias de genética asombrosa. Pero que leyes tan importantes daten de épocas en que no solo no existían los ordenadores, ni los móviles, ni las tecnologías de la información y la comunicación ni los cohetes espaciales, sino que se iba de un lugar a otro en diligencia o a caballo, y eso si se iba, no es una exageración, sino algo increíble. En sentido literal.
Así que, sin necesidad de estar en Andalucía, nos encontramos cada día con un número exagerado de señalamientos, de carga de trabajo y con causas tan enormes que las podrían haber inventado en el mismísimo Bilbao, si tiramos de tópico. Y que, además, necesitarían de uno de sus levantadores de piedras para trasladarlas de un lugar a otro.
Todo esto, por supuesto, visto en la versión papel, que todavía existe en muchos juzgados y fiscalías, por más que hubieran prometido el papel 0 desde hace décadas, sin exagerar ni un ápice. Pero, incluso allá donde la digitalización ya es una realidad, la carga de trabajo ya no pesa físicamente, pero es igual de superlativa.
Como lo es, por no olvidarme de quienes estudian oposiciones, el tiempo que han de hacerlo para llegar a tener un sitio en la carrera judicial o fiscal, o para ser LAJ.
Y con esto cierro el telón por hoy. Espero no exagerar al pedir el aplauso para quienes soportan esas cargas de trabajo tan excesivas. Y aprovecho para dar una ovación extra a la fuente de la ilustración de hoy, el libro de Isaías Lafuente “Unidad de vigilancia lingüística” que recogía un gazapo respecto de la ratio de jueces en Andalucía que daba gloria. Gracias por hacernos reír con estas cosas tan serias.