
En el nombre de dios
-Mamá, ¿por qué se lo llevan, si es un hombre bueno?
-Hija, es tan difícil de explicar que no sé si voy a tener palabras
-Pues inténtalo, mamá. Necesito saberlo
El hombre a quien se llevaban era médico. Uno de los pocos que podían llamarse así oficialmente por aquel entonces. Enseñaba Medicina en la Universidad y su fama y buen hacer eran tales que llegó a ser el médico personal del rey. No obstante, nunca perdió la humanidad ni se dejó arrastrar por fama ni oropeles. Atendía a cualquiera que necesitara sus servicios, fuera noble o plebeyo, amo o siervo, rico o pobre, hombre o mujer.
Pero nada de eso le sirvió cuando vinieron a buscarlo. O tal vez se dejó ver demasiado y despertó envidias inoportunas. Se lo llevaban en el nombre de Dios, en el nombre de un dios que habían jurado no tomar en vano. La Inquisición procedía contra aquel hombre sabio y bueno por una sola razón, porque alguien había denunciado que seguía practicando el judaísmo, a pesar de haberse convertido hacía mucho a la religión cristiana.
Se dejó llevar sin oponer resistencia. Sabía que aquello iba a ocurrir desde el aciago día en que aprehendieron a su amada esposa y la trasladaron a un lugar del que no regresó jamás. Sabía que si ella caía, él sería el próximo. Solo rezaba a su dios, fuera el que fuera, para que sus hijos no corrieran la misma suerte. O la misma desgracia
No hubo piedad, no perdón, ni remisión posible. Primero ardió ella en la hoguera, después de obligarla a procesionar por toda la ciudad con el sambenito que la estigmatizaba como hija del diablo tras meses de torturas. Más tarde, le tocó el turno a él. Ninguna de todas aquellas personas a las que tan bien trataron se atrevió a decir una palabra en su favor. Temían que el fuego de la hoguera les alcanzase si abrían la boca.
-No fueron el único caso. Por desgracia, la Inquisición mató y torturó a un montón de personas inocentes
-¿En el nombre de Dios?
-En el nombre de un dios que jamás aceptaría eso.
La película terminó. La madre y la hija se dieron un largo abrazo. Ambas tenían los ojos llenos de lágrimas.
-Menos mal que esas cosas ya no pasan
Tras la película, la televisión emitía un avance informativo con una noticia de urgencia. Los talibanes se habían hecho con todo el control de Afganistán. Las imágenes de mujeres tapadas de pies a cabeza, de obras de arte destruidas, y de dolor y llanto eran estremecedoras. El locutor recordaba que las mujeres no podrían estudiar, ni trabajar, ni siquiera salir a la calle sin que les acompañara un varón
– Por desgracia, siguen pasando, hija. Puede cambiar el nombre del dios, pero no cambian las personas que usan su nombre como excusa para la barbarie.