Rúbrica: sello personal


              La firma es uno de nuestros sellos más personales. O, al menos, lo era hasta no hace mucho, porque el advenimiento de las firmas digitales habrá supuesto mucho adelanto, pero ha quitado mucha poesía y romanticismo. Nada como aquellas cartas con letra inglesa que daban lugar a obras tan apetecibles como La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsay o Cartas a Julieta y a crónicas epistolares como La última carta de amor o Pequeñas cartas indiscretas. Unas cartas cuya parte fundamental era como no, la firma.

              En nuestro teatro no escribimos muchas cartas, pero sí firmamos mucho. Aunque ahora de una manera mucho menos clásica, porque la tecnología es lo que tiene y la firma digital se ha ido implantando n todo. O en casi todo, porque en mi fiscalía seguimos firmando con papel y boli como toda la vida. Pero más tarde o más temprano, entraremos en el siglo XXI. Estoy segura de ello.

              Cuando llegué a Toguilandia, firmar ocupaba gran parte de mi vida. Y aun con los adelantos técnicos, sigue ocupándola, la mía y la de quinees trabajamos en el juzgado. Siempre he pensado que si me dieran un céntimo por cada firma que he puesto en un documento en mi vida, sería rica. Lástima que no computen, aunque l administración de justicia se arruinaría de inmediato.

              Y es que, como quiera que vivimos en un sistema ideado para e siglo XIX, la cantidad de resoluciones y documentos de trámite que firmamos da vértigo con solo pensarla. Y ojo que, dependiendo de juzgados -cada maestrillo tiene su librillo- hay quien hace que firmemos en todos los folios de una declaración, de una notificación o de un recurso.

              Firmábamos -y, en algunos casos, seguimos haciéndolo- tanto, que en su día existía lo que se llamaba la media firma, un garabato susceptible de ser hecho con toda celeridad, y la firma entera, mucho más elaborada, destinada a documentos teóricamente más importantes. Al final es un rayajo más o menos florido, y suele ser absolutamente ilegible. Salvo excepciones, claro, porque recuerdo un juez que firmaba con su nombre de pila -compuesto- y su apellido completo lo que algunas veces ponía de los nervios, teniendo en cuenta la ingente cantidad de trabajo de un juzgado de guardia.

              Hay que reconocer que lo de la firma digital es muy cómodo, salvo cuando no funciona-, desde luego, pero también es verdad que no tiene la misma gracia que la firma de toda la vida, con sus diferencias gráficas que tanto pueden decir de una persona. De hecho, si sigue proliferando la cosa, la grafología entrará en horas bajas. Y los dictámenes de los peritos calígrafos, también, aunque siempre hay algo. De hecho, no hace mucho, vi una pericial sobre mensajes escritos en las paredes que tenía su enjundia.

              Lo bien cierto es que, estéticamente, la firma digital es bien fea, con sus letras cuadradotas sin bucles ni rulitos, salvo en el caso de quienes, además, la tienen escaneada. Y luego hay cosas realmente pintorescas, por no decir otra cosa. He visto organismo que requieren que se recojan firmas en un papel, se escanee, y ese documento sea enviado con firma electrónica. Verdad verdadera.

              A veces pienso que, en vez de firma digital ni analógica, manual o escaneada, podríamos hacer como los cantantes de reggaetón y otros ritmos, que utilizan su nombra la final de la canción. Así, yo haría mi informe en sala y terminaría con un “Susana G” o un bonito seudónimo como “Toga y tacones”. Y como ahora los juicios y declaraciones se graban, quedaría para la posteridad y resultaría mucho más atractivo que ese inicio de las grabaciones tan frío en el que Su Señoría dice el número de procedimiento y los intervinientes. Dónde vamos a comparar. Igual cualquier día lo propongo.

              Y hasta aquí, estas pequeñas reflexiones sobre la firma y su evolución toguitaconada. Pero no cierro el telón sin dar antes el aplauso, dedicado a quienes todavía hacen su firma con bonitos trazos en el papel. Porque, en el fondo, soy una romántica

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