Anís: un nuevo compañero


Son muchas las películas y series protagonizadas por animales y, en concreto, por perros. De Rin tin tin a Rex, de Beethoven, uno más en la familia a Mira quién habla también, pasando por La dama y el vagabundo, 101 dálmatas o el inefable Pluto de Disney, son muchos los canes que pueblan nuestro imaginario colectivo. Y, cómo no, nuestros referentes audiovisuales.

En nuestro teatro no podíamos ser menos, desde luego. Ya dedicamos algún estreno a perros reales, como Peseta, el `perro que ayuda a los niños en juicios, o ficticios, como Salomón, el perro que simboliza esas peleas tan absurdas por las custodias. Pero hoy traemos a un ser canino muy especial que, a partir de este momento, va a formar parte de la fiscalía de Valencia en particular y de la Administración de Justicia en general. Porque ya era hora.

¿Quién es este protagonista? Pues nada más y nada menos que Anís, el perro guía de mi amigo y compañero -por ese orden- Héctor , el primer fiscal invidente en nuestra historia, que ya tuvo su propia función en nuestro teatro.

Aun sin saberlo, ya hacía tiempo que esperábamos a Anís. Héctor hacía tiempo que lo tenía solicitado y quienes le queremos hacía tiempo que deseábamos que este momento llegase, por lo que supone de independencia para él, y de verdadera inclusión para todo el mundo. Bien está que una institución como la nuestra, que lucha por la igualdad, pueda ser un referente a la hora de poner en practica las medidas para hacerla real y efectiva. Y eso es lo que significa Anís.

Pero, más allá de la parte jurídica de la cuestión, me gustaría hablar de la parte humana, por más paradójico que resulte tratándose de un perro. Tal vez Anís no lo sepa, pero quien es hoy ya su dueño, ha pasado una temporada de los nervios entre la ilusión de integrarlo en su vida y el miedo a no conseguirlo. Me llegó a decir que lo pasó casi peor que para aprobar el examen de la oposición, y no me extraña. Y seguro que a Anís tampoco porque no hay más que mirarlo para darse cuenta de que es un perro muy listo, Listísimo. Además de bonito a rabiar.

Hemos recibido a Anís con los brazos abiertos, como no podía ser de otra manera. La mañana de su llegada, todos y todas las compañeras de la fiscalía de Valencia encontrábamos en el correo una nota de servicio de la fiscal jefa dando la bienvenida al nuevo compañero. Y en el poco rato que he podido estar con él -me hubiera quedado toda la mañana, pero hay que trabajar- he visto llegar a varias compañeras dispuestas a conocerlo y saludarlo.

Por supuesto, las cosas no aparecen de la nada. La llegada de Anís no ha sido fruto de la magia ni de la suerte. La implicación de la ONCE, de una parte, en que un compañero invidente pueda ejercer su trabaja con igualdad a la que tiene derecho, y de la Fiscalía, por otro, para hacerlo posible, han dado como resultado esa estampa tan especial. La imagen de Héctor, con su toga, Anís con su arnés, y la justicia con su balanza a plena rendimiento,

En este día tan importante para ellos, Anís y su dueño no estaban solos. Con ellos estaba su instructora, Pilar Legido -Pipi, para los amigos- dispuesta a ayudarnos a familiarizarnos con la situación y con Anís. Para empezar, acabando con una leyenda urbana que todo el mundo tenía interiorizada, la de que no se puede tocar a los perros guía. Pues sí, se les puede acariciar, siempre y cuando no estén trabajando, es decir, cuando están sentados descansando o no están realizando su labor de guía. También nos ha dicho que no es conveniente distraerlo cuando está guiando a su dueño, porque ha de concentrarse en lo suyo. Como cualquiera de nosotros, vaya, aunque a veces se nos olvide.

Yo he acariciado a Anís y pienso seguir haciéndolo. Porque es un perro precioso que me tiene enamorada, porque realiza, como todos los perros guía, una labor fantástica, y porque es un orgullo para mí que mi fiscalía sea la primera en la Administración de Justicia en dar un paso tan importante.

No obstante, no me olvido de que estamos en Toguilandia, y aquí hablamos de hecho, pero también de Derecho. Y hay que recordar a todo el mundo que la jurisprudencia tiene declarado que los perros guías son una prolongación de su dueño, y, por tanto, no se los puede prohibir ni restringir la entrada en ningún sitio adonde su propietario vaya. Tanto es así que ya existen casos de condenas por delito de odio a quienes se han negado a que suban a un coche o a que entren en algún local. Así que, aviso a navegantes. Por si las moscas.

Aunque seguro que este aviso no hace ninguna falta. No creo que nadie en su sano juicio -nunca mejor dicho- pueda negarle algo a Anís. Porque solo con mirarte, te desarma. Os invito a que lo comprobéis personalmente y, si no podéis, en la imagen que ilustra este post.

Y con esto, bajo el telón por hoy. Eso sí, sin olvidarme del aplauso, más que obvio. Que va dedicado, sin duda, a Anís, pero también a su deño, a su instructora, y a esa familia que lo ha tenido en acogida hasta que ha tenido la madurez para formarlo. Todos ellos son las piezas de un puzle que, unidas, forman la imagen de igualdad a que todas las personas aspiramos. O deberíamos aspirar.

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