Bulos: mentiras sin límites


Hoy en nuestro escenario un relato basad en uno de los bulos que se expandieron durante la Dana de Valencia.

Este relato mío forma parte del libro solidario de la editorial Vinatea Corazones de barro, una antología de diversas autoras y autores acerca de la tragedia que asoló Valenics el 29 de octubre de 2025

El bebé fantasma

  • Mamá ¿lo has visto?
  • ¿El qué?
  • El bebé de Catarroja. Me lo han pasado por muchos chats, y por redes sociales. Hay un bebé perdido que han encontrado después de 3 días de la Dana. Y está solito, con la policía.
  • ¿Eso cómo puede ser? Lo habrían puesto en todos los informativos. Los bebés no se pierden así como así. Y los padres revuelven Roma con Santiago para encontrarlos
  • Pues lo he vito, Y lo han dicho varios influencers a los que sigo. Y mi amiga Claudia, que siempre se entera de todo
  • No sé, hija. Yo también vi algo de eso, pero lo pasé por alto. No me fío
  • Pero mamá, imagina que hay unos padres angustiados sin su bebé. Y un bebé llorando solito con la policía. Hemos de hacer algo

            Aunque no se lo quise reconocer, yo también andaba con la mosca tras la oreja con el asunto del bebé dichoso. Me había llegado por muchos medios y, por increíble que pudiera parecer, no podía dejar de imaginarme lo que sentirían unos padres sin su bebé perdido. Mi cerebro me decía que aquella historia hacía tantas aguas como la que había salido del barrando desbordado, pero mi corazón no podía dejar de estremecerse con la sola idea de que aquello fuera verdad.

            Justo mientras pensaba en ello, mi teléfono móvil vibró, anunciándome que me había llegado un mensaje. Y ahí estaba otra vez:

            “URGENTE

              Ha aparecido un bebé en Catarroja. Si alguien sabe algo, que contacte para ver si encontramos a sus padres. El bebé está bien. (Está en la policía de catarroja)”

            Me puse nerviosa otra vez. A pesar de que lo de escribir “catarroja” con minúscula revolvía a la profesora de lengua que llevaba dentro. A pesar de que mi instinto revolvía por dentro a la periodista que siempre anhelé ser. Y a pesar de que mi sentido común de persona adulta enviaba señales de alerta por todas partes. Porque la madre que soy se empeñaba en imponerse a todo eso y a imaginarse el dolor de aquella familia si la historia fuera real.

            De modo que traté de que la profesora de lengua, la periodista frustrada, la persona sensata y la madre que llevaba en mi interior dejaran de pelearse y le dieran tregua para hacer mis averiguaciones, mientras mi hija no dejaba de apremiarme

  • Mamá ¿sabes algo del bebé?
  • Aun no, hija, aún no
  • Pero vas a buscarlo, ¿verdad?
  • Lo intentaré
  • Prométemelo -me dijo, no sé si más seria que enfadada- ¡Prométemelo!
  • Está bien. Te lo prometo

            Ahora sí que me había metido en un buen lío. O encontraba a aquel bebé o demostraba que no existía. La madre se había impuesto de momento a la persona sensata, pero la persona sensata no estaba dispuesta a rendirse sin luchar. Así que me esmeré con las averiguaciones

            Después de trastear con mi ordenador, mis temores parecían confirmarse. Si de verdad existía una historia tan jugosa, una historia donde el drama y la esperanza se mezclaban y movían los sentimientos era esta. Y estoy segura de que habría salido en todos los periódicos y en todas las cadenas de televisión. Pero nada. El bebé fantasma solo aparecía en redes sociales, en chats de WhatsApp y en historias de esos que llamaban influencers que tenían miles de seguidores y de cuya existencia yo no había tenido conocimiento hasta ahora. Lo más parecido que pude encontrar fueron las imágenes del salvamento de un bebé, pero eran reales y no se trataba de ningún niño perdido sino de una criatura perfectamente localizada. No podía permitirme mezclar churras con merinas.

            En un momento dado, vi que la historia seguía. En alguna de las redes sociales a las que había hecho seguimiento aparecía un mensaje aparentemente esperanzador:

            “me comentan que lo han encontrado y está con su familia”

            Tuve la tentación de enseñárselo a mi hija y que dejara de darme la lata. Ya tenía su final feliz y se olvidaría del tema. Pero a mí la historia ya me había enganchado y no estaba dispuesta a dejarla ahí. Si los padres del bebé habían aparecido y lo habían recogido sano y salvo, cualquier cadena de televisión habría dado lo que fuera por tener la exclusiva, así que hice un zapping tan exhaustivo que casi se me borran las huellas dactilares. Pero nada. Seguíamos sin rastro del bebé fantasma.

