Normalidad : ¿lo acostumbrado?


              Es muy difícil saber lo que es normal y lo que deja de serlo. Depende del punto de vista y del patrón del que se parta. En el mundo del cine es tan evidente como que Normal es le título no de una sino de varias películas, aunque a mí me gusta más otro título, Requisitos para ser una persona normal. Aunque, cuando de normalidad y anormalidad se trata, siempre se me viene a la cabeza la desternillante El jovencito Frankenstein, y la elección del cerebro para la criatura como el de un tal A-Normal.

              En nuestro teatro podemos afirmar que la normalidad no existe, por definición. De hecho, lo que tratamos en cualquier caso es de restaurar el orden que un acto rompió, sea el que sea, y devolver las cosas al estado en que estaban, en la medida de lo posible. Es decir, a la normalidad. Porque lo nuestro parte siempre de la excepción.

              Cuando las cosas transcurren por sus cauces, decimos que lo hacen normalmente, y por eso, cuando dejan de hacerlo, acudimos a juicio. Cuando un delito nos causa un daño, o cuando una obligación se deja de cumplir, o un derecho que respetar. Accionamos para que las cosas vuelvan a la normalidad.

              Lo que ocurre es que, con todo lo que nos ha tocado vivir con la pandemia y la post pandemia, la excepción pasó a ser regla y se acuñó el término “nueva normalidad”, que no hacía otra cosa que dar tintes de normalidad a algo que no tenía nada de normal. Ni que estuviéramos sufriendo pandemias todos los días. Solo nos faltaría eso.

              Pero, como un día ya hace tiempo me comentaba una buena amiga, más de una vez tendemos a confundir lo normal con lo habitual. Y no es lo mismo. Cuando una cosa es normal es porque responde a unos patrones determinados y no se sale de la regla, de la norma, como se deduce de la propia palabra. Cuando es, sin embargo, habitual, no se alude a otra cosa que a la frecuencia con que se repite, esté bien, mal o regular, dentro o fuera de la norma. Si buscamos sus antónimos, el de “normal” sería “excepcional” -o «raro»-, mientras que el de “habitual” sería “infrecuente”.

              No obstante, mezclamos churras y merinas y pasa lo que pasa. Sobre todo, en nuestro escenario. Pensemos, sin ir más lejos, en la escasez de medios. Cuando señalan un juicio para dentro de dos años, podemos pensar que es normal, habida cuenta el colapso de medios personales y materiales en algunos sitios. Sin embargo, no debería ser normal, sino excepcional, por más que sea habitual. Lo normal debería ser que se señalara en unos meses.

              También exclamamos con resignación que es normal que nos dé problemas la informática, habida cuenta la vetustez de algunos de lo equipos y programas con los que trabajamos. Pero no tiene nada de normal. Lo normal sería que tuviéramos los mejores medios a nuestra disposición o, al menos, los mismos que tiene Hacienda. Porque lo que no es normal es que sea tan fácil el cumplimiento de nuestras obligaciones -si nos ponen una multa, nos embargan en un decir “Jesús”- y tan difícil el ejercicio de nuestros derechos -como seamos nosotros quienes pretendamos cobrar una deuda la inmediatez se evapora- Es lo que hay.

Y como de muestra vale un botón, en Toguilandia son normales cosas como el fax, los cuños o los telegramas, cuando en el resto del mundo son excepcionales o inexistentes. Y es que, más que normales son frecuentes. Anticuadamente frecuentes

              Recuerdo algo que me pasó en mis primeros tiempos toguitaconados. Me encontraba en un juicio interrogando a un acusado en cuyo vocabulario era habitual, en el más propio sentido de la palabra, el empleo de la palabra “normal” antes de empezar una frase, un modismo común a la zona a la que pertenecía, y que yo, tan bisoñita como era, ignoraba. Así que cuando le pregunté si pegó a su mujer y empezó su respuesta, como si tal cosa con “Normal”, monté el cólera. Le dije muy indignada que eso no era nada normal, mientras el resto de asistentes me miraban entre la estupefacción y la hilaridad. Porque aquel “normal” equivalía a un “verá usted” que todo el mundo veía tan normal, pero que no era normal sino habitual. Y mal empleado, además, aunque eso es otra historia. Algo así como el “obvio” con el que hoy nos contestan a casi toda la gente de determinada generación.

              Pero las cosas normales y las habituales pueden coincidir. De hecho, en un mundo ideal, deberían hacerlo. Y a mí lo que me gustaría es que quinen lea estas reflexiones vea normal darme un aplauso, y que esto sea tan habitual. Hoy y siempre, que de ilusión también se vive.

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