Ya lo he dicho otras veces, aunque haya un refrán que diga que segundas partes nunca fueron buenas, hay otra que dice que toda regla tiene su excepción. Y el cine es un buen ejemplo de ello. Por eso, a pesar de que la regla general sobre las segundas partes suele cumplirse, la excepción también existe, y lo podemos ver en la saga de El Padrino o en la de La guerra de las galaxias. Al menos, según algunas opiniones, que para gustos hay colores y en la variedad está el gusto. Así que, inspirada por esta posibilidad, continúo con este pequeño canto a la clientela y sus cosas
En el pasado estreno, hablamos de esas cosas que oyen en los despachos de abogados de sus clientes, y que les dejan croquis, no digo más. Y hoy, animada por el aplauso y la petición de bis, continúo con algunas otras, provenientes de ese filón que es la libreta de mi amiga Patricia, y alguna más que he ido encontrando.
Lo primero que iba a contar va en relación con la categoría de los juicios. Una vez, explicando que el procedimiento se llevaría por los trámites del ordinario, me encontré con una repregunta antológica. ¿Y no se podría llevar de un modo más especial, aunque haya de pagar algo más? Y es que claro, eso de ordinario no queda nada cool, sin duda. Que El cliente Quería tener un juicio de categoría y no cualquier mindundez
El derecho penal y sus cosas dan mucho de sí. Que si te roban, pues han de venir los de antihuellas. Aunque no a todo el mundo le hace gracia eso, y dicen muy serios que si quiere hacerlo, será por debajo de un cadáver, aunque eso de los cadáveres les dé un poco de esgrima. Pues claro que sí, que me imagino a Errol Flyn en plena acción, con su look de espadachín a punto
Pero, haya paz, que no hay que obligar a la gente a hacer las cosas en contra de su voluntariedad. Por más que una cliente le explicara a mi amiga abogada que la juez dijo que había de llevar a la niña esforzada, que si se descuida le dará una hernia a la pobre. Y es que llevarla a la fuerza le parecía poco, aunque de vez en cuando haya que dar un rempujón para evitar un enforcejeo y hasta para defenderse de una puñalada trasera, que son muy traicioneras. Y claro, si te pillan, pues igual te condenan a trabajos en beneficio de la comunidad valenciana y a una pena de escarmiento, que ni se te ocurra quebrantarla ronroneando por los alrededores de la casa porque el disgusto puede ser muy serio.
Si hablamos de juicios, también hay mucho que decir. Lo primero, que hay que ver la perra que tienen algunos jueces en saber el domicilio, como si no les bastará con saber que uno prenocta en el Pacheco de la Pechina –la Casa de la Caridad en Valencia está en el Paseo de la Pechina- o, mejor aún, en el Palacio de la Pechina. Todo eso lo preguntan cuando te hacen los percebes legales –hay que ver qué nivel de menú, oiga- Lo que no entendía uno era que le aplicaran el principio de indubio a por ello, y a punto estuvo por culpa de eso de mandar a su abogada a la Conchinchilla. Y ojo, que se perdería su show de alto standard que no es cualquier cosa, que les gusta no solo a los etéreos sexuales sino también a los dis-sexuales.
En cualquier caso, no acabaré este estreno sin contar lo que oyó mi amiga que decía un cliente de ella. Nada menos que a su abogada se le hinchaba la carotica en juicio. Y es que hay que tomarse las cosas en serio, claro que sí, au a riesgo de que se te hinche la carotica dichosa, la meninge o el trifàsico
Hablando de cosas serias, pocas cosas hay más serias que el aplauso. Otra vez dedicado a quienes me aportan todas estas cosas, en especial, de nuevo, a Patricia y su libreta. Que echarse unas risas de vez en cuando, no tiene precio