Éxito ¿lo contrario del fracaso?


              Todo el mundo sabe lo que es el éxito. O al menos, cree saberlo, y todo el mundo lo desea. Aunque, a veces, las cosas no son tan sencillas. El cine nos enseña como ir En busca de la felicidad, aunque no siempre encontremos El secreto de mi éxito, o el de cualquiera. O cómo llegar a Un lugar llamado Paraíso.

              En nuestro teatro, como en cualquier otro ámbito, el éxito y su antagonista, el fracaso -de ese hablaremos en el siguiente estreno- existen, aunque no tengan siempre el mismo significado. Porque si todas las cosas son relativas, concpe3tos como estos lo son todavía más.

              La primera vez que, en los alrededores de nuestro teatro, nos tropezamos con el éxito y con la sombra de su contrario, es, precisamente, antes de entrar en él. Primero, durante la carrera y luego, y, sobre todo, mientras una estudia la oposición, todo lo que una quiere en la vida es aprobar, y a eso se reduce su perspectiva del éxito. Aprobar las oposiciones equivale a éxito como suspenderlas a fracaso. Un silogismo que entonces teníamos muy claro, aunque luego nos damos cuenta de que no hay verdades absolutas.

              Pero tampoco me voy a poner metafísica ni negar la evidencia. Cuando una lo apuesta todo a una carta, como hace cuando una prepara la oposición, el aprobado s todo un éxito. Pero suspender no siempre es un fracaso, aunque en ese momento nos lo parezca.

              Una vez dentro, hay que dar un paso más. No podemos adocenarnos y pensar que con haber aprobado está todo hecho. En realidad, no es más que el pistoletazo de salida de lo que será nuestra vida en Toguilandia, un largo camino lleno de todo. De risas y penas, de ratos buenos y malos, de mucho trabajo y poco descanso. Y de hacer, de una vez por todas, aquello para lo que llevábamos toda la vida preparándonos.

              Es entonces cuando nuestra vida toguitaconada empieza a jalonarse de éxitos y fracasos, pequeños y grandes. Pero ¿qué podemos considerar un éxito? ¿Se mide el éxito en resultados o hace falta otra cosa? Pues, como siempre, ni sí ni no sino todo lo contrario.

              Como fiscalita que es una, cada vez que se consigue una sentencia condenatoria, o la estimación de un recurso, los aplausos en mi interior resuenan con mucho énfasis. Imagino que es lo mismo que ocurre a abogadas y abogados y otros operadores jurídicos. Y también lo que ocurre a jueces u juezas cuando les confirman una sentencia, sobre todo s esta les ha dado mucho trabajo.

              Ya lo he comentado otras veces, pero pocas sensaciones tan inmediatas de satisfacción como la que tiene una en el momento en que escucha el veredicto condenatorio de un juicio de jurado. Juro que por mucho que pase el tiempo, nunca me desaparecen esas palpitaciones que me entran cuando estoy esperando que el portavoz del tribunal del jurado lea el veredicto.

              Sin embargo, hay éxitos que no son tan tangibles y a la larga, se valoran mucho más. Y hoy me gustaría comentar a algunos de ellos.

              Por ejemplo, considero un éxito que alumnos y alumnas que han estado en prácticas conmigo, no solo aprendan, sino que quieran hacer un trabajo como el mío. Transmitir mi amor a la profesión, y una vocación que no siempre es fácil de cumplir es muy emocionante, y lo experimento cada año cuando hay prácticums que tras estar conmigo quieren se fiscales, como cuando tengo fiscales en prácticas y les contagio mi pasión por especialidades como los delitos de violencia de género o los de odio.

              Aunque la satisfacción más real, más pura, y más verdadera es la que una tiene cuando, tras una actuación judicial complicada, la víctima te da las gracias, o un abrazo, o te dice que se siente mejor. O cuando los padres de una persona asesinada te dicen que su hija ahora descansa en paz gracias a tu trabajo, o incluso cuando una persona investigada o condenada se rehabilita. Ya hablé en su día de los abrazos como tesoros impagables, pero, conforme pasa el tiempo, cada día los valoro más. Porque ni somos de piedra ni podemos serlo.

              Siempre he dicho, y mantengo, que el día en que las cosas que pasan por delante de mis ojos en el juzgado no me impresionen, deberé de colgar la toga y dedicarme a otra cosa. Y lo mantengo. Por eso quiero dar hoy mi aplauso a todas las personas que siguen sintiendo ese pellizco. Porque es el verdadero éxito toguitaconado.

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