
A todo el mundo se le ha ido alguna vez el santo al cielo o, lo que es lo mismo, se ha quedado el blanco. Y el cine, como siempre, se ha hecho eco de ello, porque el Olvido da mucho de sí. De hecho, la Amnesia es protagonista de muchas películas, con 50 primeras citas. Incluso un filme infantil como Buscando a Nemo aborda este tema. Y es que siempre hay olvidos que dan mucho que hablar.
En nuestro teatro la memoria juega un importante papel para ingresar en nuestro mundo y para trabajar cada día en él, pero a todo el mundo se le ha ido alguna vez el santo al cielo. ¿O no?
Cuando pedí ayuda para este estreno, la respuesta de una buena amiga fue instantánea. En broma -o no tanto-, me dijo “espera, que no sé que me habías dicho”. Fouché. En el mismo sentido, otro amigo me decía desde redes que a él el santo al cielo se le iba todos los días alguna vez. Como a la mayoría de la gente, aunque ni nos demos cuenta.
Pero son numerosas las anécdotas que me han contado al respecto. Empezando por mí misma, ya he contado alguna vez de mis numerosos despistes , incluidos los de ir a otro juicio distinto del que me tocaba o a una hora o un día diferente. Pero algo que no he contado hasta ahora es que más de una vez se me ha id el santo al cielo y cuando me han dado la palabra no sabía si era el momento de elevar las concusiones a definitivas o e de dar la prueba por reproducida. Y no me ha quedado otra que poner cara de gatito desamparado y mirar a la sala y preguntar, fingiendo un aplomo que no tenía, algo como: ha dicho para conclusiones, ¿no?.
Peor es lo que le ocurrió a un compañero, tal como me cuenta. Pasó quince minutos haciendo un alegato brillantísimo, hasta que el presidente de la Sala le recordó que estaba acusando a la víctima. Y entonces, ni corto ni perezoso, tomó aire y dijo: entiéndase aplicable todo lo que he dicho respecto del otro. Y salió del apuro con la cabeza muy alta.
Por su parte, otro buen amigo, letrado en este caso, me cuenta como, con el santo en el cielo más que nunca, al ir a tomar la palabra, dijo “con la venia, señorita”, en lugar de Señoría. Y no contento con hacerlo una vez, lo repitió. A saber en qué estaría pensando.
Al otro lado de estrados, me cuenta una amiga jueza que también por dos veces, llamó “bebé” a un abogado en Sala, colando la palabra en mitad de una frase el decirle que sabía que la ley no permitía lo que pretendía. Al darse cuenta, mi amiga quiso que se la tragara la tierra. Y no sé cómo acabaría la cosa, pero lo que es seguro es que la tierra no se la tragó porque estaba en la superficie cuando me lo contó, aunque ciertamente abochornada. Nadie es perfecto.
Otra abogada amiga me cuenta algo que le sucedió en sus primeros tiempos de ejercicio. En un asunto de tráfico de drogas, preguntó al acusado qué hacía allí y le respondió con un lacónico “buscarme la vida”. Pero ella, en su bisoñez, insistió, preguntándole cómo la buscaba, momento en que el magistrado intervino para aclararle que todo el mundo sabía qué era buscarse la vida. Todo el mundo menos ella, al parecer, que se quedó tan planchada que no acertó una en todo el resto del juicio. Se quedó en blanco. Y no es para menos.
También de un tráfico de drogas me cuenta otra abogada, que había pactado una conformidad alegando que la mujer le había pasado la droga al marido en prisión para él por razones de su adicción. Pero, llegado el momento, la buena mujer respondió que se la dio a su marido para él y sus amigos, por lo que la conformidad se fue al garete y a mi amiga se le fue el santo al cielo.
Y es que hay que reconocer que a veces tardamos tanto en empezar que cuando vamos a hacerlo, ya no sabemos a qué veníamos. Eso me dice otra abogada desde Twitter, y la entiendo. A mí también me ha pasado. Aunque lo que más me pasa es que, después de una mañana con más quince juicios, uno detrás de otro, llega un momento en que me cuesta mantener la atención y se me va el santo al cielo. Para mí que, como decía José Mota, va a ser del riego. O del hambre, que en alguna ocasión me han empezado a hacer ruido las tripas y no he sabido dónde meterme.
Y estos son solo algunos casos en que el santo se fue al cielo, o al infinito y más allá, como en Toy Story. No son todos los que están, pero si están todos los que son, y por eso el aplauso es hoy para todas las personas que desde redes o en persona me han contado todas estas anécdotas. Mil gracias