Más leyendas urbanas: mitos y justicia


JUICIO ESPAÑOL

                 Dice el refrán que nunca segundas partes fueron buenas. Pero también dice que no hay regla sin excepción, así que hoy voy a arriesgarme. Y si bien es verdad que las segundas partes de las películas o libros casi nunca superan a su antecesora, ahí tenemos El Padrino para demostrar que no siempre es así. Así que allá voy, a mitad camino entre Misión Imposible y El día que vivimos peligrosamente, y trataré de hacer una continuación digna de la función anterior. Que lo prometido es deuda. Es lo que tiene vivir Al límite

                Y así, aunque quede bien lejos de Fray Luis de León, empezaré con aquel “decíamos ayer..” que él hizo famoso. Y lo que ayer decíamos no era otra cosa que, en esta nuestra comunidad –o mejor dicho, nuestra función- circulan un montón de bulos. Y que cuesta a veces más desmentirlos que explicar la verdad, sobre todo si alguien te sale con eso de que en la televisión lo han dicho así. Y es que la anarosización del derecho trae estas cosas. Cuando no se convierte en belenestebanización, que también pasa de vez en cuando. ¿O no?

             ¿Quién no ha oído una y mil veces eso de que a los setenta años uno puede hacer lo que quiera, que nunca irá a la cárcel? ¿O que el fiscal pide 1000 años de prisión? ¿O que se ha puesto a alguien en libertad con cargos? ¿A que sí?. Y por más que una explique, subida a sus tacones y enarcando la ceja para dar énfasis, que los mayores de 70 años son clasificados en tercer grado penitenciario en la mayoría de casos pero sí que pueden ir a prisión, por ejemplo, no hay manera. Y más difícil es aún explicar que los años de peticiones de condena no se suman como si fuera un problema de matemáticas de primero de Primaria, que esto no es Barrio Sésamo, por más que a veces lo parezca. Y que eso de la libertad con cargos es una cosa de las series como Perry Mason, que nosotros somos más sobrios y lo que se pide o acuerda es la libertad o prisión, provisional o definitiva, con o sin fianza, comunicada o incomunicada, pero no con cargos o sin ellos. Salvo, claro está, que nos estemos refiriendo a otros cargos, como aquellos que tenían antes de ser pillados con el carrito del helado determinados capitostes enredados hasta las trancas en sus oscuros manejos. Pero claro, ésa es otra historia.

               Más de una vez me he desgañitado explicando que hace ya mucho que no existe eso de salir de prisión por buen comportamiento, que ni donar sangre ni ir a un concierto y ni siquiera rezar el rosario rebajan condena, al menos desde que está aquí la Constitución. Como tampoco existe ya la redención de penas por el trabajo, por más que muchos pretendan hacer ver otra cosa. Y que, si a uno le detienen injustificadamente, no pone un Corpus Christi sino un procedimiento de Habeas Corpus, aunque para sus adentros se dedique a rezar lo que sepa.

              ¿Y quién no ha escuchado pontificar a tirios y troyanos con que hay una ley que obliga a dar la custodia de los niños menores de tres años a la madre? ¿O que las juezas y las fiscales siempre arrimamos el ascua a nuestra sardina y decidimos a favor de las mujeres cuando de hijos se trata? ¿Y, lo que es más, que los jueces casan en los restaurantes, bajo una pérgola florida, y que hasta cobran un pastón por hacerlo?. Pues eso. Que una cosa es lo que diga una u otra sentencia, y otra sentar cátedra acerca de leyes inexistentes.

          Pero que si quieres arroz, Catalina. Que por más que una se deje la paciencia, subida a sus tacones, no siempre le hacen caso. Y mucha gente sigue creyendo eso de que puede no concederle el divorcio a su esposo o esposa, o que la infidelidad es causa de divorcio, o que si se marcha de casa dando un portazo va a ser inmediatamente detenida por abandono del hogar.

             Y que se lo quiten de la cabeza los listillos, que nadie se libra de que le quiten un bien por causa de una deuda, ni de que herede ese hijo al que le tienen ojeriza vendiendo su patrimonio enterito por un euro. Ni tampoco vale eso de cobrar la pensión de la tía abuela Blasa ocultando su muerte y sentando su cadáver en la silla de la salita como a la madre de Norman Bates en Psicosis. Que al final todo se sabe

           Pero claro, cuando los supuestos conocimientos se adquieren a golpe de Sálvame, no hay quien nos salve. Y una asiste ojiplática como los contertulios de turno se amenazan con ponerle al otro un alejamiento como quien pone una lechuga en la cesta del súper, o cómo cuentan cargados de razón que Fulanito entró en la cárcel porque le pillaron al vuelo para participar en una rueda de reconocimiento y le reconocieron como autor de la muerte de Manolete. Cosas de la jorgejavierización, que también se da mucho.

           Pero como decía, no hay manera. Y siguen en posesión de la verdad universal. Con premeditación y nocturnidad. Porque, en su ley imaginaria, siguen existiendo.

            Así que hoy sí pediré el aplauso, y bien fuerte. Pero no para esos todólogos que andan mareando al personal, sino para todos los que tienen la paciencia de explicar las cosas una y otra vez. Porque no saben lo que cuesta…

5 comentarios en “Más leyendas urbanas: mitos y justicia

  1. Con tacones, o sin ellos, Susana, cualquier quisque dícese abogado, y como tal tercia y opina con autoridad y fuerza.
    Ya veríaslo en audiencia cualquiera, con Su Señoría descabezando la merecida siesta, gruesa la toga, torpe el argumento, aburriendo a la sala entera, y la vindicta pública viéndose las puñetas y preguntándose qué hizo para merecer tal azote…

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  2. Bravo, Susana. Un comentario de mucha altura…y no por los tacones. La próxima haz algo sobre lo de «meter una querella por lo criminal» , «la denuncia» porque le debía dinero y demás cosas que se fraguan en el «buffet» de un abogado. Enhorabuena

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  3. Pingback: Cumpleaños: una año de toga y tacones | Con mi toga y mis tacones

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