            Así que no tenía más remedio que ir a donde no tenía ninguna gana de ir. A los dichosos influencers, tiktokers o como se dijera. Así que, buscando, buscando, encontré otro sitio donde tirar del hilo, un foro de internet. La verdad es que eché un vistazo y descubrí que me daban grima la mayoría de los mensajes que encontré allí, con una mezcla de machismo, intolerancia, caspa y barbaridades. Pero hice de tripas corazón y seguí leyendo. Ahí estaba:

            “bebé con vida encontrado en Catarroja con vida hoy”

            Esta vez habían escrito “Catarroja” con mayúscula, pero, por lo demás, nada nuevo. Comentarios que mezclaban la crítica política con los insultos, machismo a tutiplén y poco o nada del bebé. Hasta que ese enlace me llevó a otro, esta vez de audio, de un tipo cuy nombre me sonaba familiar, aunque aún no sabía por qué

            “Amigos, seguidores, difundid este audio. Se ha encontrado vivo un bebé en Catarroja. Está vivió, está alimentado, está en casa de quien se lo ha encontrado después de limpiar una zona, pero por si alguien está buscando un bebé ha aparecido un bebé en Catarroja. Vivo”

            Mis sospechas crecían. El bebé estaba perfectamente, y se lo habían encontrado después de limpiar “una zona”. O sea, como quien encuentra una televisión o una mesa camilla. Después de tres días, el bebé está “alimentado”. A pesar de que mi hija, cuando era un bebé, necesitaba comer cada poco tiempo o soltaba unos alaridos que hubieran servido de sirena a los bomberos. La misma hija que seguía insistiendo con el tema

  • ¿Sabes algo del bebé, mamá?
  • Hija, yo estoy buscando por todas partes, pero creo que es mentira
  • ¿Mentira? ¿cómo alguien va a decir una mentira en una cosa así?
  • Pues no lo sé, cariño, pero la gente a veces hace estas cosas
  • ¿Por qué?
  • Pues no sabría decirte. Por dinero, por llamar la atención, por dañar a alguien. No lo sé muy bien
  • No puede ser, mamá. Tú sigue buscando, por si acaso. Aunque alguien ha dicho que ya está con sus padres.
  • ¿Lo ves? -insistí- Si fuera así habría salido en la tele
  • Puede ser -se quedó pensando- Pero, por si acaso, compruébalo. Por favor

          Mientras hablaba con mi hija, caí en la cuenta de lo que me estaba dando vueltas a la cabeza. El nombre de aquel que había enviado el audio. Era el de un influencer del que habían hablado en televisión, uno al que habían pillado manchándose los pantalones de barro para salir en la tele y que pareciera que estaba dando el callo.

            Ahora ya lo tenía claro. Era una burda y cruel mentira. Per me faltaba la parte más difícil: convencer a mi hija. Y, por fin, un golpe de suerte tomó forma en mi móvil. Ahí estaba una foto increíble, y un comentario que lo explicaba todo:

            “La imagen del bebé rescatado en Catarroja está creada con Inteligencia artificial”

            Desde luego, viendo esa imagen nadie con tres dedos de frente podía creer la noticia- El bebé en cuestión, en brazos de un agente uniformado, lucía limpio como una patena, sin una manche de barro y sonrosado y tranquilo. Todo lo contario que una podría esperar de una criatura que hubiera pasado tales penalidades en tres o cuatro días. Así que ya tenía algo que explicarle a mi hija, aunque lo que no podría explicarle es la razón por la que hacían esas cosas, porque no soy capaz de dar con ella

             No fui capaz de contestar, y la pregunta de mi hija quedó flotando en el aire. Todavía estaba oyendo su vocecita en mi cabeza cuando otro mensaje empezaba a llegarme por chats y redes sociales. Insistían en que en el aparcamiento de un centro comercial arrasado por la DANA iban a encont5rar un auténtico cementerio de cadáveres de personas atrapadas en sus coches. Se em encogió el alma de nuevo, aunque esta vez no duró mucho. Porque uno de los tipos que afirmaban semejante cosa hablaba de que habían expedido más de 700 tickets de parking de coches que no habían salido. Y ahí tuve la pista. Yo iba con frecuencia a aquel centro comercial y sabía que el aparcamiento era gratis, y no se expedía justificante alguno. Se lo habían inventado todo, como en el caso del bebé fantasma. Y, además, con todo el dolor que podían causar a las personas que hubieran perdido la pista de sus seres queridos por esa zona.

            Entonces, me di cuenta. Unos de los que más insistía en la historia de los cientos de muertos del centro comercial era él. El mismo que enviaba el audio del bebé fantasma de Catarroja.

            Lloré de rabia, de impotencia y de asco. Lloré tanto que mi hija llegó a asustarse y vino a mí con toda su inocencia

  • No llores, mamá. Al menos, no hay ningún bebé perdido. Y eso es una buena noticia. ¿no?
  • Tienes razón, hija
  • Y no te preocupes. Yo te defenderé siempre de la gente mala que inventa mentiras. Te lo prometo

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