
Hoy en nuestro teatro, teatro dentro del teatro en un relato para pensar que fue publicado en su día en la revista literaria Registros
REALIDADES Y FICCIONES
- ¿Usted le dijo que no quería? ¿Lo dejó claro desde el primer momento?
- ¿Cómo se atreve a dudar de eso? Me violó. Me violaba cada noche. Venía a mi cama cuando todo el mundo dormía y me decía que, si se lo contaba a alguien, mataría a mi madre
- Entonces no le dijo que no quería ¿no? Lo que hizo fue acceder a sus deseos por miedo a que cumpliera sus amenazas
La mujer miró fijamente a la cámara y dejó que las lágrimas corriesen por su cara como si aquello no fuera con ella. Los millones de espectadores que veían el programa lloraban con ella, aunque fuera dos meses después de que ella vertiera todas aquellas lágrimas en un estudio, con la sola presencia del equipo de grabación y, por supuesto, de la maquilladora, atenta a que pudieran fluir y ser creíbles sin dejar un cerco negro a su paso que estropearía el plano.
Tras este momento de emoción, paró la emisión de la entrevista y devolvieron la conexión al estudio, donde un grupo de tertulianos del más diverso pelaje comentaban la jugada como si se tratara del último gol de Messi. Y, como no podía faltar la dosis de publicidad, el presentador anunciaba el sorteo de un viaje de Nueva York para quien acertara la pregunta que, a través de los rótulos que corrían por debajo de las imágenes, aparecería a lo largo del programa. Mientras lo decía, el rostro de la famosa bañado en lágrimas se quedaba congelado presidiendo el plató como fondo de pantalla.
En una sala anexa, las encargadas de analizar la audiencia se llevaban las manos a la cabeza. Habían previsto que aquello fuera un tanto importante para la cadena, pero los resultados obtenidos superaban sus previsiones de largo. La audiencia se había disparado y las interacciones en redes sociales se habían multiplicado por el infinito. Sonrieron y chocaron las palmas de sus manos, ajenas al rostro congelado de la famosa anegada en lágrimas que las miraba, sin verlas, desde el otro lado del estudio.
El tiempo de tertulia acabó y retomaron la retransmisión de la entrevista. La imagen de la famosa se descongeló y siguió hablando y llorando, llorando y hablando, sin que en ningún momento hubiera surcos negros de máscara de pestañas que afearan la imagen. La verdad es que se plantearon dejarlos, pero tras un sesudo estudio sobre el efecto que ello produciría en el público, se decidió que luciera su cara limpia. Los surcos desviarían la atención de las lágrimas y restarían emoción al momento.
Ajena a todo ello, la famosa seguía vertiendo su dolor en diferido ante las cámaras
- Cuando mi padre empezó a visitarme por las noches, yo tenía catorce años. Lo recuerdo bien porque aquella misma tarde habíamos celebrado mi cumpleaños. Siguió haciéndolo hasta que cumplí los dieciocho y pude irme de casa
- Pero usted era una niña prodigio. Ya era famosa a esa edad y ganaba dinero. Podría haber pedido ayuda, haberlo contado a alguien…
- ¿Lo dice en serio? Mi padre era mi tutor legal, se quedaba todo el dinero que yo cobraba y lo administraba ¿Qué podía hacer una niña?
Ya no parecía triste, sino enfadada. Enfadada con el entrevistador, con su padre y con el mundo. Su rostro se crispó en una expresión extraña antes de que la pantalla volviera a congelarlo para dar paso a la tertulia. Varias periodistas, una psicóloga y una abogada analizaban cada una de sus palabras mientras en la sala anexa las encargadas de analizar la audiencia se frotaban las manos. Aquello marchaba viento en popa.
Esta vez la tertulia duró menos tiempo porque había que dejar tiempo para la tanda de anuncios, casi diez minutos de publicidad de pizzas congeladas, pomada para las hemorroides, una aplicación de compra y venta de ropa usada, comida dietética y un par de detergentes que competían por lavar más blanco que ningún otro. A la vuelta, la cara de la famosa volvió a descongelarse, pero no abandonó su gesto crispado. Había que reconocer que impresionaba. Impresionaba mucho.
Ante la pantalla, la famosa desgranaba todas las amenazas, todas las advertencias y todas las cosas que su padre le decía para convencerla de que accediera en silencio a sus perversiones. Le dijo que mataría a su madre y, cuando esto ya no funcionaba, le advirtió que haría lo mismo que a ella a su hermana pequeña si ella se negaba. Lo de su madre dejó de asustarle desde el momento en que, tras tratar de contarle el infierno para el que estaba pasando, le dijo una frase que le heló el alma
- Hija mía, hay cosas que hay que aguantar por el bien de la familia
A partir de entonces el padre hubo de cambiar el objeto de sus amenazas para asustarla. Y no tardó nada en pulsar la tecla adecuada. Fue decirle que su negativa convertiría su hermanita en su sustituta en sus juegos de cama, y lograr que nada cambiara. Hasta aquel día.
Estaba a punto de cumplir los dieciocho, y tenía previsto marcharse de casa en el mismo momento en que su mayoría de edad fuera efectiva. Le denunciaría por lo que le había hecho, para vengarse y para que se hiciera justicia, pero, sobre todo, para conseguir que le alejaran de su hermanita y esta no tuviera que padecer un suplicio como el suyo.
