
De vez en cuando, cruza el universo cinematográfico alguna película sobre maestros o maestras. Y lo hace generalmente para dejarnos con el alma en vilo, porque, no sé cuál será la razón, pero hay historias realmente bonitas, como El club de los poetas muertos, La lengua de las mariposas o la reciente El maestro que prometió el mar. Y, cómo no, en nuestros recuerdos están quienes enseñaban en series como Querido maestro, Segunda enseñanza, La casa de la pradera o la vetusta Crónicas de un pueblo. Y es que son un pilar importante de cualquier sociedad.
En nuestro teatro, como en todas partes, debemos mucho a quienes nos enseñaron por el camino, aunque no siempre sepamos reconocerlo. Solemos acordarnos de nuestros preparadores , de algún profesor de la universidad que nos marcó especialmente y, en algún caso, de la persona con quien hicimos algunas prácticas que nos han influido de modo particular. Pero todo ha influido en quienes somos hoy, desde el primer día que pisamos la guardería hasta hoy mismo. O, mejor dicho, hasta mañana, porque siempre hay alguien que te puede enseñar cosas nuevas.
En mi caso, tengo un recuerdo bastante desdibujado de las profes que tuve en el Jardín de Infancia -entonces se llamaban así- aunque sí sería capaz de describir con todo lujo de detalles a la monja que fue mi tutora en primero de Primaria. Y no soy la única. Esta mujer tenía algo que marcó a varias generaciones. Y para bien.
Del resto del colegio recuerdo a unas más y a otras menos -en mi caso, los profesores masculinos no llegarían hasta BUP, actualmente últimos cursos de la ESO- La verdad es que me acuerdo mucho más de las anécdotas con mis compañeras, de las gamberradas y las risas y también de los disgustos, como la vez en que nos pillaron con las manos en la masa cuando habíamos robado las preguntas de los exámenes finales. Es una de las batallitas preferidas cuando nos volvemos a juntar.
Entre las cosas más hermosas que se puede decir a un maestro de la infancia, no tiene parangón la que en su día escribió Albert Camus al Señor Germain, quine fue su maestro, cuando recibió el Premio Nobel. Camus no olvidó la influencia que aquel hombre tuvo en todo lo que había logrado, y e dijo “Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiera sucedido nada de esto” Acababa diciéndole que nunca había dejado de ser su alumno agradecido. Os aseguro que si yo fuera aquel señor Germain, engordaría varios kilos cada vez que leyera aquella carta. Si es quela emoción me dejaba, vaya.
Pero no todo el mundo tiene un señor Germain en su vida. O tal vez no supimos verlo y no es sino cuando una empieza la carrera cuando aparece figuras que marcan totalmente lo que será nuestro futuro profesional. En nuestro caso, para quienes estudiamos Derecho, la personalidad del profesor o profesora de cada asignatura podía hacerte dirigir tu rumbo en uno u otro ámbito del Derecho. O todo lo contrario, descartarlo. En mi caso, confieso que aunque siempre me gustó per se el Derecho Penal, hubo algunos docentes que me provocaron el efecto rechazo a su asignatura, y que me reafirmara en mi decisión. No diré de quién si de qué materia se trate, que los post los carga el diablo, pero es así. Ahí lo dejo.
Como apuntaba al principio de este estreno, quienes hoy tenemos plaza fija en este teatro nuestro, contamos con una figura muy importante en nuestra vida: el preparador . En su día, ya dediqué una función a los preparadores y preparadoras, que hacen mucho más que prepararnos para aprobar una oposición. O esa es, al menos, mi experiencia. No repetiré las palabras que le dedicaba entonces, pero invito a quien quiera a leerlas.
Otro de los momentos esenciales que pintan el camino de nuestro futuro destino en Toguilandia es el de las tutorías. En su día, pertenecí a la primera promoción de fiscales que hacía prácticas en diferentes fiscalías después del tiempo de Escuela Judicial. Algo que luego se repitió tanto en nuestra carrera como en la carrera hermana. La verdad es que no entiendo como se lanzaban a la vida toguitaconada sin prácticas previas, pero es lo que había. Y también conté en su día la influencia que mi tutor tuvo y sigue teniendo en mi vida profesional. Aunque haya transcurrido más de treinta años desde entonces.
Tampoco había en mi tiempo período de prácticas en la carrera, eso que llamamos prácticum y que también tuvo su propio estreno. Sí que he tenido la experiencia del otro lado, desde la posición de tutora. Y estoy segura de que he aprendido más del alumnado e prácticas de lo que puedan haber aprendido de mí. Aunque confieso que el hecho de que haya quien después de pasar por mi despacho se haya decidido por opositar a la carrera fiscal me hace muy feliz. Quiero pensar que algo bueno habré transmitido.
Y, hasta aquí, es estreno de hoy. Se lo quiero dedicar a todos los maestros y maestras, a preparadores y tutores que han pasado dejando huella en mi vida. Esta no es la carta de Camus, pero aquí va mi cariño y mi aplauso. Y otro más para quienes han pasado por mis manos. Gracias una y mil veces