Qué molesta … (I) : abogacía


                De vez en cuando está bien hacer Examen de conciencia y saber qué cosas molestan a los demás. Para no repetirlas, claro, no para criticar por criticar, aunque tomarse las cosas con un poco de humor siempre viene bien. Cuando mezclamos cine y derecho, vemos esas cosas que hay que evitar para acabar como en La guerra de los Rose, o para no entrar en una espiral de ira como en Un día de furia. Mejor prevenir que curar.

                En nuestro teatro, dadas las diferentes tribus que transitamos por las tablas con intereses contrapuestos cuando no directamente enfrentados, es difícil no chocar. Por eso, para que los pequeños vicios no se conviertan en males irremediables, he decidido dedicar una serie de estrenos a esas cosas que irritan al resto para tratar de evitarlas o de comprenderlas. Algunas tienen solución, otras no tanto. Pero, como siempre, mejor buscar soluciones que buscar culpables. Aunque, si hay que reconocer algo, se hace. Que no se diga.

                Esta saga empieza por una pequeña semilla que lancé al vuelo en redes sociales, y que encontró abono y riego como para plantar varios bosques. Por eso he decidido que, como El padrino tenga varias entregas. Y empezar por quienes más han contado y cantado. Como diría Robert de Niro en El cabo del miedo: Abogaaaado

                He de decir que agradezco la enorme colaboración con mi experimento del colectivo de la abogacía tuitera. Han ganado por goleada, no sé si porque son los más numerosos, los más sinceros o quienes tiene más motivos para quejarse. Pero así es. Y así se lo agradezco, aunque en algunos casos tenga que servir para tomar nota, de uno u otro lado, o esto no tendría más sentido que ejercitar un derecho que, aunque no reconocido con carácter constitucional, debería de estarlo: el derecho al pataleo.

                Hay que reconocer que gran parte de estas quejas provienen de un mal común: la falta de medios. A ello le debemos, al menos en gran parte, cosas que molestan tanto como el señalamiento a varios años agradezco, vista, la demora en dictar sentencia o el no cumplimiento de los plazos. Y aquí empieza una cuestión espinosa.

                Me dice una amiga abogada con todo el cariño no exento de puyita, que una de las cosas que más le molesta es que los y las fiscales nos pasemos los plazos por el forro de la toga. Razón tiene en el fondo, pero no tanta en la dirección del tiro.  Aseguro al mundo que, en la mayoría de los casos, los plazos no se cumplen por nuestra parte por imposibilidad absoluta por cosas tan absurdas como que cuando la resolución llega a nuestra mesa ya está el plazo pasado o que los juzgados escupen tantas causas a la vez -la última vez que las conté eran más de 30 para calificar con la misma fecha- que ni dedicando las 24 horas del día lo lograríamos. Y esto no tiene solución mientras el sistema siga siendo el que es y los medios los que son. Al pan, pan y al vino, vino, aunque me pregunto ¿por qué siempre la queja va en este sentido y nadie le cuenta al juez o jueza los días par dictar sentencia, que también están previstos? Ahí lo dejo. En cualquier caso, sí he de decir que para causas con preso o recursos cumplimos los plazos escrupulosamente. Y si no, ahí sí que hay que entonar el mea culpa.

                Cuestión distinta es la de puntualidad. Yo tampoco entiendo que se señale a las 9 y se empiece a las 10, si no hay una causa justificada. Y si la hay, que se explique. Y esto me vale, por supuesto, para cualquiera de las partes, Y para los investigados que a veces creen que en vez de a un juicio les han llamado para un pic nic

                Otra de las quejas frecuentes y que me da mucha pena es la falta de respeto y la prepotencia. En todos los sentidos, pero ya sabemos quine tiene la sartén por el mango. Remamos en el mismo barco, aunque con los agujeros de la madrea y lo viejo que es el cascarón se escora de cualquier de los lados y el día menos pensado se hunde.

