Derecho en serie: en serio


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Los artistas gustan de los retos. En realidad, todo el mundo del espectáculo es un verdadero reto. Lograr este o aquel premio, lograr buenas críticas, lograr espectadores. Esto sobre todo, y más en tiempo en que la batalla de las audiencias les hace vivir con el corazón en vilo. Pero los retos aguzan el ingenio y estimulan la adrenalina.
Y nada como un buen chute de adrenalina para traer a las musas. Así que en cuanto me hablaron del #Retoblog del Derecho y las series, vinieron las musas en tropel. Buscando a Susan desesperadamente, vaya. A ver quien se resiste.
El tema del derecho y los juicios ha sido, es y será una constante en las series de televisión. Mi madre me hablaba de Ironside y Perry Mason, pero yo llegué tarde a esas salas de vistas. Fui más de la generación de Turno de oficio, La ley de Los Angeles o la rompedora Ally McBeal, aunque confieso que quien quería ser era Sabrina, la morena lista de Los Angeles de Charlie. Cosas de la adolescencia.
Reconozco que si hay una serie que ha marcado mi vida profesional, esa es Canción Triste de Hill Street. No porque me identificara más o menos con aquella letrada que andaba siempre por ahí sino porque mis primeros tiempos en la carrera fiscal se parecían a aquellas escenas que acababan con el policía veterano diciendo a sus chicos “tengan cuidado ahí fuera”. Y es que así era el reparto de trabajo en mi primer destino: tú a juicios de faltas, tú a Penal, tú a sala. Eso sí, siempre me hubiera encantado ser una de aquellos Hombres de Harrelson y que me dijeran eso de “TJ, al tejado”. Igual cualquier día, que nunca se sabe.
Pero si a algo se parecen de verdad muchos de nuestros juzgados, es a Cuéntame. Esa puesta en escena que no cambia desde los tiempos de Historias de la frivolidad, da la sensación de haber viajado con el Ministerio del tiempo hasta el siglo pasado, y nos deja Perdidos en algún punto de El tiempo entre costuras. Cosas de casa. De esa casa nuestra que llamamos Administración de Justicia, y que necesita con frecuencia de un Mc Gyver que con un chicle y una goma de pelo arregle ordenadores e impresoras, o de una Embrujada que con un movimiento de nariz hiciera aparecer como por ensalmo esos medios materiales que reclamamos a gritos, o los Desaparecidos sustitutos, que un día se esfumaron como la Laura Palmer de Twin Peaks.
Si miramos bien, cada uno de nuestros escenarios tiene su serie. ¿Quién no ha fantaseado alguna vez con que el nuestro fuera como aquel hilarante Juzgado de Guardia con su desternillante fiscal y su juez desvestido debajo de la toga? ¿Quién no ha sentido que su toga era como el traje del Gran Héroe Americano, que recibió sin libro de instrucciones y andaba chocándose con paredes y ventanas día sí y día también?
Pero poco se parecen, no sé si por suerte o por desgracia. Y aunque nos imagináramos que alguien iba a llegar diciéndonos eso de Se ha escrito un crimen para resolverlos como la protagonista de los Misterios de Laura, la mayoría de los asuntos son más del tipo de Crónicas de un Pueblo. Algunos, que pretenden que tratemos como Urgencias lo que en realidad es cuestión de un Médico de familia o de una Farmacia de Guardia. Eso sí, con constante presencia de Periodistas haciendo pressing en la puerta. Y mientras, por nuestros pasillos desfilan todo el elenco de estereotipos de Aida, que, al natural, ya no tienen tanta gracia.
Nadie nos avisó que Corrupción en Miami quedaría en una nadería al lado de las cosas que íbamos a ver. Y nadie avisó a los telespectadores que eso del CSI es cosa de películas, que aquí lo de los medios es tan penoso que dan ganas de gritar eso de que Aquí no hay quien viva. Y ojo, La que se avecina como las cosas sigan por el mismo camino. Una Autopista hacia el cielo, que nos ganamos cada día a base de paciencia.
Pero no solo de Derecho Penal vive el jurista. Y si no, que se lo digan a todos esos civilistas que más de una vez se han enfrentado a disputas familiares por herencias o divisiones de negocios que ríase usted de Falcon Crest y los Colby. O a los que resuelven asuntos de Familia, que poco tienen que ver con los Anillos de oro de Imanol y Ana Diosdado. Escuchando a veces dramas que hacen derramar más lágrimas que La casa de la Pradera, Marco y Heidi juntos. Porque, lo crean o no, Los ricos también lloran.
Y la cosa se pone dramática cuando de algunas jurisdicciones se trata. Desde la Tristeza de Amor mal entendida que tiñe muchos asuntos de Violencia de Género, hasta los quebrantamientos de condena por tener, pese a su voluntad, Un hombre en casa. Y es que, por más que nos vendieran en algún momento eso de que Amar es para siempre, no hay zapatitos de Cristal ni anillos de Rubí que justifiquen muchas cosas. Quien ama no mata, como nos decía el culebrón brasileño.
Y, conforme va subiendo de nivel la cosa, más se complica el tema. Y para algunos nombramientos nos vemos inmersos en un Juego de Tronos, nos hallemos en tiempo de Bonanza o en Tiempos revueltos. Intrigas palaciegas incluídas, como si nos halláramos en la época de la mismísima Isabel o Aguila Roja.
Así que ahí queda eso. Ojala algún día el mundo de la Justicia fuera feliz y tranquilo como los Teletubbies paseando por Los Mundos de Yupi, o como Triqui comiendo galletas en Barrio Sésamo. Pero mientras sigamos igual, cada vez más sobrecargados y con menos medios, no nos quedará otra que seguir repitiéndonos como los capítulos de Los Simpson o la muerte de Chanquete en la enésima repetición de Verano azul.
Por eso hoy el aplauso es especial. Para todos esos personajes que han hecho de nuestra vida lo que somos. Y por todo lo que podemos llegar a ser. Con ganas. A pesar de que a veces esto sea La Historia Interminable. No vaya a que acabemos como los protagonistas de The Walking Dead. Y eso si que no.

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5 comentarios en “Derecho en serie: en serio

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  3. Hola Susana, mención también merece «El abogado» (The Practice), serie noventera de un despacho criminalista, muy bien hecha al menos en sus primeras temporadas sobre el trabajo diario de los juzgados, aunque a la americana, claro. Tiene incluso cruces con series del mismo género y época, como Ally McBeal o Boston Legal. A mí me terminó de decidir en la elección de carrera al aprobar la oposición.

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