Piezas: nuestros rompecabezas


              Todas las personas nos hemos encontrado alguna vez ante una pieza que no encaja en el rompecabezas de que se trate, sea en sentido literal o, más comúnmente, en sentid figurado. Los detectives de las series y películas buscan la pieza que falta para descubrir al asesino, y hay quine siempre se empeña en buscar esa pieza que no encaja en el hueco. O la que sí que encaja, un juego de palabras del que se vale una película sobre ajedrez, Menudas piezas. Aunque si de colocar piezas se trata, mis preferidos siempre serán los chicos de Grease y su Greased Lighting

              En nuestro teatro tenemos piezas de muchos tipos. Porque la palabra “pieza” tiene una concepción jurídica y otra metafórica que nos atañe mucho. Y mucho más, quizás, de lo que pensamos.

              Vayamos por partes. Aunque cuando alguien ajeno a Toguilandia oye hablar de “piezas” piensa en los Legos, en puzles o en esas formas de madera o de plástico con las que jugábamos de peques, en nuestro mundo nos evoca otra cosa, como las piezas que forman parte de sumarios u otros procedimientos, o las piezas de convicción.

              En cuanto a las piezas separadas que forman parte de procesos penales, mi preferida es, sin duda, la que se une al sumario “con curda floja”. Me parece tan poético que, en plena era de la digitalización, se hable de cuerdas flojas como si fuéramos funambulistas, que siempre sonrío cuando veo un sumario, aunque luego se me pase una vez compruebe el grosor de los autos o los hechos terribles que esconde su contenido. Y ojo, que cuando digo que lo veo, es que lo veo. Hay algunas salas que siguen usando esa cuerda roja -que, lo siento, me recuerda a aquellas con las que atan los salchichones- en vez de las prosaicas grapas que, además de feas, son las responsables de más de un agujero en las puñetas de nuestras togas

              Luego, están las denominadas “piezas separadas” de los procedimientos que, a pesar de su nombre, no son más que otra carpetita grapada aparte del procedimiento principal. Está la pieza de responsabilidad civil, que según la ley tiene que existir siempre -y así lo pedimos siempre desde la fiscalía- aunque muchas veces no haya ningún gasto de que tomar nota, con la desaparición de las tasas judiciales y las costas de oficio. Pero en nuestro teatro nos encantan los trámites superfluos, ya lo sabemos.

              Otras de las piezas necesarias es la pieza de situación. Como nos encanta usar un lenguaje que confunda a la gente no iniciada, la situación no hace referencia a qué tal nos encontramos, sino, fundamentalmente, a la libertad ambulatoria del investigado o investigada. O sea, a si está en prisión o en libertad provisional, y si hay otras restricciones o condiciones de la misma, como la fianza para no entrar en la cárcel o la obligación de comparecer apud acta con carácter periódico.

              Y, cuando lo hay, también hay otra pieza separada de alejamiento, que luego los procedimientos tienen más separatas que un fichero del cole. Y yo, sinceramente, siempre tengo el temor de que alguna se pierda por el camino. Y es que al final la cuerda floja va a hacer falta. Eso, o jugar al Tetris, que es como siempre me imagino la incardinación de todas estas piezas en el mundo digital.

              De otra parte, tenemos las piezas de convicción. Que son todos esos efectos e instrumentos del delito que sirven para probar que este se ha cometido. Cosas como el arma homicida o los efectos sustraídos que se han encontrado en poder el autor. Vamos, el “te he pilado con el carrito del helado”. Sobre todo, cuando, con helado o sin él, les pillamos con las manos en la masa.

              Eso sí, ¿alguien ha pensado qué pasa con las piezas de convicción luego? Pues muchas se destruyen porque así ha de ser, pero hay almacenes llenos de otras que todavía no han podido ser destruidas por una razón fáctica o legal. Así que no hay más que imaginar almacenes llenos de vehículos que nunca pasarían una ITV, de móviles para los que no existen ni cargadores, o de los tan famosos radio casetes de los coches de antaño, reliquias de otro tiempo. Una mezcla entre un museo de los horrores o un monumento a la serie Cuéntame cuya visita seguro que no nos dejaba indiferentes.

              Y me dejaba para el final otro tipo de piezas, ese epíteto que se dedica con carácter popular a personas ingobernables, y que muchas veces encaja como un guante en nuestra clientela habitual. Porque el juzgado de guardia está lleno de buenas piezas. Y no de museo, precisamente.

              Y con esto acabo el estreno de hoy. He tratado de encajar bien todas las piezas para que el rompecabezas salga bien, pro me faltaba una, el aplauso. Y ese lo dedico hoy, precisamente, a quienes saben encajar las piezas, en cualquier caso. Aunque haya que forzarlas o usar vaselina.

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