Ironía: el recurso


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Dice el Diccionario de la Real academia que la ironía es una “burla fina y disimulada”. Pero como tercera acepción, da la “expresión que da a entender algo contrario o diferente a lo que se dice, generalmente como burla disimulada”. Y ésa es precisamente la acepción que me gusta, por lo que da de sí. Un recurso frecuentemente utilizado en las tablas del teatro, sobre todo cuando se trata de comedias, más inteligentes cuanto más usan de este recurso. El humor fino e irónico ha dado de sí grandes obras, y grandes momentos del cine, entre los que me quedo el de la subasta de Con La Muerte en los talones, o el propio título de Arsénico por compasión.

En nuestro teatro también usamos la ironía. A veces, cono puro instrumento de defensa, ante unos escenarios más propios de Los Albóndigas o de Porky´s que de la alta comedia. Pero, ante estas cosas, resulta un excelente instrumento de defensa. O de supervivencia, según como se mire.

Si repasamos el día a día, resulta más que obvio. Yo misma, vivo en una constante ironía. Porque, desde luego es irónica mi frase cuando digo, convenientemente toguitaconada, que estoy dando saltos de alegría ante la perspectiva de hacer quince juicios seguidos en una mañana. O cuando compruebo que en la guardia hay tropemil detenidos esperándome. También es pura ironía cuando nos encontramos varios compañeros en un fin de semana de guardia y nos saludamos comentando la alegría que nos supone vernos. Y, por supuesto, lo es también cuando, ante la llegada de una causa con preso de varios tomos justo el día antes de irme de vacaciones, exclamo, como si estuviera en la feria, eso de “que alegría, que alboro, otro perrito piloto”. Lo que advierto por si alguien me escucha en ese trance y cree que las actuaciones vienen con regalo incorporado, no vayan a creer que encima hay un cohecho.

Y, ya puesta a hacer advertencias, aprovecharé para hacer otra. Cuando esta hunilde toguitaconada dice eso de “y un jamón para la fiscal”, no quiere decir otra cosa que el tema no tiene por donde cogerlo. Por si las moscas. Aunque éstas vengan del mismísimo Jabugo.

Pero no solo fuera del escenario usamos tan fino recurso. Muchas veces se usan en el trámite de informe. Y más de lo que a veces nos damos cuenta. Siempre recordaré un juicio por una paliza propinada a un árbitro. Cuando el acusado se empeñaba en contarme que él solo protestó con toda educación ante las adversas circunstancias, le dije: “de modo que usted, viendo que el señor árbitro había pitado un penalty injusto en el último minuto, que además suponía la bajada de categoría de su equipo, puso los brazos en jarritas y reconvino con educación a dicho señor árbitro diciéndole que tal vez estaba cometiendo un error de apreciación”. Pero el acusado no debió pillar el tono porque me dijo “Exacto. Lo ha adivinado”. Añadiendo que después fue el propio árbitro quien se cayó al suelo y se rompió él solito la nariz. He de decir que la juez hubo de suspender por unos minutos la vista porque no podía para de reír, por más que intentaba disimular. Ante el ataque de la carcajada inminente, no hay ironía que valga.

Y también muchos de nuestros latiguillos son irónicos. Como ese que se refiere al adversario en el juicio –sea fiscal, defensa, o acusador particular- como “el insigne compañero”, que en realidad quiere decir qué mal rayo le parta y ojala se abra la tierra a sus pies y se lo trague. Y, por supuesto, estoy segura que esos “seré breve” que anteceden a una hora larga de informe oral son también pura ironía.

Pero no solo somos irónicos quienes vestimos toga. La ley también lo es muchas veces, y todavía más quienes se encargan de adoptar determinadas medidas. Por qué a ver si me explica alguien por qué llamaron abreviado a un tipo de procedimiento que pude durar muchos años y muchos tomos, u ordinario a ese sumario cuyo uso es extraordinario. O llamar Ministerio de Gracia y Justicia al encargado de tomar medidas que a más de uno le hacían de todo menos gracias. O titular así a la derogada ley de suspensión de pagos, cuando precisamente lo que pretendía es que no se suspendiera pago alguno. Cosas del legslador.

Y parecen haber tomado gusto a eso de la ironía. Porque seguro que es por esa razón por la que hacen referencia al Papel 0, que como todos sabemos, nada tiene de cero y mucho de papel. O llamar “modernización” a usar algo tan revolucionario como un SMS para notificar, o un pen drive como la pera limonera de los medios tecnológicos. Y tantos ejemplos cuantos queramos ver.

Probablemente sea ésa la razón por la que, a veces, no interpretamos bien lo que nos dicen. Y nos llevamos los chascos que nos llevamos. Pero interpretando en clave irónica, todo cobra sentido, y al menos sabremos a que atenernos. Así, siguiendo la definción de la RAE, podemos entender que cuando se nos dice que en un año desparecerá el papel, en realidad significa que desaparecerá cuando las ranas críen pelo, y cuando nos dicen que la reforma de la ley de enjuiciamiento criminal ha agilizado la instrucción, pues otro tanto. Como las manifestaciones continuas de que van a crear plazas de jueces y fiscales, y juzgados, que en realidad deben querer decir que esperemos sentados. Y es que no hay como tener la piedra justicieta para entender las cosas.

Y esto es lo que hay. Así que hoy el aplauso es para quienes, en lugar de echar sapos y culebras por la boca ante los contratiempos diarios, emplean una fina y educada ironía. Que siempre hace la vida más agradable. Dicho sea, esta vez, sin doble sentido.

 

1 comentario en “Ironía: el recurso

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