
Hay veces que la mejor salida ante una pregunta incómoda es dar una respuesta que no sea tal. Si se hace bien, puede convertirse en una obra maestra como el Ser o no ser de Hamlet. Ni si ni no es, incluso, el nombre de una película, como lo es la Historia de una indecisa, La duda o Dudas razonables. Y es que las cosas nunca están tan claras como parecen y a veces, mejor curarse en salud que meter la pata.
Nuestro teatro, en principio, se caracteriza por tener que dar una respuesta a las cuestiones que plantea el justiciable. Una respuesta que no siempre satisface a las partes o, al menos, a una de ellas, pero que es respuesta, al fin o al cabo. O debería serlo.
No obstante, no quiero seguir adelante sin hacer un guiño a mis amigos y amigas gallegos. Todo el mundo sabemos que es un estereotipo eso de que nunca se sabe si van o vienen, y que en esa hermosa tierra hay de todo, como en botica. Espero que lo tomen como un homenaje en tono distendido, como ya dijo en un tuit mi querida amiga y compañera Natalia, que fue la inspiradora de esta función y quien me ha dejado ese estupendo término: galleguismo jurídico.
He de confesar que la primera muestra de este modo de responder, que no es en ningún caso exclusivo del Norte de la Península, la recuerdo durante los estudios y, especialmente, en la oposición. Todavía sonrío al recordar aquella escena en que esta toguitaconada, antes de serlo, muy seria, cantaba uno de los primeros temas a mi preparador diciendo: “pensamos que la teoría adecuada es tal”. Me miró muy serio y me preguntó: “¿lo piensas tú y quién más?”. Zasca en toda regla -aunque entonces nadie lo llamaba así- a mi pretencioso plural mayestático. Fue entonces cuando me proporcionó un truco que me fue muy útil en el examen, e incluso después. Cuando hay varias teorías, lo mejor es no tomar partido, y explicar ambas en tono neutro e, incluso, si hay que solucionar algún caso práctico –en mis tiempos, el último examen era práctico- y hay dudas en ese sentido, exponer cual sería la solución adoptando una u otra teoría sin asumir ninguno. Lo que yo llamaba la postura de distante reina del hielo, mucho antes de que Frozen viniera a hacerme la competencia.
Pero, una vez entras en Toguilandia, el hielo tiende a derretirse y hay que mojarse. No hay Frozen que valga, y por eso algunas veces, los intentos de mantenerse neutra tiene su aquel. Siempre me viene a la cabeza cuando pienso en ello lo que hacía un compañero cuando el escrito de defensa consistía en un lacónico “Niego”. Con toda su retranca -y él no era gallego- solía preguntar al acusado si se llamaba Antonio Pérez, Juan Ordóñez o Virtudes Martínez, según fuera su nombre. Cuando el interfecto, con cara de asombro, decía que sí, él respondía con un “ay, como su abogado lo niega todo” que dejaba a uno y otro de pasta de boniato. Y, desde luego, tenía razón. Si los hechos son “niego”, la consecuencia jurídica de “no son constitutivos de delito alguno” queda algo coja. O no, que yo también sé galleguear.
Quienes sí son aficionados a decir una cosa y la contraria son nuestra clientela habitual, los investigados nuestros de cada día. Ay de ellos y ellas cuando quieren mantener una versión que no se sostiene y ay de sus pobres defensas cuando desoyen sus consejos y cuenta un cuento que no hay quien se trague, algo que ocurre más de una vez en esa última palabra con la que más de una acusado se fragua su propia condena.
En cualquier caso, uno de los ejemplos más evidentes es el que viene combinado con la desmemoria selectiva. Todo el mundo hemos tenido la experiencia de alguien que no recuerda si estuvo en tal sitio, pero recuerda perfectamente que no cometió el delito de que se trate. O la gran paradoja del que no recuerda nada porque había bebido, pero recuerda con todo detalle que se trasegó entre pecho y espalda doce chupitos de Jack Daniels, un par de licor de coco, cuatro copas de Albariño -gallego también- y un par de carajillos de Ron Negrita.
