Lenguaje inclusivo: ¿se usa?


              En el mundo del espectáculo es frecuente dirigirse a los eventuales espectadores como “señoras y señores”, desdoblando el género. Así se llamaba, precisamente, un programa musical de los años 70, Señoras y Señores, del entonces imprescindible Valerio Lazarov. Otra de las formas habituales de dirigirse al público es con la fórmula “Damas y caballeros”, algo que hacen siempre los maestros de ceremonias como el de El gran Showman, entre otros muchos. Sin embargo, ni entonces ni ahora llamaba la atención esa forma de dirigirse al público.

              En nuestro teatro no hay señoras y señores a lo que dirigirse, ni damas y caballeros a quienes exhortar a ver nuestras funciones, más allá del neutro grito de “¡audiencia pública!” con el que se da paso a quien quiera presenciar un juicio, siempre y cuando no se haya decretado la celebración a puerta cerrada, que es una excepción a la regla general de publicidad. Así es porque el principio general en nuestro Derecho es la publicidad en la fase de juicio oral, y la reserva durante la fase de instrucción.

              Ciertamente, ese llamamiento como “audiencia pública” es de una neutralidad exquisita, pero no siempre ocurre así en nuestras funciones. Y hay que señalar que el lenguaje inclusivo o igualitario brilla por su ausencia mayoritariamente en Toguilandia, como veremos a continuación. Pero, en realidad, no tiene nada de extraño, porque la propia RAE, en este 2025, ha ratificado el uso del masculino genérico como inclusivo. Y es que a esos señores -porque la mayoría son señores- les cuesta avanzar en lo que a igualdad se refiere. Verdad verdadera.

              Hasta hace no mucho, el Diccionario de la Real Academia recogía, como una de las acepciones de la palabra “Jueza”, el de “la mujer del juez”. Hubo de hacerse una campaña por parte de la asociación Mujeres Juezas, a las que se unieron otras entidades, para conseguir que se eliminara, en 2017. Otro tanto ocurría con la palabra “fiscala”, que también se utilizaba para la consorte del “fiscal”. De hecho, hay una anécdota que cuenta quien hoy es una de las fiscales _o fiscalas, que también está admitido- de Sala, referente a que, cuando fue a alquilar un piso en su primer destino, el arrendatario exigió que fuera a firmar su marido, el señor fiscal, ya que ella era la fiscala.

              No obstante, aun hay quien se resiste a utilizar la palabra “jueza”. Y la palabra “fiscala” como referida a las miembros de la carrera fiscal, no acaba de implantarse. Yo misma uso habitualmente la de “la fiscal”, que también admite la RAE. Sin embargo, en nuestros formularios en los programas informáticos, no ocurre ni eso. Una y mil veces utilizan el término “El fiscal”, aunque seamos abrumadora mayoría las féminas. Y hay quien, como yo misma, se moleta en cambiarlo, y quine no lo hace, no sé si por desidia o porque sigue sintiéndose identificada con el masculino, aunque sea mujer.

              Si es así, no sería un caso extraño. Hay casos de mujeres que se identifican a sí mismas como “la abogado” o “la presidente” por más que sea una discordancia de género entre el artículo y el sustantivo, porque en ambos casos no solo se admite, sino que es la correcta la forma femenina si de mujeres se trata. Y es que al final hay quine pretende ser más papisa que el Papa.

              En cualquier caso, el lenguaje inclusivo no es solo el desdoblamiento de género que -hay que reconocerlo- a veces resulta cansino, por más que cueste bien poco pedir el interrogatorio de la acusada y el acusado, si los hay, en vez del de “los acusados”. El lenguaje igualitario busca utilizar formas en que nos identifiquemos tanto hombres como mujeres. Cosas tan simples como utilizar “Todo el mundo” o “la gente” por “Todos” o “los hombres”, o referirnos a “quienes” hacen tal cosa en lugar de a “los que “la hacen.

              Y es que, aunque haya quine insista en que sea una tontería, lo que se nombra no existe. Y, si no, que cualquiera haga la prueba de teclear “fiscal” en Google y buscar imágenes y comprobará que, a pesar de que es un término que vale para ambos sexos y que ya ha habido dos Fiscales Generales del Estado, las imágenes son todas de hombres.

              Para acabar, y para rebatir a quien pretenda alegar que el lenguaje inclusivo es una invención moderna, de las modernas de las feministas, además, traigo mis pruebas, que para algo soy jurista. Y son, nada más y nada menos, que un fragmento del Cantar de Mío Cid que habla de hombres y mujeres, de burgueses y burguesas. Así, sin que se les caigan los anillos. Y dejo la imagen para dar fe de ello.

              Y ahora solo queda el aplauso. Y hoy es, lisa y llanamente, por quinees luchan cada idea por la igualdad en las pequeñas cosas. Porque cada una de ellas, por pequeña que parezca, supone un gran paso.

Deja un comentario