Consejos: vendo que para mí no tengo


                Todo el mundo ha recibido consejos alguna vez. Y los ha dado. Y más de una vez le hemos dicho a alguien eso de “consejos vendo, que para mí no tengo”. El “Carpe diem” del inolvidable profesor del Club de los poetas muertos o las enseñanzas del de La lengua de las mariposas son ejemplos de buenos consejos, aunque también los hay malos malísimos. De seguir unos u otros depende muchas veces cómo termine a película

               En nuestro teatro, como en todas las profesiones, abundan los consejos. Buenos, malos y regulares. Algunos nos han marcado para siempre y otros más nos valdría no haberlos escuchado nunca, pero de todo se aprende.

               Uno de los mejores consejos es el que me cuenta una amiga abogada que le dieron ya en la facultad. El profesor les invitó a hacer un tour, boli en ristre, por la Biblioteca, para que supieran buscar jurisprudencia en el Aranzadi –aquellos tomos de papel tan bonitos…- y en las primeras bases de datos, que entonces iban poco menos a que a pedal. A continuación les dijo que la cabeza era para pensar y no para memorizar artículos, y que lo esencial era sabes dónde buscarlos. Excelente consejo para e trabajo que, por desgracia, no se puede cumplir a rajatabla en la oposición a riesgo de no sacarla.

              Los juicios, como escenario de nuestro teatro, necesitan de mucho consejo previo. La misma amiga me cuenta que, respecto a dónde se ha de colocar una, una de las primeras dudas que surge, le dieron un consejo aparentemente imbatible, que se esperara a entrar la última y cumpliera he dicho de donde fueres haz lo que vieres. No contaba quien lo dio con la caballerosidad –o tal vez picardía- del compañero que con su galante “las mujeres primero” dio al traste con el consejo de marras.

     En cuanto a la relación con acusados y testigos en juicio también es conveniente hacer caso a algunos de los consejos a que se refiere otra compañera como no entrar en discusiones con ellos por más que mientan. Siempre recordaré al Presidente de Sala que decía a los acusados “el que no tenga obligación de decir verdad no le da derecho a tomar a este tribunal por idiota”. Tal cual.

             Buenos consejos son, también, los que nos incentivan a respetar al contrario. Eso el lo que me cuenta otra amiga abogada, que me aporta la siguiente recomendación, que bien deberíamos llevar todo el mudo a la práctica, No infravalores al contrario y menos si es novato, porque tal vez sabe menos pero tiene más ganas y más necesidad de ganar. Ese consejo me ha recordado algo que me pasó en mi primer destino con un abogado veterano que se las daba de ser lo más de lo más. El abogado en cuestión tendría mucha veteranía pero ninguna puntualidad, y llegó más de media hora tarde, sin avisar ni pedir disculpas. La Sala ya había comunicado los hechos al Colegio de Abogados a los efectos disciplinarios, por lo que el Letrado vino a hablar con la Fiscal, que era yo misma. En un alarde de inmodestia, en lugar de disculparse, me dijo que como yo era muy jovencita no le conocía pero todo el mundo sabía quién era él, y no era le típico abogado novato que llegaba tarde. En un arrebato de inspiración, le dije que “el típico abogado novato lo que nunca haría es llegar tarde”. Se fue con su toga a otra parte. No había nada que rascar con aquella fiscal jovencita que él había desdeñado.

                En la carrera fiscal, donde era frecuente compartir despacho con varios compañeros, consejos nunca faltaban. Siempre me hizo gracia lo escatológico de algunos de ellos, como el bien conocido de empezar las ejecutorias mirándoles el culo. A eso seguía una frase machista que omitiré, aunque la idea principal, e empezar por el final, era y es muy útil

               Más malsonante aún es una frase típica en la carrera, por la que mi madre me hubiera lavado a boca con jabón. “La mierda flota, y la mierda vuelve”, frase excesivamente literal que alude a las causas feas que, por más que les dé una un pase torero, acaban regresando. Otro compañero las define con una frase que me encanta “diligencias de patada en el culo”. Bravo, señoría. No hay más preguntas.

                Hay consejos prácticos que no se olvidan. Yo todavía uso el esquema que uno de mis primeros compañeros me hizo para entender las refundiciones de condena. Otro compañero me recuerda lo que le dijo uno de sus primeros jefes, que no descuidara el Derecho Civil, porque aunque llevemos causas penales, sin saber civil nunca sería buen fiscal. Verdad verdadera. A ver cómo podríamos sobreseer tantas cosas porque es una cuestión civil si no sabemos lo qué es una cuestión civil

                 Otros consejos no son tan buenos, aunque quienes los dan presumen de listos. Uno de ellos, decir que el fiscal ha de ser como e solitario de la cerveza en la barra del bar, que mira todo pero no se mete en nada. El contra de él, que recomiendo no seguir, me inclino por hacer caso a uno que citaba un forense respecto: quien no mete el dedo mete la pata. Pensado para la Medicina, también nos serviría en Toguilandia.

                Del mismo estilo son esos consejos de quienes te dicen que preguntes  a qué hora es el café, o el aperitivo. Y, aunque no está mal saberlo, y hasta llevarlo a término, no debería ser lo primero sino lo último.

                 Hay, por otra parte, consejos prácticos que resultan muy útiles, como el de llevar siempre trabajo para poder despachar entre juicio y juicio si se prevé que pueda haber suspensiones, o el de llevar preparadas las cosas y no dejarlas par el último momento, aunque, en sentido contrario había quien se vanagloriaba de dejarlo ara el último momento “no sea que te suspendas alguno y hayas perdido tu tiempo”.      

                  Y hay también consejos no por meramente logísticos menos desdeñables. Uno de ellos consiste en no llevar a las últimas consecuencias lo de toguitaconarse, especialmente si se está de guardia, porque una pude acabar con sus tacones cruzando un campo o, como me pasó a mí, bajando a algún sitio inaccesible a brazos de un bombero.

                 Otro consejo curioso es el que daba un compañero a los recién llegados. Nos decía que nunca dejáramos el armario de entrada totalmente vacío, porque so era una llamada ineludible a la macrocausa. Confieso mi escepticismo de entonces, pero ahora, con el tiempo, va resultar que tenía razón. O esa impresión nos da, al menos, cuando comprobamos que el tiempo que dura el estante vací es un nanosegundo. O menos

           Por último, ojo con los malos consejos de los que presumen de listos. Me cuenta una compañera sobre el que recibió para lograr una conformidad trampeando con el límite de dos años de prisión para la suspensión de la pena, lo que luego le valió un reprimenda. A ella, no al listillo porque, aunque lo hubiera merecido, no lo delató ni le echó la culpa.

                Con esto cierro el telón por hoy. El aplauso se lo doy a los compañeros y compañeras de la fiscalía y la abogacía que me han regalado sus aportaciones. No solo aconsejo que los ovacionemos, sino que os insto a que lo hagáis. Mil gracias

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