
Hay un refrán que dice que “en el medio está la virtud”. El problema es, en muchos casos, saber dónde está ese punto intermedio que no siempre es fácil de encontrar. ¿Está Atrapada en el medio, En mitad de la noche, En mitad de la nada o En el centro de la tierra, como rezan varios títulos de películas? ¿O es como El del medio de los Chichos, al que todo el mundo canta desde que Estopa le dedicó un tema? Sea como sea, lo bien cierto es que el refrán no siempre se cumple. Aunque parezca lo contrario.
En nuestro teatro pudiera parecer que vivimos en el reino de la equidistancia. O que debiéramos hacerlo, porque las sentencias, uno de los ejes fundamentales sobre los que pivotan nuestras funciones, deberían ser el paradigma del equilibrio, de ese justo punto medio que siempre buscamos. Pero, como ocurre con la igualdad, no siempre la justicia está en la mitad exacta entre las peticiones de ambas partes. Por eso es tan difícil impartirla.
A modo de ejemplo, me quedaré con una resolución judicial que fue finalista a un premio de perspectiva de género, y que me parece muy ilustrativa al respecto. Se trataba del reparto de material higiénico para personas internas en un CIES -Centro de Internamiento e extranjeros- Lo fácil, y lo que se había hecho siempre, era asignar una cantidad exactamente igual por interno, fuera hombre o mujer. Y eso, que hubiera podido parecer justo a primera vista, no lo era en absoluto. Porque, como todo el mundo sabe, las necesidades en productos higiénicos de mujeres, sobre todo jóvenes en período fértil son muy superiores a las de os hombres. Así que repartir por la mitad era poco menos que darles a ellos un montón de frascos de espuma de afeitar para compensar el gasto en compres y tampones. De modo que aquí lo justo era asignar más a las mujeres para que tuvieran cada cual lo que necesitaba. Conciso, claro y contundente, como debe ser.
En la vida diaria, dentro y fuera de Toguilandia, hay ejemplos de todos esto que vemos con frecuencia. Si hablamos de política, es evidente que a priori lo mejor es permanecer en un equilibrado centro que impida irse a extremismos. Pero lo complicado es saber qué es el centro en cada casi y qué son los extremismos. Y qué tienen de bueno o malo uno u otro. Y ahí seguimos, sin saber muy bien donde colocarnos para no meter la pata. O para meterla lo menos posible.
Uno de los supuestos donde caben más malentendidos en torno a la equidistancia, es el que contrapone, de una manera incorrecta, feminismo a machismo. No son pocos quienes afirman que no son machistas ni feministas, sino personas, como si para ser una cosa u otra no se necesitara pertenecer al género humano. Pero hay que recordar que el feminismo busca la igualdad entre hombres y mujeres, y el machismo hace lo contrario. Así que no se puede permanecer en el medio. La única forma de actuar conforme a nuestra Constitución, que proclama entre los derechos fundamentales el de la igualdad, es asumir los postulados del feminismo, que no es otra cosa que el movimiento que lucha porque hombres y mujeres tengan los mismos derechos.
Con otro ejemplo quedará más claro todavía. Imaginemos a alguien que afirma que no es racista ni antirracista, que se sitúa en el medio. Suena absurdo, porque lo es. Ante la discriminación no cabe otra posición que la de situarse en contra, y en defensa de los derechos humanos. Aquí no hay centro que valga, como no lo hay si hablamos de homofobia, xenofobia, antisemitismo o cualquier otra causa de desigualdad. La cosa cae por su propio peso. ¿O no?
Pero, situándonos en el corazón mismo de Toguilandia, podemos hablar de otras equidistancias, algunas positivas y otras no tanto. Imaginemos a alguien que pretende que nos gusten lo mismo el Derecho Civil y el Penal, o el Administrativo y el Contencioso. Pues, como dice otro refrán, quien mucho abarca poco aprieta, así que mejor inclinarse por alguna especialidad, aunque siempre sea bueno saber un poco de todo.
Tampoco se puede estar a favor o en contra del delincuente, porque hay cuestiones en las que hay que posicionarse. Y el crimen es, desde luego, una de ellas. El problema es, una vez más, considerar cuando está probado. Y ahí sí que entra la igualdad de armas, y el considerar con la misma minuciosidad los argumentos a favor y en contra. Eso sí, si hay una duda sobre la culpabilidad, se quiebra de nuevo lo de la equidistancia, porque en Derecho penal rige la presunción de inocencia , que no es otra cosa que entender que no se puede condenar a alguien si no se considera absolutamente probada su culpabilidad. Algo que mucha gente confunde con otro principio capital de nuestro Derecho Penal, el in dubio pro reo, según el cual, en la duda entre dos interpretaciones jurídicas posibles, siempre hemos de inclinarnos por la que más favorezca al acusado o reo.
Así que en el medio no siempre está la virtud. No siquiera en Toguilandia. Por eso pido hoy el aplauso para quienes cada día tratan de encontrar la justicia en su trabajo. Porque es una de las tareas más difíciles e importantes que hay.