Acogida: vacaciones en paz


              La solidaridad es algo muy encomiable. Pero, más de una vez, se da la vuelta la tortilla y lo que empezó como una buena acción, nos devuelve cosas maravillosas que superan muestras expectativas. Los Milagros existen, y no hace falta ir a ningún Paraíso a buscarlos. A veces están micho más cerca de lo que creemos. Y es que podemos vivir en Un lugar llamado milagro sin saberlo siquiera.

              En nuestro teatro la solidaridad existe y los milagros también, aunque en ocasiones nos cueste encontrarlos. Pero más allá de Toguilandia, todavía los encontramos mucho más. Y de eso es de lo que quería hablar hoy.

              El milagro del que hablo hoy se llama Sidi y tiene nueve años. Su piel e de un precioso tono oscuro y sus ojos son dos cálidas chispas de color carbón. Y sé que me estoy poniendo cursi, pero no se me ocurre mejor manera de explicarlo. Si le conocierais, me entenderíais. Seguro.

              Es el segundo verano en España de Sidi. El segundo verano que una familia tiene la fortuna de tenerlo acogido. Y en este caso, soy yo la que he tenido la suerte de que ser amiga de su familia de acogida. Una doble suerte, claro está: porque sean mis amigos, y porque eso me haya permitid conocer a Sidi.

              Sidi viene de Sahara, es tierra de la que solo nos acordamos cuando algún conflicto nuestro la pone en titulares, a pesar de que allí viven en conflicto permanente, un conflicto en el que siempre son otros quienes quieren decidir por ellos, mientras les niegan muchas de esas cosas que creemos que nos corresponden por el simple hecho de haber nacido a este lado del globo terráqueo..

              Pero no quiero hacer política no contar una historia triste, sino una historia alegre, muy alegre. Porque eso es lo que es cada momento de este niño fantástico. Me contaba su “madre” de acogida que el otro día se puso muy contento por el solo hecho de que empezó a llover y tocó las gotas de lluvia con las manos. También le hace feliz el agua del mar y, sobre todo, el agua de la piscina, de la que no saldría en todo el día. Y cada cosa nueva que descubre, es algo que redescubrimos los demás. Con él cobran nuevo significado cosas a las que no dábamos importancia.

              Pero si Sidi está aquí junto a nosotros, es gracias a una iniciativa que funciona desde hace mucho tiempo.  Se llama Vacances en pau -Vacaciones en paz- y lleva ya más de cuarenta años trayendo todos los veranos a niños del Sahara a pasar sus vacaciones en nuestra tierra, acogidos en familias que se ofrecen voluntarias para ello.

              Que nadie se lleve a engaño pensando que es un atajo para la adopción, porque no se trata de eso- Sidi tiene padre y madre y una hermana preciosa. Tiene una familia extensa que le quiere y a los que quiere, y sus necesidades afectivas están cubiertas. Como todos estos niños y niñas, no necesitan una familia. Lo que necesitan es una oportunidad para conocer  disfrutar de todas esas cosas a las que no tienen acceso. Lo que necesitan son unas vacaciones en paz.

                Y eso es lo que hay que darles. Eso, y mucho amor, que ellos devuelven corregido y aumentado. Ahí es nada.

              Ojalá Sidi, y muchas niñas y niños como él puedan disfrutar de muchas más vacaciones en paz. Y ojalá muchas familias decidan aceptar ese reto del que seguro que no se arrepienten. Las razones son muchas: conocer otra cultura, que nuestros propios hijos sepan valorar todo lo que tienen, que la criatura tenga las oportunidades que el destino le ha negado son algunas de ellas. Pero la esencial es una tan sencilla como que dar y recibir amor no tiene precio. Ni fronteras.

              Por eso hoy, en este estreno atípico, quiero dar un doble aplauso. A Sidi, desde luego. Y a todas las familias que participan en estas acogidas, empezando por la de mis amigos

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