Más hitos delictivos: lugares que dan nombre


              A veces, las cosas toman el nombre de los lugares donde se producen, Muchas películas tiene nombre de país, de ciudad y hasta de pueblo. Indochina, Pasaje a la India, Hiroshima mon amour, todo es posible en Granada o Alcarrás son algunos de los muchísimos ejemplos. Y, por supuesto, El crimen de Cuenca, que viene al pelo con el tema que abordamos hoy.

              En nuestro teatro, el lugar donde suceden las cosas, sobre todo cuando de delitos se trata, es esencial. Tanto, que determina cuál es el juzgado competente. Pero, además de eso, hay crímenes que han marcado nuestra historia delictiva que han tomado el nombre del lugar donde sucedieron hasta el punto de que todo el mundo relaciona una cosa y otra, mal que les pese a los lugareños. Y de eso precisamente iba a tratar hoy.

              Dedicábamos el anterior estreno a los hitos delictivos que tomaban su nombre del de las víctimas. Y citábamos entre ellos uno que, precisamente lo toma, además de las víctimas, del propio lugar de comisión. Se trata del terrible asesinato de Las niñas de Alcácer, como lo conoce todo el mundo. De hecho, he hablado con personas de la población que lamentan mucho que su pueblo sea conocido por tan luctuoso hecho. Y tienen razón, es una pena que lugares que tienen tanto que ofrecer sean conocidos por ello. Pero es difícil evitarlo, sobre todo si se trata de casos con tanto impacto y seguimiento mediático.

              Otro lugar que marcó nuestra historia delictiva fue aquella ciudad a la que aludía al principio de ese estreno, y el asesinato que presuntamente tuvo lugar en ella. Y digo “presuntamente” porque ese crimen nunca tuvo lugar, aunque si existió una condena que supuso la prisión y el escarnio de una persona, por haber cometido el mal llamado “Crimen de Cuenca”. La aparición de la persona supuestamente fallecida varios años después hizo que tuviera que anularse el juicio, pero las consecuencias eran difícilmente susceptibles de revertir. Y su importancia fue tal que fue el origen de un cambio procesal que, con distintos avatares, subsiste hasta nuestros días, la introducción del juicio de revisión o recurso de revisión. Así de importante fue en su día, a pesar de que entonces los medios de comunicación no eran ni sombre de los que son ahora y lo de Internet ni se soñaba que algún día existiera.

              Asimismo, hay un escenario de delito que se ha convertido en el sinónimo de lo que ha venido en llamarse “la España profunda” y sus peores consecuencias. Me refiero a Puerto Hurraco y a la matanza que se produjo en dicho pueblo entre dos familias rivales, que acabó con varios muertos, mucho dolor, y una estigmatización difícil de superar.

              También sigue recordándose un asesinato que sucedió en mi ciudad y que sigue dándole nombre, el caso de la envenenadora de Valencia. Además de las morbosas circunstancias de caso, quedará en los anales de la historia por tratarse de la última ocasión en que una mujer fue ajusticiada por garrote vil, tan terrible como inhumano, por terrible que fuera el delito cometido por la condenada.

              Y no solo en nuestro país ocurren estas cosas. La matanza de Texas, un filme cásico de terror, está basada en la historia real de un asesino en serie. Y, aunque no se sabe con certeza, hay ciertas sospechas que la historia del jorobado de Notre Dame también era algo más que ficción. Y, aunque no tengo ni la más remota idea de dónde podría estar la Elm Street de la famosa pesadilla que dio lugar a la saga de Freddy Kruger, reconozco que si la viera saldría corriendo en dirección contraria.

              Son solo algunas muestras y seguro que a quien me lea se le ocurren algunas más. Tanto de lugares, como de objetos que pusieron nombre a crímenes, como el de la maleta, el de catana o el de la baraja.

              Ahora sol me queda cerrar el telón por hoy y dar el aplauso. Y será para todos aquellos que consiguieron que, e estos terribles casos, se hiciera justicia. Que no siempre es fácil

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