
Todo el mundo ha estudiado gramática en el colegio. Hay quien la recuerda más o menos, quine la usa más o menos, pero existir existe. Lo verbos se conjugan en primera segunda y tercera persona, en singular y en plural. Y, trasladado al cine, da lugar a títulos como Yo confieso, Nosotros en la noche, Vosotros sois mi película o El dijo, ella dijo, sin ir más lejos. Y es que la lengua ha de pasar de ser una Asignatura pendiente a una Asignatura aprobada. O eso debería ser.
En nuestro teatro tenemos nuestras propias peculiaridades a la hora de conjugar los verbos. Peculiaridades que a quienes no transiten por Toguilandia les pueden llamar la atención, y no sin razón. Porque a veces se usan , y otras se abusa de ellas.
Pero mejor lo explico con ejemplos, que es como se ven las cosas más claras. Y empecemos con una de nuestras formas de hablar más características, el emplear la primera persona del plural aunque quien hable sea una sola persona. Son frases como “impugnamos el documento” o “nos adherimos al recurso” cuando quien está hablando es una sola persona, se trate del abogado o del fiscal. ¿Es correcto y adecuado este uso? ¿O se podría utilizar una forma más moderna y acorde a los tiempos que corren?
Ese uso del plural podría considerarse como un plural mayestático. Según el diccionario es el plural arcaizante empleado para reflejar la autoridad de reyes, papas, etcétera. Aunque tal vez, se trate de otra figura parecida, pero de finalidad totalmente opuesta, el plural de modestia. Según San Google, constituye un recurso retórico utilizado por el hablante para restarle protagonismo al yo y dar una imagen de humildad y no de arrogancia.
Si he de ser sincera, esa forma nuestra de hablar en plural cuando somos una sola persona no me parece que responda a una cosa o a otra. No creo que la abogada o abogado que nos dice en su informe cosas como “no podemos por menos que oponernos a todo lo que pide el Ministerio Fiscal” pretenda ser con ello humilde, porque, dicho sea en estrictos términos de defensa -por una vez, seré yo quien emplee esta fórmula- parece más prepotente que otra cosa. Pero tampoco casa demasiado bien con la definición del plural mayestático, porque una cosas es resultar un poco arrogante, y otra ser un papa o un rey. Ni tanto ni tan calvo. En mi opinión, responde más bien a una costumbre del foro que vamos adoptando por inercia, y que quizás habrá que replantearse para que la gente nos entienda. Porque cualquier día alguien nos pregunta, como hacía mi preparador cuando hablábamos en plural al cantar el tema y emplear términos como “consideramos que..”: ¿lo consideras tú y quien más?.
En mi caso, confieso que uso un subterfugio que me hace sentirme más cómoda que lo de hablar en plural cuando soy una sola fiscalita ante el peligro. Así que, siempre que puedo, utilizo la forma impersonal del verbo, que me permite eludir el singular y el plural. Cosas como “hay que entender que..” resultan muy útiles a estos efectos, y evitan que nadie busque a tu amiga invisible. Es algo así como lo que se hace cuando se conoce a la suegra y no se sabe si hablarle de tú o de usted. Una dice “por favor un vaso de agua”, en vez decir “¿me da un vaso de agua?» o “¿me das una vaso de agua?”. O de vino, claro está, pero tratándose de la suegra, más vale no pasar por alcohólica en el primer contacto. Por si las moscas.
Otra de nuestras peculiaridades, y esta sí la defiendo a ultranza, es el uso del usted a machamartillo. Con la toga puesta, se habla a todo el mundo de usted, y viceversa. Aunque la abogada sea mi compañera de facultad o la testigo sea mi vecina de toda la vida. Ya volveremos al tú fuera de estrados. Al hilo de esto, siempre recuerdo a un magistrado que, enfadado porque el acusado le respondía de tú pese a su pronunciado uso del usted, le espetó un “¿acaso o tomo sopas con usted?”. Lo que no se esperaba Su Señoría es que el ínclito le respondiera, más fresco que una lechuga “sopas no, pero si quiere nos tomamos unas cañas”. Pero no creo que se materializara tal cosa ya que el acusado salió de allí con una condena in voce como la copa de un pino.
Es frecuente, también, que nos refiramos a nosotras mismas hablando en tercera persona, como hacía un famoso seleccionador de fútbol o ha hecho, hace poco, la vicepresidenta del gobierno. Decir cosas como “esta fiscal considera probada tal o cual cosa” hace que alguna vez miren a mi lado como buscando a la fiscal a la que me refiero, así que cada vez lo hago menos. Aunque no puedo evitar que se me escape de vez en cuando lo de “el Ministerio Fiscal estima tal o cual cosa” y que hace que, quién no sabe de que va nuestro mundo, crea que estoy hablando de una tercera persona. Hasta un vez me dijeron que no entendían que estaba diciendo “del misterio ese”. Y es que, en el fondo, la fiscalía sigue siendo un misterio, el misterio fiscal. ¿O no?
Para acabar, otro modo de hablar que llama la atención a más de uno y, sobre todo de una. Se trata de referirse a una misma en masculino y tercera persona, aun cuando se es mujer. Eso hacía una abogada en un procedimiento de jurado, en que se refería a sí misma repetidamente como “este abogado”. No sé si se daría cuenta, pero las caras de estupefacción de los miembros de jurado eran dignas de estudio. Y, por cierto, condenaron a su cliente por unanimidad. Ahí lo dejo
Y hasta aquí, el estreno de hoy. El aplauso lo pido en primera persona del singular para todas aquellas personas que usan la gramática como toca. En Toguilandia y fuera de ella.