
Las despedidas pueden ser muy tristes, pero en muchos casos son agridulces. Combinan un punto de nostalgia con la esperanza de lo que está por venir, y esa mezcla de sensaciones puede dar para mucho. En el mundo del cine hay despedidas alegres, como cuando decimos Adiós a las armas, o despedidas tristísimas, como las de Casablanca o Titanic, además de otras desmadradas, como la de Despedida de soltero. En cualquier caso, es un momento importante y nunca pasa desapercibido.
En nuestro teatro, hemos ido diciendo adiós a muchas cosas, con más o menos ganas. Un buen ejemplo fue el cambio de los juicios de faltas a los nuevos -ya no tan nuevos- delitos leves, a los que dedicamos en su día un estreno. Pero no que el único: nos despedimos hace mucho de las máquinas de escribir y el papel de calco, que cambiamos por ordenadores, y nos despedimos de leyes tan importantes como el Código Penal anterior o la Ley de Enjuiciamiento Civil que fueron sustituidas por sus actuales sucesoras, nuestros Código de 1995 y nuestra LEC de 2000
Pero hoy venía a hablar de un adiós muy especial o, al menos, muy especial para quienes trabajamos en fiscalía desde hace tiempo o a quienes profesionalmente se relacionan con nosotras. ¿Y por qué digo esto? Pues, ni más ni menos que porque nuestro programa informático, Fortuny, pasará a ser un recuerdo del pasado en poco tiempo, al menos en mi tierra, para ser sustituido por un flamante -o no tan flamante- Just@, al que llegué, incluso, a dedicarle un poema para ver si lo aceptábamos con menos reticencias. Aunque adelanto que, al menos hasta ahora, no nos lo está poniendo fácil.
No obstante, conviene hacer algunas precisiones previas. El nombre de Fortuny, para quine no lo sepa, proviene del nombre de la calle de Madrid donde está ubicada la sede de la Fiscalía General del Estado. A su vez, ese nombre es el de un pintor español, nacido en Granada y criado e Valencia, un hombre polifacético que además de pintor fue grabador, fotógrafo, diseñador textil, escenógrafo e inventor cuyo nombre completo era Mariano Fortuny y Madrazo. No obstante, La IA me advierte que la< calle de marras tambi`´en podría estar dedicada al padre de este, Mariano Fortuny y Marsal.
Lo que no me resisto a recordar es un tema de pronunciación que a quienes hemos nacido en algunos lugares de España nos pone especialmente de nos nervios. Fortuny se pronuncia con un sonido parecido a la ñ al final, porque la grafía -ny tiene esa pronunciación en nuestra lengua cooficial. Por tanto, lo de Fortu-ni, como oigo muchas veces me revuelve las tripas. Llamadme maniática pero es así.
No obstante, me dejaré de exquisiteces lingüísticas para ir a lo que vamos. Como así se llama la calle donde está la Fiscalía General y, por extensión, se usa “Fortuny” como sinónimo a sede de Fiscalía, pues se quiso dar ese nombre a nuestro programa informático propio. Y lo de tomar el nombre de la calle no nos es exclusivo, si lo pensamos. Como ocurre con el 10 de Downing Street, residencia del jefe de gobierno británico, o con la Casa Blanca en Estados Unidos o la Casa Rosada en Argentina. Que no se diga.
Pues bien, no fuimos pocas personas quienes desde el primer día nos quejamos de que la Fiscalía tuviera un programa informático propio que viviera a espaldas de los distintos programas de gestión de juzgados y tribunales que, para más inri, son diferent4es según de qué Comunidad Autónoma de trata, y según esta, a su vez, tenga o no las competencias transferidas en materia de Justicia.
Por eso, llevamos años reduplicando un trabajo que podía hacerse solo una vez, porque todos los asuntos se registraban en Fiscalía y también tenían que registrarse en los juzgados, porque sus respectivos programas no solo se ignoraban entre sí sino que eran incompatibles. Además el programita de marras tenía su aquel, que hasta que una le cogía el punto era tan poco intuitivo que había que aprenderse de memoria los pasos.
Hay un dicho según el cual hay qe tener cuidado con lo que se sueña, no vaya a volverse en realidad. Y algo así nos ha pasado con el Just@, nuestro nuevo programa común a Juzgados y Fiscalías, que se supone que iba a mejorar nuestra vida y de momento nos está sacando de nuestras casillas. Y es que tal vez sea problema mío que soy torpe, pero de momento me cuesta mucho más hacer cualquier cosa a través del sistema que hacerla a mano, incluso con letra gótica como un monje amanuense.
Como siempre he pecado de optimismo, quisiera pensar que es una cuestión de los inicios y que en algún momento servirá para ahorrar faena, pero, de momento, me cesta ver la luz al final del túnel. Máxime cuando su implantación ha coincidido con la reforma operada por la mal llamada ley de eficiencia.
Así que le daremos un voto de confianza y esperaremos a ver si el futuro nos depara una verdadera mejora. Mientras tanto, añoraremos al Fortuny, quién iba a decírnoslo. Y, desde luego, suspenderemos el aplauso. Ya veremos si dentro de un tiempo se merece o no. De momento, manos quietas. Y esperanza en alto, no vaya a darnos un pampurrio.