- Fui una ingenua creyendo que él no se imaginaría algo así. Ahora sé que lo tenía todo estudiado para que mi mayoría de edad no acabara con la gallina de los huevos de oro, pero entonces eran tantas mis ganas de marcharme que no veía más allá de esa puerta de casa que deseaba atravesar a cualquier precio
- Pero él era quien administraba sus bienes ¿verdad?
- Claro que lo era. Él fue quien me apuntó a la agencia de modelos infantiles, quien gestionó a partir de ahí mi carrera artística, quien contactó con productores y directores de cine. Me lo recordaba constantemente, Como si fuera su labor y no mi talento lo que me había hecho ganar dinero a espuertas. Un dinero del que no había visto ni un céntimo, por cierto
- Pero no le faltaba de nada…
- Claro que no. Ni a mí ni a nadie en mi casa. Yo era la única que aportaba dinero a la economía doméstica, pero mi padre me hacía creer que quien trabajaba era él y lo mío era poco que menos que divertirme
- ¿Y no se divertía rodando películas o dando conciertos?
- Al principio, sí. Pero cuando se convirtió en una obligación, cuando ya no podía ir al colegio, ni jugar con niñas de mi edad ni hacer nada de lo que se supone que hacen las niñas, empezó a fastidiarme
- ¿Hasta qué punto le fastidiaba?
- Acabé odiándolo
De nuevo se congeló la imagen. Consiguieron dejarla en una cara de cansancio infinito, como si el peso del mundo entero descansara sobre sus espaldas.
En la sala anexa empezaron a alarmarse. Desde que la famosa había dejado de hablar de abusos sexuales para aludir a abusos personales y profesionales, la audiencia había descendido a la carrera. Había que hacer algo. Le comunicaron la mala nueva al presentador a través del pinganillo, para que cambiara las tornas de la tertulia. Por fortuna, se trataba de un profesional todo terreno, capaz de llevarse las cosas adonde quería sin que los demás se apercibieran. Fue un acierto contar con él, a pesar de su caché estratosférico.
Desde producción, tomaron una decisión inesperada. Se saltaron las partes de la entrevista en que seguía hablando de los despilfarros del padre de la famosa con el dinero que la niña ganaba. No se dejaba ni uno de los tópicos: coches de lujo, prostíbulos, juego, fiestas millonarias. Todo ello sufragado por una joven estrella que solo deseaba dejar de serlo.
Pero nada de ello salió por televisión. La audiencia mandaba y la audiencia pedía sexo, Y eso era lo que iba a tener
- Cuando mi padre descubrió la maleta y las cosas que tenía preparadas, montó en cólera.
- ¿Le pegó?
- Ojalá fuera eso, Consiguió que mi madre y mi hermana se fueran de allí, y me arrojó en la cama con toda la fuerza de sus 110 kilos, Me penetró por delante y por detrás, no una sino varias veces. Sangré, pero confieso que no sentía dolor físico. Lo único que me dolía era el alma
- ¿Por eso intentó suicidarse?
- Bueno… Eso solo fue la gota que colmó el vaso.
El programa de aquel día terminó con esa frase. Mientras, en su sofá, la famosa observaba la pantalla con el corazón encogido, sin querer atender a la multitud de mensajes de colapsaban su teléfono móvil.
La llamada la sacó de su ensimismamiento. Sonó el teléfono fijo, aquel artefacto que estaba mudo salvo para alguna fastidiosa publicidad de ofertas de telefonía, seguros o cualquier otra cosa. Pero algo la impulsó a descolgar. De inmediato, se arrepintió de haberlo hecho, pero ya era tarde. La voz de él llenaba la estancia y rompía el ensalmo
- Supongo que, después de todo lo que has dicho de mí, habrás previsto cómo darme mi parte del pastel…
- ¿Tu parte? Olvídame
- ¿Cómo voy a olvidarte, si eres mi amada hija? Procura que me llegue, o serás tú quien no se olvidará de mí. Ya me conoces
Colgó. No quiso escuchar más. Cruzó los dedos con la esperanza de que se tratara de sus bravatas de siempre. Pero el miedo la inundó de nuevo.
Pasaron dos semanas y no volvió a saber de él. Los datos de audiencia del programa eran extraordinarios, pero la persecución a la que le sometieron los medios de comunicación también fue extraordinaria. No era la primera vez, pero nunca se acostumbraba a ello. No obstante, sabía que el temporal pasaría, como siempre. Tenía que pasar.
Aquella noche, la famosa se sirvió una copa de vino blanco antes de sentarse en el sofá, Se disponía a paladearlo cuando el rostro que más odiaba en el mundo apareció en la pantalla de su televisión. Solo con verlo, tuvo arcadas y le costó mucho evitar el vómito allí mismo.
Al día siguiente, el cuerpo de la famosa reposaba en una sala de autopsias donde dos forenses concluyeron que había muerto por sobredosis de barbitúricos.
Las portadas de los diarios se repartieron el espacio entre la noticia de su fallecimiento, y el bombazo del programa del día anterior donde su padre había afirmado que todo lo que contó era un montaje preparado por ambos.
Ni siquiera dedicó una mínima parte de la suculenta cifra obtenida en comprar una corona de flores para ella.