Bocachanclismo: por la boca muere el pez


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Como sabemos, si por algo se caracteriza el teatro es por la profusión de diálogos frente a cualquier otro medio de expresión. Se corre, por tanto, el riesgo de incurrir en eso de que “quien mucho habla, mucho yerra”, aunque en este caso es difícil mantener a pies juntillas lo de que “en boca cerrada no entran moscas” porque seria bien difícil imaginar una obra donde los intérpretes callaran por miedo a meter la pata. Así que la cuestión radica en la calidad y no en la cantidad, en el cómo y no en el cuánto. Que ni hay que hablar más ni más alto para ser mejor. No caigamos en el No me chilles, que no te veo ni en que nos insistan en eso de que Hable con ella o con quien sea. Como siempre, en el punto medio está la virtud. El problema es encontrarlo, que a veces es más difícil que Encontrar a Wally

En nuestro teatro también se habla mucho y, por tanto, aumentan las posibilidades de meter la pata. Aunque, en honor a la verdad, el bocachanclismo no es, ni con mucho, patrimonio que nos pertenezca, Más bien miraría hacia otro lado, aunque en todas partes cuecen habas.

Lo cierto es que los señores de la RAE aun no se han animado a incluir ese término, pero yo, desde que se lo oí hace unos días a @juansotoivars, estoy encantada con él. Y me encuentro ejemplos por todas partes.

Pero vayamos a nuestro teatro. Ya dedicamos un estreno al derecho a la última palabra  que tiene el acusado, que a veces se convierte en algo así como la oportunidad de que el solito se ponga la soga al cuello por obra y gracia de su bocaza. Me contaban en una cena un grupo de letrados y letradas sus experiencias al respecto, y el horroroso rato que les hacen pasar sus clientes cada vez que se vienen arriba y deciden apostillar, al final del juicio, a todo lo que se ha visto en él. Yo he visto como absoluciones casi seguras se tornan en condenas por la metedura del presunto maltratador que pregunta al juez si él no pega a su parienta o el acusado de robo que espeta eso de “no sé como me pudo reconocer, si entré a robar con casco”. Y es que esos angelitos aún no han aprendido que lo de “calladito estás más guapo” es un excelente consejo en tales casos.

Tampoco hace falta irse a ese momento del juicio. Algunos hacen su ejercicio de bocachanclismo desde el primer momento, como si el verse ante un juez o fiscal despertarse su verborrea hasta límites inconcebibles. Más de una vez me ha pasado que un detenido por un solo delito nos suelta para excusarse una caterva de hechos delictivos tal que no hay bastante sitio en el Código Penal para meterlos. Me he visto varias veces en el caso en que para justificarse de un delito leve o una falta, como un hurto o un insulto, explicaban que hicieron esto o aquello porque no le había pagado la droga que le había vendido, después de que lo había llevado a casa en su coche a pesar de que se habían bebido hasta el agua de los floreros, y encima que le había guardado la pistola que había comprado de estranjis. Toma ya. Suma y sigue, que de una bagatela pasa a comerse un tráfico de drogas, un delito contra la seguridad vial y una tenencia ilícita de armas. Y juro que ni exagero ni me ha pasado una sola vez. Igual que juro que leí la mente de su letrado que deseaba como ninguna otra cosa en el mundo que al cliente le fulminara un rayo y le privara del don de la palabra Para siempre jamás.

También los profesionales metemos la pata de vez en cuando por abrir la boca mas de la cuenta o cuando no debiéramos. Hay más de una sentencia que anula actos procesales porque en la grabación se oyen cosas más allá del juicio -y no son psicofonías, por cierto-. Aunque versen sobre el mismo juicio, como confieso que me pasó a mi una vez –mea culpa, mea culpa-. Pero para meteduras de pata de las que hacen historia, la de un magistrado –ya jubilado y cuyo nombre omitiré- que hace mucho, mucho tiempo, sin percatarse de que el micrófono estaba abierto, comentó acerca del aspecto físico de la víctima de un delito que entraba en la sala. Aunque el comentario no era soez, e incluso en otro contexto podría haber resultado hasta halagüeño, ni que decir tiene que no venia a cuento y que entonces fue él quien quiso que se le tragara la tierra, ante el silencio sepulcral de los presentes. Algo así como el “manda huevos” tan conocido en versión Toguilandia. Por suerte, la sangre no llegó al río y el juicio acabó celebrándose con normalidad y recayó una sentencia justa. Lo cortés no quita lo valiente.

Pero, anécdotas aparte, las peores muestras de bocachanchlismo en nuestro mundo viene más bien de quienes opinan de él más allá de lo que debieran. Como cierto Ministro, que ya pasó a la historia, cuando se vino arriba opinando sobre una sentencia y soltando insinuaciones sobre si uno de los magistrados “tenía un problema” como si fuera el mismísimo Gila diciendo eso de “alguien ha matado a alguien”. O algún otro mandamás, que, con tal de subirse al carro de la opinión pública, comenta sentencias y resoluciones judiciales como si estuviera en el bar comentando las jugadas del partido de fútbol del día anterior. Y esto sí que no. Cada cual en su sitio. Que por mas que bromee, la independencia del poder judicial  es algo muy serio.

La última muestra de este tipo la tuvimos hace apenas unas horas. La flamante portavoz del nuevo gobierno anunciaba a bombo y platillo que el Gobierno se personaría como parte en defensa de la víctima en determinados procesos, a raíz de esa resolución judicial sobre la situación personal de los miembros de «La Manada» que nos tiene en un brete. Como si con eso fueran a solucionarlo todo y olvidando -eso es lo más triste- que hay un Ministerio Fiscal velando por ello porque así lo dice, nada más y nada menos, que nuestra Constitución. Como no podía ser de otro modo, varios compis y una de nuestras asociaciones corrieron a explicarlo en redes y finalmente, el  Ministerio de Justicia tuvo que disfrazar de aclaración lo que era un desmentido, diciendo que no puede hacerse pero que se haría un estudio sereno de la ley. Obviamente, si hubieran echado mano de esa serenidad antes de soltar la bomba, se hubieran ahorrado un disgusto. Máxime, con una ministra fiscal que se lo hubiera podido explicar de maravilla. Como diría una buena amiga: «Ay, la prudencia»

Por supuesto, el culmen del bocachanclismo lo encontraremos en tertulias y foros de opinión varios, donde cualquiera cree que puede opinar de Derecho con tal de haber visto La ley de los Angeles, el CSI o hasta Perry Mason en sus buenos tiempos, según la edad del contertulio en cuestión. Y lo mejor viene cuando discuten a los profesionales, que se quedan –o nos quedamos- con cara de póquer ante tanto conocimiento pseudojuridico. Eso sí, se les cata enseguida. En cuanto hacen referencia al “delito penal”, la “querella criminal”, la “demanda judicial” o a la “absolución con antecedentes penales” están pillados. Lástima que no todo el mundo se dé cuenta.

Por todo eso, el aplauso no puede ser sino, una vez más, para quienes ponderan sus palabras sin quedarse cortos ni pasarse. Tan difícil como meritorio.

 

4 comentarios en “Bocachanclismo: por la boca muere el pez

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