Pero, los casos más claros, son las de esos que ejercen totalmente de gallegos, aunque hayan nacido en Andalucía, y a la pregunta de si usted cometió estos hechos te espetan un “sí y no” que suele ir acompañado de un “le cuento”. Normalmente, ese “le cuento” es una justificación de lo que sí cometió pero no quiere reconocer, pero a veces les quedan unas historias de lo más pintorescas. Como la de un acusado de pegar a su mujer que se empeñaba en decir que él lo que hacía no eran sino caricias, pero que, en cualquier caso, ni era su mujer ni estaba allí.
A propósito de ello, escuché una de las explicaciones más curiosas que he oído. Se le preguntaba al acusado si había agredido a la persona con la que tenía una relación de afectividad. Respondió que sí y no, explicando que la había zarandeado pero no era su pareja. Como fue repreguntado por la circunstancia evidente de que vivían juntos, dormían en la misma cama y hacían desde hacía años vida marital, él respondió que así era, pero que no le tenía ningún afecto, así que nade de relación afectiva. Y se quedó tan pancho.
Por supuesto, también desde la otra parte de estrados hay muestras de contradicciones y dudas evidentes. Algún que otro escrito de acusación y alguna que otra sentencia lo hacen, y hay que acudir al recurso de la aclaración si no queremos que las dificultades a la hora de ejecutar sean mayúsculas. Que en todas partes cuecen habas.
Y hasta aquí, el estreno de hoy. El aplauso, sin duda, es para todas las gallegas y los gallegos a quienes dedico con todo cariño esta función. Y, por supuesto, el agradecimiento a Natalia por la idea. Espero que no haya dudas y os haya gustado el estreno. O no.
¡Venga! Como gallego, con trienios de diáspora, voy a comentar. Lo cual ya es una forma de «mojarse», ¿no? Bien, digamos que en buena parte es así (¡que bien puesto!) lo cual es como decir que hay otra cierta parte que no, luego sí, y no. Jajaja. No tenemos la exclusiva, ni mucho menos. Nuestros primos del norte también son buenos en eso. Tuvieron una serie en la BBC de bastante éxito: «Yes, Minister», a la que siguió «Yes, Prime Minister»; en la que, en realidad, la respuesta del alto funcionario, a las preguntas que le hacía el político, siempre era: «yes and no, minister». Digo «nuestros primos» porque en los protocolos notariales de la costa de Lugo, casi todas las escrituras de las fincas en primera línea de mar, al determinar la finca ponían: «linda al norte con Inglaterra, mar por medio». Yo creo recordar de 1º, que lo correcto es responder a una pregunta con otra; eso sí, hay que «introducirla», «presentarla» de alguna manera, por ej.: «y… (hay que hacer pausas, siempre) …entonces… ¿porqué lo quiere saber?». Si es uno el que tiene el servicio (como en tenis), se empieza también con una pregunta, pero la intro correcta sería: «y… si no es mucha la pregunta… ¿_______?» Es un ritual, reglas de urbanismo, mind your Ps and Qs, ese tipo de cosas…
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Muchas gracias!!
Genial comentario 😍😍
(Lo de los primos del norte me encantó)
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Muchas gracias a tí!! Lo de los primos del norte, además de absolutamente cierto, tiene mucha lógica (y un montón de leyendas) Si subes recto hacia el norte, simplemente siguiendo la Estrella Polar, entras por el Mar de Irlanda; cualquier desvío por mareas, corrientes, meigas, exceso de aguardiente, u otros fenómenos náuticos, te llevarán o bien a la costa irlandesa, o a la inglesa. Si navegas bien acabas en Escocia. Tenemos mucho en común, la afición a las gaitas (la irlandesa se llama «uillean pipe»), la mala pronunciación del inglés (por joderles un poquillo), un tipo de barco que es como un cesto gigante envuelto en cuero de vaca engrasado para hacerlo estanco (mencioné el consumo excesivo de aguardiente ¿no?); en fin, ese tipo de cosas. ¡Ah, sí! Casi lo olvido, también estamos todos convencidos de que nuestros ancestros-ancestros eran celtas. Bueno, yo no, yo creo que eso es cosa de cuatro del BNG. En mi caso particular, no tengo duda de que algún legionario (de la VI non gemina) le hizo tilín a mi super-mega-tatarabuela – a ver, venía de Roma.. glamour y tal – y ahí empezó una rama de la familia… Bueno, muchas gracias por lo que escribes, y por compartirlo pro bono.
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