Si hay alguien solidario y sensible a lo que pasa en el mundo, son los artistas. Es propio del temperamento artístico verse influidos por lo que pasa en el mundo, pero no sólo eso. Es una obligación para quienes cultivan el arte usar su talento para espolear la conciencia social y para reivindicar lo que es justo. Y los protagonistas de nuestro escenario tenemos esa obligación más que nadie. Por eso, en días como el de hoy, es de justicia dejar a un lado la programación prevista y dar una representación especial. Y eso es lo que me dispongo a hacer. Porque la ocasión lo merece. Por desgracia.
Hoy han asesinado a doce personas –esperemos que la cifra no aumente-. Y con ellas han tratado de asesinarnos un poco a todos, porque pretendían llevarse por delante un bien preciado y precioso, un bien consustancial al ser humano: la libertad de expresión. Solo el tiempo dirá si lo han conseguido.
Reconozco que mi primera reacción tal vez no ha estado a la altura. Aparte de la natural consternación, he hecho algo que me ha tenido toda la tarde de morros con mi Pepito Grillo interior. Menos mal que es muy tenaz y al final ha ganado. Y se lo agradeceré siempre.
Mi pecado ha consistido en decirle a una querida amiga, que afirmaba indignada que iba a publicar una de esas viñetas que han desencadenado la tragedia, que no lo hiciera. Soy humana, y no quería que le pudiera pasar algo a alguien que quiero. Y no me daba cuenta que, de haberme hecho caso, ya le habría pasado algo, y algo muy grave. Se hubiera traicionado a sí misma y hubiera traicionado también a la sociedad a la que se debe por su oficio, el de periodista.
Por suerte, ella no me ha hecho caso y ha publicado un estupendo post, viñeta incluida, en ese blog en el que me deja hacer de okupa: http://nosinmitoga.com/2015/01/07/prefiero-morir-de-pie-que-arrodillado/ cuyo título, “Prefiero morir de pie que arrodillado” deja poco lugar a la duda. En cuanto lo he leído, mi Pepito Grillo ha empezado a agitarse y a pavonearse de que él era quien tenía razón. Y acabé dándosela, y enviando un mensaje a mi amiga felicitándola, al tiempo que me congratulaba de que hubiera hecho caso omiso a mis consejos, errados aunque bienintencionados.
Por eso, en estos tiempos en que la libertad de expresión topa con tantos obstáculos, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, no podemos callarnos. Porque sería como decir que esos salvajes se han salido con la suya. Y yo, desde luego, no voy a hacerlo, por más que haya estado a punto de sucumbir. Así que, con la bocaza que me acompaña allá donde voy, yo también quiero manifestar, desde las tablas de este escenario, mi más completa repulsa y repugnancia a este atentado contra quienes no hicieron otra cosa que ejercer un derecho, suyo y de todos.
Ya sé que, por fortuna, ni soy la primera ni seré la última en hacerlo. Otro compañero, sin ir más lejos, ya lo ha hecho también en su blog (http://justiciaimparcial.blogspot.com.es/2015/01/por-la-libertad.html). Y debemos hacerlo todos. Porque si nos callamos, ellos habrán ganado.
Así que hoy no pediré un aplauso. Pediré que todos y cada uno de nosotros usemos nuestros lápices, nuestros bolígrafos, nuestros teclados o nuestra voz para decir que no podrán callarnos. Que entonemos el réquiem por los asesinados, pero no por la libertad de expresión. Porque no les podemos dejar que se salgan con la suya. Quienes han perdido la vida por ello nunca nos lo perdonarían.
Muy bien 👏👏👏👏👏
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