
El arte en general y el cine en particular están llenos de homenajes o reflejos de personas que han supuesto un referente para las generaciones venideras. Ghandi, el Nelson Mandela de Invictus, Clara Campoamor, la mujer olvidada, Concepción Arenal, la visitadora de prisiones, y muchas mujeres y hombres más han sido espejo en el que siguen viéndose muchas personas.
En nuestro teatro también tenemos referentes. Tanto generales, esos juristas que inspiraron a varias generaciones a lo largo e los tiempos, como particulares, en ese o esa a quien conocimos y a quine quisiéramos parecernos. En realidad, a todo el mundo nos gustaría acabar convirtiéndonos en un referente, aunque también tenga una parte de responsabilidad que abruma un poco. O un mucho, según se vea.
Por la parte que atañe a juristas de todos los tiempos, hay referentes grandes y pequeños, y depende de cada época y de cada cual, porque para gustos hay colores, hasta en Toguilandia y aledaños. Un buen ejemplo de un jurisconsulto que todos, más o menos, admiramos o tomamos como referente, es el de Ulpiano, jurisconsulto romano del siglo II y III después de Cristo -ahí es nada- al que se le atribuya la frase que todo jurista ha empleado alguna vez, “Justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno lo suyo”. Una definición tan sencilla aparentemente como completa y expresiva si se analiza bien. Todo un código en menos de 15 palabras, que ya quisiéramos en algunos informes que se hacen eternos para decir bien poco. O sentencias, que también las hay, y yo, como seguidora de Ulpiano, también tengo por costumbre dar a cada uno lo suyo, aunque se trate de dar leña. Eso sí, con respeto y cariño, que eso nunca falta.
Continuando con esos referentes universales, y sin ánimo de exhaustividad, no vaya a ser que se me enfade alguien, citaré algún otro que, a mí al menos, m ha marcado. O mejor dicho, otra. Ninguna mujer española que se precie debe pasar por alto el papel de Clara Campoamor, la mujer que consiguió que se nos reconociera el voto a las mujeres, nada menos que allá por 1933. Lástima que pocos años más tarde se nos arrebatara durante cuarenta años tanto a hombres como a mujeres.
En el ámbito internacional, hombre como Ghandi y su pacifismo, Mandela y su lucha por la igualdad y contra el apartheid también han aportado mucho al avance de los Derechos Humanos, aunque, si tuviera que elegir, me quedaría con logros aparentemente más pequeños, como el de la niña Malala y su lucha por la educación de las niñas, o el de Rosa Parks, que consiguió tanto contra el racismo con el sencillo gesto de sentarse en un autobús. Muchos hombres pequeños, en lugares pequeño, haciendo cosas pequeñas, que pueden cambiar el mundo como dijo Galeano, otro referente. Una cita a la que solo le pondría un pero, aunque haya quien me llame tiquismiquis u otras cosas que prefiero no pensar. Un pero que seguro que quien me conozca habrá adivinado: que tendría que aludir no solo a hombres sino también a mujeres.
Pero además de estos referentes, hay otros más cercanos y que marcan tal vez mucho más. Los primeros aparecen en la Universidad, incluso en el colegio. Es bastante conocida la carta que Albert Camus escribió a su maestro de la infancia en el momento en que recibió el Premio Nobel agradeciéndole todo lo que hizo por él y diciéndole nada menos que si no hubiera sido por él, no habría llegado a donde llegó. Si alguien a estas alturas no conoce esa carta, recomiendo su lectura, así como la respuesta. Una verdadera lección de humildad que merece ser un referente.
Pues bien, aunque no todos los maestros y maestras son tan buenos ni sobre todo, su alumnado tan agradecido, todo el mundo tenemos algún profesor que constituye nuestro referente. Más aun, cuando llegamos a la facultad y damos nuestros primeros pasos toguitaconados.
Profesores de universidad, preparadores y preparadoras, tutores de prácticas se convierten, casi sin darse cuenta, en un modelo a imitar. Yo, desde luego, nunca olvidaré a los míos. N a mis preparadores, ni a mi tutor ni aquellas compañeras y compañeros que tuvieron la paciencia de enseñarme el oficio, y mucho más que el oficio. El amor al Derecho y a la carrera Fiscal. Aunque suene cursi.
Hoy en día, sin embargo, se habla de referentes para aludir a influencers y opinadores que saben menos de lo que deberían. Pero no generalicemos. También los hay que día a día hacen pedagogía de las pequeñas cosas en redes sociales o medios de comunicación, en periódicos y textos. Y estos también son excelentes referentes hoy en día. Referentes que, además, pueden llegar más a la gente joven que cualquier jurisconsulto premiado y respetado.
Reconozco, aunque sea un poco umbralista, que hay una compañera que siempre se refiere a mí como referente y, aunque no sé si lo merezco, sí que me hace sentirme feliz y orgullosa. Si ella pienso eso de mí, algo estaré haciendo bien
Pero dejaré de darme autobombo, n vaya a pasarme, e iré directamente al momento del aplauso. Y ese va dedicado a los y las referentes de todos los tiempos, grandes y pequeños. Gracias por todo