Hada madrina: milagros que hacen justicia


              Cada año, en Con Mi Toga y Mis Tacones nos asomamos a historias muy especiales, historias que son o no reales, pero son tan reales que podría serlo. Porque las hadas madrinas existen, aunque no siempre vengan con varita mágica. Porque a veces, las varitas mágicas tienen una forma que no reconocemos.

              Eso le pasó a Lorena, una periodista como tantas otras. Pero Lorena tenía sus propias ideas, entre ellas, una considerable beligerancia contra la batalla contra la Violencia de Género y quienes la defendían. Sobre todo, a Lorena le parecían exageradas todas las ayudas destinadas a las víctimas y consideraba que ahí había un coladero para desaprensivas y caraduras.

              Por eso Lorena había ido evitando los temas comprometidos que pudieran dejar sus ideas al descubierto. Sabía que no le convenía significarse y con ello cerrarse puertas, así que trató de quedarse con temas blancos, temas donde nada de todo eso pudiera salir a la luz. Aunque a veces la luz es más fuerte de lo que imaginamos.

              Lorena cubría temas de artes escénicas. Especialmente, estrenos y representaciones de teatro. Ese día, sin embargo, le había tocado danza. Ballet clásico, en concreto, un arte del que conocía bastante porque lo había practicado hasta los 20 años, cuando las circunstancias le hicieron elegir entre el tutú y el micrófono. Había seguido la carrera de Carla Aguilera, una niña que despuntó en un programa de jóvenes talentos de televisión y que ahora volvía a nuestra ciudad como primera bailarina del Royal Ballet. Así que preparó las preguntas de una entrevista muy previsible, en la que obtuvo unas respuestas tan imprevisibles que nunca las olvidaría

  • ¿Nos puedes contar cómo conseguiste compatibilizar los estudios con la danza, Carla?
  • Bueno, en principio lo llevaba bien. Mi madre hacía grandes sacrificios para conseguir proporcionarme todo lo que necesitaba para bailar porque, aunque el Conservatorio era público, las zapatillas, la ropa y un montón de cosas que necesitábamos no lo eran. Entre ellas, la profesora particular que me ayudaba a recuperar las clases que me veía obligada a perderme en el Instituto. Pero nos apañábamos. Hasta que llegó la beca del Royal Ballet
  • Entonces todo cambió a mejor ¿verdad?
  • Eso me hubiera gustado, pero -Carla paró, tomó aire, y supo que había llegado el momento de romper su silencio- fue todo lo contrario. Cuando mi padre clavó a mi madre el cuchillo con el que iba a cortar el jamón para celebrar el triunfo, todo empezó a desmoronarse. El shock, el juicio, el dolor…y la sensación de que todo saltaba por los aires. El Royal Ballet, donde había obtenido la beca, me dieron un plazo de tres meses para incorporarme, pero la situación en que había quedado, con mi madre en el cementerio, mi padre en la cárcel y más cuotas de hipoteca por pagar que el valor de nuestra casa, me dejaban pocas opciones. No tenía manera de cubrirme la estancia y la vida en Londres, por más que la beca cubriera parte.
  • Pero, al final fuiste. ¿no?
  • Sí. Y lo hice gracias a mi particular hada madrina. Me acuerdo de que estaba ensayando Cenicienta, como si fuera una premonición, en mi conservatorio de siempre, cuando recibí una visita. Aquella hada madrina sin varita ni traje brillante, tenía en sus manos la solución a mi problema. La Fundación a la que pertenecía otorgaba becas para estudios a personas huérfanas de víctimas de violencia de género, como yo. Así que, cuando lo daba todo por perdido, conseguí cumplir mi sueño e ingresar en la escuela del Royal Ballet. El resto, es historia. Pero toda la vida tendré una deuda enorme con la Fundación. De hecho, he decidido que irán a sus arcas las ganancias de la taquilla del día del estreno. Por fortuna, mis compañeras y compañeros están de acuerdo.

            Lorena no salía de su asombro. Aquello no tenía nada que ver con el artículo que ella pensaba escribir, ni mucho menos con las ideas que había mantenido toda su vida. Aquella mujer, casi una niña y ya toda una prima ballerina, estaría probablemente despachando hamburguesas o trabajando de cajera si nadie hubiera apostado por su talento y hubiera hecho posible que siguiera sus estudios.

       Así que acabó dedicando su artículo a una Fundación que realizaba diversas acciones con este fin. Entre las actividades, supo que jugaban en el sorteo anual de El Niño, con décimos solidarios que, si tocaban, servirían para dar becas como aquella de la que disfrutó Carla, primera bailarina del Royal Ballet de Londres

       Lo que no escribió en su artículo es que nunca más diría que las víctimas de violencia de género cobraban demasiadas ayudas, como había venido defendiendo desde siempre.

Esta historia podría estar basada en hechos reales. O no. Aunque Carla no exista, existen muchas Carlas esperando su beca. Lo que si que existe, por suerte es la Fundación Soledad Cazorla, que otorga becas de estudio a huérfanos y huérfanas de violencia de género. Y también es real la iniciativa de la Lotería del Niño: por eso hoy nuestro escenario invita a todo el mundo a colaborar

Os daré el aplauso en cualquier caso, lo hagáis con el número que lo hagáis. Pero si apostáis al mío, me haréis un poco más feliz. A mí, y a la pequeña bailarina que podría haber dibujado Carla de pequeña y que, esta vez, ha salido de mi humilde lápiz.

No hay más que dar cilc aquí

https://www.playloterias.com/la-loteria-de-la-madrina-susana-gisbert

2 comentarios en “Hada madrina: milagros que hacen justicia

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