Sin flitros: carta abierta un maltratador


Hoy en nuestro teatro un relato muy especial. La carta que una víctima escribiría a un maltratador. Es ficción aunque podría ser realidad. O quizás lo sea

(Relato incluido en mi antología Remos de plomo)

¿Querido? papá:

Me voy. Nos marchamos. No creo que nos vuelvas a ver, ni tampoco quiero
volver a verte. Por fin he encontrado el valor para hacerlo.
Pero no quiero irme sin decirte todo lo que tengo guardado dentro. Solo he
encontrado coraje para dejarte, pero no tanto como para decírtelo a la cara. Sí, soy una
cobarde, pero al fin y al cabo eso es algo que aprendí de ti.
No te quedes así. Por muy fuerte que te hayas creído siempre, nunca has sido
otra cosa que un cobarde, un triste y miserable cobarde.
Ya no me asustan tus bravuconadas, ni me estremecen tus lágrimas. Ya no me
queda corazón para compadecerte, ya todo me da igual.
¿Creías que no lo sabía? Pues entonces, además de cobarde, eres tonto. Espero
estar aún a tiempo de no haberme vuelto tonta yo también, aunque he estado cerca.
No sabes cuánto la echo de menos… Y ni siquiera he podido llorarla como toca.
Ni siquiera he podido contar a nadie lo que pasó. Incluso me costó verlo yo misma.
Sé que nadie va a comprender mi decisión, pero tampoco aspiro a ello. No es
fácil que nadie entienda cómo soy capaz de dejar a mi padre solo, sumido en la
depresión por la muerte de su esposa, mayor y enfermo. Pero nadie sabe que fuiste tú
quién la mató. Creo que ni siquiera tú lo sabes.
Ya sé que fue ella sola quien se tiró por la ventana, que tú no la empujaste. Y
que antes se había tomado montones de pastillas, y en otra ocasión la encontraron con
cortes en las muñecas. Pero ella no se quitó la vida. Ella ya no tenía vida, tú se la
quitaste antes.
Tú, que despreciabas la comida que hacía, las cosas que decía, los amigos que
tenía. Tú, que no parabas de decirle lo mal que lo hacía todo, lo inútil que era, la carga
que suponía. Tú, que a cada momento te lamentabas en voz alta de haberte casado con
ella, que fantaseabas en lo que hubieras podido ser de no haberlo hecho. Tú, que cada
día despintabas la sonrisa que a ella cada vez le costaba más lograr. Y tú, que finalmente
fuiste cambiando esos desprecios por empujones, y los empujones por bofetadas, y las
bofetadas por golpes. Y encima la llamabas torpe por caerse, la llamabas fea por tener
los labios hinchados, y el ojo morado, la llamabas inútil por no estar en condiciones de
atenderme.

Tú la echaste en brazos de esas copitas de anís que fueron nublando su vida y
durmiendo su desdicha. Y aún tuviste el valor de llorarla en su entierro. Ni siquiera la
dejaste sola allí. Sé que aún vas de vez en cuando a turbar su descanso al cementerio. Y
que la culpas de tu desgracia. Por Dios, déjala en paz. Sé que tus ramos de flores la
siguen asfixiando, allá donde esté.
Ya sé que a mí nunca me has puesto una mano encima, que nunca me insultaste,
que a tu modo me quieres, como quieres a tu nieta. Pero no quiero ese amor
envenenado. Me has hecho más daño quitándome a mi madre, porque nunca conocí
cómo pudo haber llegado a ser, ya que tú la habías matado antes. Hube de convivir con
un fantasma que era mi madre, pero no lo era. He vivido en un mundo de silencios, de
tristezas, de puertas cerradas con llave, he vivido ocultando botellas, tapando errores,
encubriendo historias. Y no quiero más.
Ni siquiera saldrás nunca en las noticias, ni pasarás por un Juzgado. Tu mujer se
suicidó. Tú te quedaste solo y deprimido. Y la desalmada de tu hija, encima, te
abandona, viejo y enfermo.
Pero ya no más. Mi hija, que no ha tenido padre porque yo fui incapaz de
convivir con alguien sin verte a ti, no vivirá este infierno. No, si yo puedo evitarlo. No
la voy a condenar a un mundo de silencio, de puertas cerradas con llave, de visitas al
médico, de botellas de anís y de tranquilizantes.
Quiero que sea todo lo feliz que no lo fue su abuela, ni su madre, ni siquiera tú.
No la volverás a ver. Y, cuando sea mayor y me pregunte por sus abuelos, le enseñaré
esta carta. Y espero que por fin ella viva en un mundo donde no existan personas como
tú.
Hasta nunca.

Tu hija.

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