Amor digital: corazones 2.0


         El amor es, sin lugar a dudas, el tema más tratado en el mundo del arte, y muy especialmente en la literatura, el teatro o el cine. Además de que el romanticismo, en su versión de comedia o de tragedia, es un género en sí mismo, cualquier otro género puede incluir una historia de amor para endulzar el relato. Ya dice el dicho aquello de “haz el amor y no la guerra”. Pero los tiempos traen consigo cambios, y el amor que antes se construía de miradas lánguidas y abrazos furtivos -o no tanto- ahora se crea a través de una pantalla. Ya lo hacían por medio del correo electrónico en Tienes un email o El diario de Bridget Jones, y no son tan recientes. Y es que los cambios siempre tienen su reflejo, incluso en el amor.

         En nuestro teatro podríamos creer que el amor a través de las pantallas no tiene ninguna trascendencia, pero nos equivocaríamos de medio a medio. Hay muchos casos en que esta nueva -o no tan nueva- relación despliega efectos jurídicos.

         Hace ya mucho tiempo, cuando nadie podía imaginarse que podríamos ver en un cacharro que cabe en un bolsillo a una persona que se encuentra en las antípodas, el Derecho ya preveía algunas cosas para suplir la realidad física. Pensemos en los poderes que se dan a los procuradores, o a cualquier otra persona. Y, en concreto, recordemos que siempre ha existido la posibilidad de contraer matrimonio por poderes. Es un hecho que ha dado lugar a varias escenas de películas, aunque confieso que no conozco a nadie que se haya casado de ese modo. O que, al menos, me lo haya contado

         Por supuesto el matrimonio así contraído era válido a todos los efectos, sean para que funcione la famosa presunción de paternidad, o para tener derecho a una herencia o a una pensión de viudedad, que poderoso caballero es Don Dinero. No todo iban a ser Cupidos sonrosados y corazones a tutiplén.

         Pero hoy en día la cosa es más difícil. Partiendo de la base de que la pareja ya no solo es la formada por hombre y mujer, y que ya no necesita de un contrato llamado matrimonio o al menos de una inscripción en un registro para desplegar efectos jurídicos, la cosa se complica. Porque quienes están casados está claro, pero ¿a partir de qué momento se considera que dos personas son pareja y no mera relación esporádica?

         La cosa no es baladí, y hay muchos frentes por donde tiene importancia. La tendría en Derecho Laboral, para generar derecho a una pensión, en Derecho Civil, para tener la consideración de heredero. Y también en Derecho procesal, en donde tiene trascendencia para cosas como ser tachado como testigo o poder acogerse a la dispensa legal de no declarar contra la persona con la que se tiene una relación de pareja. Incluso en Derecho orgánico, porque la existencia de matrimonio marca algunas incompatibilidades entre jueces y fiscales y también entre otros habitantes de Toguilandia.

         En Derecho Penal, por supuesto que la cosa tiene trascendencia. La tendría para aplicar la circunstancia mixta de parentesco -agravante o atenuante en teoría, aunque yo siempre la he visto como agravante-, para acogerse a la excusa absolutoria en los delitos contra la propiedad, o para considerar que se ha cometido un delito de violencia de género. En este último caso, además, determina la competencia del juzgado que va a instruir la causa.

         La doctrina tradicional entendía que para hablar de pareja de hecho deberían darse determinados requisitos como publicidad de la relación y tener un plan de vida en común, además de una cierta duración en el tiempo. Y si esto es difícil en las relaciones analógicas, en las relaciones digitales se convierte en una verdadera adivinanza.

         Por un lado, están las personas que se conocen a través de una red social, el sustitutivo actual de las antiguas y denostadas agencias matrimoniales. En este caso, las pantallas no han sido sino el medio de encontrarse, como quienes se encuentran en una boda – ¿no dicen siempre que de una boda sale otra? – en la facultad o en la cola de la panadería. Pero la relación luego sigue por sus cauces analógicos como cualquiera otra.

         Pero ¿qué pasa cuando no solo se conocen, sino que mantienen su relación por esta vía, incluso a miles de kilómetros de distancia? ¿Pueden ser consideradas como pareja dos personas que jamás se han visto, si tiene un plan de vida común e incluso han planeado casarse? ¿Cuánto tiempo tiene que estar comunicándose para adquirir este estatus?

         La respuesta no es fácil, entre otras cosas porque no se pueden dar reglas generales. También se podría pensar que quien, tiempo ha, tenía al novio haciendo la mili en Melilla no tenía una relación en persona y sin embrago nadie dudaba de la existencia de ese noviazgo.

         Al respecto, siempre me acuerdo del caso de una parejita en la que ella juraba que eran novios y él que no la conocía en persona. Practicado careo, ella nos sorprendió echándole en cara que él fue quien la desvirgó, y él insistía en que jamás la vio más allá de la pantalla de su ordenador. Y no sé si sería o no cierto, pero la versión de él perdió bastantes puntos de credibilidad cuando, tras advertirlo ella, se descubrió que tenía su nombre tatuado muy cerca de donde la espalda pierde su casto nombre. Tal como lo cuento.

         En materia de violencia de género, viene entendiéndose que con pocas semanas y una cierta continuidad existe esa relación o que, en cualquier caso, debe instruir el Juzgado de Violencia sobre la Mujer y será en el juicio donde se discuta si esa relación no existe y no procede la aplicación del tipo penal correspondiente. Sin embargo, sería impensable que una relación de ese calibre pudiera generar el derecho a una indemnización o a una herencia. Salvo, claro está, en la de Pacicos de mi vida, cuya carta, paradigma del testamento ológrafo a principios del siglo pasado, hemos aprendido de memoria muchos opositores. La de veces nos habremos acordado del cariño de su Matilde al tal Pacicos. Confieso que me encantaría conocer su verdadera historia.

         Y hasta aquí, el estreno de hoy, El aplauso, por supuesto, hoy se lo daremos al amor y a las personas enamoradas, analógica o digitalmente. Que no se diga que de vez en cuando no me pongo cursi

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