                Y un clásico: no dejar hablar al letrado o letrada o interrumpirle. Aquí, por supuesto, hay que encontrar el punto medio donde está la virtud y que tan difícil es de hallar. No se pude cortar con el bisturí toguístico como se hace muchas veces, pero tampoco se pueden repetir las mismas cosas hasta la saciedad. Quizás la tolerancia en uno y otro sentido mejoraría si en vez de tener que celebrar por parte de juez y fiscal 15 juicios –o más- en una mañana se celebraran 5, pero los módulos con los que nos ahogan son así. Y si se señalara menos, el retraso en los señalamientos también se multiplicaría. La pescadilla que se muerde la cola. Pero, por supuesto, hay un parámetro: la educación y el respeto. Y eso nunca se debe sobrepasar.

                Y cuando de muchos juicos hablamos surge otro clásico. La molestia que para muchos letrados y letradas supone que fiscal y juez estén dentro de la sala antes del juicio. Pero así lo prevé nuestro Estatuto, como expliqué en su día (en realidad, deberían venir del juzgado a por nosotros cuando esté todo listo, cosa que nunca se hace) y, sobre todo, hay una cuestión práctica. Si celebramos 20 juicios en una mañana, sería poco operativo entrar y salir cada vez. En mi experiencia, cuando la abogada de dos juicios ha sido la misma, también se ha quedado dentro. Y tan pichi.

                Cuestión distinta es el colegueo y las risas fuera de lugar. Se puede hablar distendidamente -juro que casi siempre de temas por completo ajenos- sin que dé la sensación de que hay un contubernio del que el letrado es, cuando entra, un convidado de piedra. Y si lo hacemos así, nos lo hemos de hacer mirar. Para mí fue muy ilustrativo lo que una juez me dijo de una operación de menisco que padeció. Contaba que mientras la intervenían, con anestesia local, los médicos hablaban de fútbol, y eso le hacía sentirse fatal, como si la ignoraran a ella y su rodilla. Entonces pensó que tal vez los acusados, u otros profesionales se sentían así cuando hablábamos de otra cosa. Y tratamos de cambiar nuestros hábitos para no caer en el síndrome del menisco de Su Señoría. Rectificar es de sabios.

                Otra de las cosas con muchos matices es lo relacionado con las conformidades. No seré yo quine niegue que hay veces que las representaciones letradas se sienten más que presionadas a conformarse por determinadas actitudes. Y que, desde luego, tener que negociar delante del juez o jueza no es de recibo.. Prácticas que también hemos de hacernos mirar, porque no solo es lo que se hace, sino lo que puede parecer, aunque no sea. O se ausenta el magistrado de la sala o la fiscal sale fuera, si es que no hay salita ex profeso Otra cosa para tomar nota. Y nuevamente el comentario de siempre. Si la saturación no fuera tal, el interés en hacer conformidades a toda costa rebajaría bastante. ¿O no?

                Por último, en este resumen rápido, hablaré de la falta de atención y sus derivados. Es terrible estar informando y sentir que nadie te escucha, desde luego, y a veces nos sentimos así. Y sé que más aún se sienten los miembros de la abogacía que ven que, una vez terminó el fiscal, empieza la impaciencia y, lo peor de todo, lo de mirar el móvil sin disimulo. Y aunque es cierto que a veces es necesario -mensajes urgentes y hasta consulta de Códigos on line– en la mayoría de casos se distingue el ocio del negocio. Aunque no se llegue al extremo de la política pillada jugando al Candy Crush

                Y hasta aquí, un breve resumen de esas quejas, todas justas, aunque no siempre enfocadas a la raíz: la precariedad de medios. Que, ojo, nunca justifica, sin embargo, la mala educación ni las faltas de respeto. Al César lo que es del César. Sirva este ejercicio no para hacernos sangre sino para apercibirnos de nuestros “vicios”, de una parte, y para comprender algunas prácticas inevitables.

                Por eso, el aplauso de hoy no podría ser otro que el que dedico a todos y todas las usuarias de una trilogía fantástica: educación, respeto y comprensión. Ahí es nada

3 comentarios en “Qué molesta … (I) : abogacía

  1. Maravilloso el artículo, sobretodo entendiendo que la base de toda comunicación, empatía, etc…, se empieza con el respeto recíproco. Muchas gracias y felicidades

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