Frases lapidarias: las otras sentencias


frases lapidarias

Cuántas veces habremos repetido frases del teatro, del cine o de sus protagonistas, que han pasado a formar parte de nuestro lenguaje diario. Ponemos a Dios por testigo como Escarlata, nos lanzamos hasta el Infinito y más allá como los protagonistas Toy Story, nos amontonamos en el camarote de los hermanos Marx y pedimos dos huevos duros, o más madera, según el caso, y nos consolamos con eso de que Nadie es perfecto como en Con faldas y a lo loco.  También aludimos a que algo huele a podrido en Dinamarca, aunque la corrupción no esté en el país nórdico, o nos preguntamos si ser o no ser emulando a Hamlet, nos lanzamos a empresas en común diciendo que lo hacemos todos a una, Fuenteovejuna, o que somos Todos para uno y uno para todos, como si fuéramos los mismísimos Tres Mosqueteros y, de vez en cuando, suspiramos exclamando que La vida es sueño. Y eso son solo algunos ejemplos de ficción, aunque, cuando los intérpretes hacen de sí mismo, es Groucho Marx quien se lleva el gato al agua con su conocida frase, más lapidaria que nunca, “perdone que no me levante”, destinada a servirle de epitafio.

En nuestro teatro no somos tan ingeniosos, ni muchísimo menos. Pero de vez en cuando, oímos cosas que acaban convirtiéndose en un clásico, para bien o para mal. Pedir un corpus cristi por un habeas corpus, o un auto de escarmiento o una orden de alojamiento en vez de alejamiento, que no llegamos a saber si se aloja al investigado para escarmentarle o es la víctima quien quedó escarmentada por darle alojamiento en su día.

También cobraron carta de naturaleza los juicios de flautas por la faltas, o los ya famosos levitos  por delitos leves, que suenan mucho más bonitos, dónde va a parar. Y no hace nada, sin ir más lejos, me comentaba un compañero en la guardia que no sabía si ponerse oportuno o importunar, en referencia a ese pequeño resquicio del principio de oportunidad que ahora existe en los delitos leves, o ese más que resquicio en el proceso de menores.

Hace unos días, oí a un investigado en la guardia decir algo así como que no tenía por qué estar a merced de una señora que tenía distorsiones cognitivas con él. Me quedé, haciendo uso de otra frase que uso mucho, que si me pinchan no sangro, sin saber si la señora aludida era quien le había denunciado o la juez que le preguntaba. Cuál no sería mi sorpresa cuando acabó su discurso diciendo que eso era como si dijera que iba a rajar  a la fiscal, con lo cual, la que suscribe, echó hacia atrás su silla por si las moscas, y se quedó sin saber qué narices serían eso de las distorsiones cognitivas. Pero, citando nuevamente a Escarlata, a Dios pongo por testigo de que lo de las distorsiones cognitivas me lo quedo para mí para siempre, que suena de maravilla.

Otras de las ocasiones que dan mucho de sí son las negociaciones en busca de un acuerdo. Hubo una vez que, tras un rato de tira y afloja entre abogados y la fiscal, parece que la cosa llegaba a buen puerto. Pero nuestro gozo en un pozo, porque el interrogado dijo que no y que no, ante la cara de estupefacción de su abogado. Todo se aclaró -o no- cuando al final nos explicó que no podía decir que sí, que no estaba confirmado porque se salió antes del colegio de curas, pero que sí que había tomado la Primera comunión.

Aunque confieso que una de mis frases favoritas, y que he utilizado durante mucho tiempo como un guiño entre colegas no es mía, es de Gila. Alguien ha matado a alguien. El santo y seña con el que he entrado en más de un juicio, claro está, antes de ponerme la toga, que después soy muy formalita, como está mandado.

También nuestro vestuario da para más de alguna de aquellas frases. Recuerdo en una ocasión en que un acusado se refirió a una compañera diciendo “aquella señora del batín negro es muy lista”, lo cual le valió a la compañera meses de sobrenombre como la del batín negro. Eso sí, como de verdad era muy lista, sacó el juicio adelante y el muchacho acabó condenado, por obra y gracia de la señora del batín.

Así que ahí queda eso. Como nos drían en las pelis, juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, eso sí, no hablaré sin la presencia de mi abogado, otro clásico.

Pero no dejaré este estreno visto para sentencia sin el aplauso pertinente. El que dedico hoy a cada una de las personas que, voluntaria o involuntariamente, nos hacen sonreír con sus frases lapidarias.

3 comentarios en “Frases lapidarias: las otras sentencias

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s