NAVIDAD: TOGAS CON ESPUMILLÓN


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                Pocos temas han dado para tanto como la Navidad y el famoso espíritu navideño. Libros, películas o canciones se dedican a ella, desde la antológica “Qué bello es vivir” hasta las mil y una versiones de “Vuelve Santa Claus”, pasando por la clásica “Blanca Navidad” y tantas más. Y nuestra función tampoco podía sustraerse a esa temática, a veces almibarada y a veces no tanto.

                En estas fechas, las oficinas judiciales se llenan de adornos navideños, y hasta las togas se visten de espumillón, pero, como siempre, no es oro todo lo que reluce. Ni siquiera oropel.

                Siempre recordaré, a propósito de las Navidades, un juicio de faltas que por estas fechas celebré hace algunos años. Se trataba de una de esas encarnizadas riñas familiares a las que estamos tristemente acostumbrados, y que acaban a insultos, cuando no a tortas. El juicio nos llevó más de una hora, entre declaraciones encolerizadas de unos y de otros. Una de las denunciadas –a la vez que denunciante- llegó a contarnos cargada de razón que su cuñado fue cara a ella “hecho un obelisco”, ante lo cual otra de las intervinientes en tan singular lid dijo haber quedado “vitrificada”. Lo juro. Pero eso no fue todo. Tras escuchar todas las declaraciones, y llegado el momento de los informes el juez tomó la palabra. Ni corto ni perezoso, espetó a las partes: “veo que han tomado al pie de la letra lo de reunirse la familia por Navidad, pero han equivocado el sitio y, por supuesto, el modo”. Y se quedó tan a gusto. Ni que decir tiene que se despachó con una sentencia del tipo del “café para todos” que debió quitarles las ganas de semejantes algaradas. Y con toda la razón, dicho sea de paso.

                Pero no todo son anécdotas, más o menos simpáticas. La Navidad es un tiempo agridulce que exacerba los ánimos, sobreexcitados ad extra con el consumo de alcohol y con la convivencia más o menos forzada. Todos los que llevamos tiempo en esto hemos sabido de suicidios, de dramas familiares de malos tratos, de accidentes ocurridos por el abuso de alcohol, de conflictos por el reparto de vacaciones escolares, de peleas y reyertas en discotecas… Es la otra cara de la Navidad, ésa que también existe y la razón por la que no cerramos nuestro teatro ni encerramos nuestras togas, porque la función siempre debe seguir representándose.

                Todos nuestros personajes tendrán que estar alerta. Y, aunque sea Navidad, seguirán desfilando por las tablas de nuestro espectáculo jueces, fiscales, secretarios, imputados, testigos, médicos forenses, abogados, funcionarios, personal de asistencia a víctimas, chóferes, escoltas, fuerzas y cuerpos de seguridad, personal de limpieza y mantenimiento y todos los que representan su papel en la función, mientras público y ciudadanos siguen haciendo de espectadores, los periodistas de críticos, y los opositores y estudiantes siguen preparándose para encontrar su sitio, como esperan también recuperarlo esos sustitutos que un día fueron desalojados. Y todos, como siempre ha sido, con el apoyo de sus familias, siempre detrás, con Navidad o sin ella.

                Así que felices Navidades a todos ellos, a todos nosotros. A los que no saben si llegarán a tiempo a la cena de Nochebuena, a los que –como yo- ignoran si lograrán encontrar aún caliente el cocido navideño, a los que cruzarán los dedos para que una llamada de la guardia no interrumpa el sonido de las campanadas de Fin de Año, a los que no podrán llevar a sus hijos a la Cabalgata de Reyes, y a los que no podrán estar cuando los suyos abran sus regalos. Y también a los que tengan la suerte de no encontrarse en ninguno de estos casos y puedan disfrutar las fiestas sin más sobresaltos que algún que otro empacho de polvorones y cava.

                Mi toga adornada con espumillón, mis tacones más altos que nunca, y yo misma, os deseamos feliz Navidad a todos.

2 comentarios en “NAVIDAD: TOGAS CON ESPUMILLÓN

  1. Ahora soy yo la que te desea en tu blog feliz Navidad a tí también, Susana. Me encanta leerte cuando encuentro un hueco, porque siempre aportas un poco más de realidad a esa imagen tan difusa que aún tiene mi mente acerca del «aprobado» y lo que viene después. Ha sido el primer año de ambas como blogueras, motivo por el que nos hemos conocido, y también el primero, estoy segura, de muchos años más de amistad. Un abrazo desde Córdoba 🙂

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  2. Pingback: Cumpleaños: una año de toga y tacones | Con mi toga y mis tacones

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