
Normalmente, es importante ser fuerte, y otras veces, se necesita algo más. Por eso hay veces que son precisos refuerzos. No en balde nos decían en la saga de Star Wars eso de que la fuerza te acompañe. Y quizás también por eso no hay circo que se precie sin su forzudo, como en El gran showman o El mayor espectáculo del mundo
En nuestro teatro, la fuerza es necesaria siempre, a veces simplemente para salir adelante. Guardias agotadoras, recursos que no llegan, programas informáticos y ordenadores que fallan más que una escopeta de feria, juicios que se eternizan y clientes que pondrían a prueba la paciencia del mismísimo Job no son sino ejemplos diarios de esas cosas que no hay suplemento vitamínico que suficiente para aguantarlo. Justiciolín sería un buen nombre para quine inventara se medicamento, así que atención laboratorios que estoy dando una idea. Y gratis, que no se diga.
Pero, mientras llega el ansiado suplemento, algo hay que hacer para suplir las carencias. Y entre las medidas que ponen en marcha el Ministerio de Justicia o el Consejo General del Poder Judicial están los famosos refuerzos, que no son sino un parche para llevar los huecos que quedan por cualquier razón que no está prevista para cubrir con sustituciones o interinidades o para atender a necesidades extraordinarias derivadas de algunos casos que requieren de especial atención.
A lo largo de mi ya largo recorrido toguitaconado, he visto refuerzos extraordinarios para casos mediáticos de corrupción de los que en mi tierra valenciana sabemos mucho, por desgracia, y también por otros como el llamado caso Maeso, por el contagio masivo de hepatitis, por el terrible accidente del metro o, últimamente, por la no menos terrorífica Dana, cuyo expediente judicial sigue abierto y aun tardará en terminarse, me temo. Supongo que en todas partes donde se han encontrado con asuntos de especial trascendencia, ha ocurrido lo mismo.
Los refuerzos no son nuevos jugados, ni siquiera juzgados paralelos, sino un juez o jue, un laj Y/o un fiscal acompañados de los funcionarios y funcionarias que se establezcan. Si es que se establecen, claro, que no siempre ocurre, A veces el refuerzo es simplemente un magistrado -o magistrada- y el resto de actores de nuestro escenario hemos de ponernos las pilas para conseguir otro tanto. Que no siempre es fácil.
Hay otros casos en que los refuerzos provienen de necesidades extraordinarias. Un ejemplo son las vacaciones, que, por más que sean algo que sucede todos los años, siempre nos pillan con el pie cambiado y los juzgados llenos de papel y vacíos de personal que todo el mundo tiene derecho al descanso anual.
Otro de los casos que necesita refuerzos, y que nunca son suficientes, son los ocasionados por reformas legales que dan lugar a revisiones o a un incremento notable de papel. Tal conforme nos está ocurriendo ahora con la ley de eficiencia y que aun no sabemos cómo se gestionará. Porque quienes vivimos a pie de obra podemos cruzar muy fuerte los dedos, pero la experiencia nos ha enseñado que eso no sirven para otra cosa que nos sea para dislocárnoslos.
En definitiva, lo de los refuerzos es una buena medida para cuando llega un imprevisto que no se puede solventar de otra manera, pero lo realmente peligroso es que lo temporal se vuelva definitivo y lo contingente necesario, y se trate de un apaño para evitar crear nuevas plazas y nuevos juzgados, que buena falta nos hacen. O unidades judiciales o como quiera que se llamen ahora cuando entre en vigor la nueva ley, que aun no me hago a la idea de cómo se organizará la cosa.
Así que, hasta que llegue los verdaderos medios necesarios o, en su defecto, que se comercialice, el Justiciolín, nos conformaremos con los refuerzos. Y les daremos, además, el aplauso. No vaya a ser que nos los quiten.