Tristeza: cuando se pega a la piel


                Hay veces que la tristeza se posa en el ambiente y pesa tanto que no deja paso a nada más. Impregna la vida diaria como impregna títulos de películas como Triste pájaro de juventud o Balada triste de trompeta, o de series como Tristeza de amor o Canción triste de Hill Street, entre otras muchas. Tan tristes o más todavía.

                En nuestro teatro tratamos de sobreponernos a las cosas tan complicadas que vivimos en nuestras funciones, pero no siempre es fácil. Y a veces es casi imposible, como ocurre ahora. Porque no recuerdo haber tenido nunca esta sensación tan difícil pegada a la piel.

                No hace falta que me extienda contando con detalle que desde el pasado 29 de octubre de 2024 mi querida tierra, Valencia, respira tristeza y desolación.  No hace falta que cuente que el cielo se partió en pedazos e hizo que el agua se llevara por delante todo. Absolutamente todo. Vidas humanas, viviendas, negocios, perspectivas de futuro y medios de supervivencia. Y algo que no se cuantifica, pero se percibe en el aire. Que no es otra cosa que la alegría. La maldita Dana se llevó la alegría que siempre ha sido señal de identidad de Valencia.

                Reconozco que a mí me pasa igual. A pesar de que soy de esas privilegiadas a las que la Dana no ha afectado directamente, y que mi casa, y mi familia, y mi vida siguen aparentemente igual que estaban ese día maldito, ya nada es lo mismo Y, aunque parezca mentira, no encuentro mi sentido del humor, por más que ande tras él. Y ni poniéndolo en busca y captura aparece. Quiero pensar que la policía está demasiado ocupada ayudando a las víctimas para ayudarme a encontrarlo, y que más tarde aparecerá. Pero, de momento, nada. Ni está ni se le espera.

                Y no soy la única, desde luego. No hay más que asomarse a los pasillos mi Ciudad de la Justicia toguitaconada, también aparentemente intacta, para darnos cuenta de la herida tan profunda que el agua y el barro han infligido a nuestra sociedad. Mucha gente ha perdido a seres queridos, y hay quien ni siquiera los ha localizado. Muchas personas más han perdió sus casas, o sus coches, o muchas otras cosas. Y son personas con las que nos cruzamos cada día, con  las que hablábamos cada día. Por eso el ambiente está cargado de tristeza en estos pasillos. Por eso y porque, si en algún momento lo olvidamos, no hay más que salir a la calle y ver los coches de emergencias y los precintos que nos recuerdas que en el mismo edificio donde estamos trabajando se están haciendo las autopsias de todas esas personas que ya nunca volverán a sus casas ni a sus vidas.

                Contaba en el anterior estreno los efectos jurídicos y procesales de todo lo que ha pasado. Los fallecidos, los daños, la dura labor de los forenses, la de los peritos y compañías aseguradoras, la incidencia para profesionales que no pueden seguir trabajando y la repercusión en nuestro trabajo en cosas tan obvias como la suspensión de los plazos y de algunas de las vistas, el traslado de las sedes físicas de algunos juzgados y la potenciación, de nuevo, de los medios telemáticos, que parece mentira que no hubiéramos aprendido ya con la pandemia.

                Pero todo eso es contingente, y, más tarde o más temprano, acabarán volviendo las cosas a su sitio, al menos en lo que a la mayor parte de Toguilandia afecta. Pero nada volverá a ser igual. Y mira que hemos pasado cosas, pero no recuerdo una tristeza tan densa como esta. Ni con la pandemia, ni con ninguna de las otras desgracias que nos ha traído la vida. Ni siquiera con la pantanà del 82, que pensamos que fue un horror y no tuvo ni la décima parte de víctimas de las que ha habido ahora.

                Por todo eso, hoy no podía escribir sobre otra cosa. Ni tampoco podía dejar de escribir, paradojas de juntaletras como yo. Ni tampoco podía dejar de dar mi aplauso que hoy se convierte en homenaje a todas las víctimas. Ojalá esto no hubiera ocurrido nunca.

                Y de nuevo, gracias a @madebycarol por sus dibujos, que dicen más que muchas palabras,

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