
Hoy, como quiera que llegan las Fallas, nuestro teatro estrena un cuento que tiene que ver con las Fallas y con algo más. El Bullying y cómo salir de él. Los aplausos, como siempre, al final, si el cuento os gusta
ESTO NO ES NINOT STORY
(Relato finalista del concurso de relatos de El Turista Fallero, en su versión en valenciano, publicada íntegramente en el Llibret de la Falla Cádiz Denia)
– ¿Alguna pregunta? ¿Os ha quedado claro cuál es la tarea de los artistas falleros?
– Yo tengo una
– Di. ¿Qué quieres preguntar?
– Los muñecos… ¿despiertan por la noche? Como los juguetes de la película, ya sabes
– Ha, ha, ha. No hija, no. Esto no es Ninot Story
No era la primera vez que me lo preguntaban. Me gustaba mucho participar en actividades de formación escolar y explicar al alumnado cosas alrededor de mi pasión: hacer fallas. Una pasión que, afortunadamente, se había convertido en mi profesión.
Cada vez que escuchaba aquello, viajaba en el tiempo, y volvía a ser la niña que preguntaba a su padre lo mismo que me estaban preguntando ahora. Solo que yo sabía la respuesta antes de que él hablara. Después de toda una vida de convivencia con ninots de su taller, lo tenía claro
– Parece mentira que no lo sepas, hija. Los ninots son ninots. Su única vida consiste a formar parte de una falla y ser quemados el día de San José
– Si no los indultan…
– Esto es. Y si lo sabes tan bien, ¿por qué me preguntas?
– Es que… hay una niña a clase que está empeñada en que los muñecos cobran vida por la noche. Y me ha pedido pasar la noche a tu taller
– ¡Qué locura!
– Pero es que es la niña más popular. Si le digo que no…
– ¿Qué pasará?
– Me hará la vida imposible. Más aun de lo que me la hace
Mis padres sabían que yo no era demasiado feliz en la escuela. A pesar de que no los conté ni la mitad del que pasaba, se daban cuenta que las cosas no marchaban bien
– Haremos una cosa, Empar. Dile a tu compañera que podéis pasar la noche. Le dices que me has quitado las llaves del taller y que yo no sé nada. Tú concreta el día y ya me encargo yo del resto
– Gracias, padre
– Y otra cosa. A tu madre, ni una palabra. ¿Entendido?
– Está claro, padre. Ni una palabra
Hice lo que mi padre me había dicho y al siguiente viernes fuimos a pasar la noche al taller. Yo hice perfectamente mi papel de niña que hacía una traviesa y ella lo creyó. Lo que ella ignoraba era lo que pasaría esa noche. Y yo, la verdad, tampoco lo sabía.
El taller estaba a oscuras. Mi padre solo había dejado una bombilla desnuda y, si no fuera porque yo estaba más que acostumbrada a ver todo aquello, causaba respeto. Las sombras de los ninots se proyectaban en el suelo y dibujaban formas fantasmagóricas. Mi compañera tragaba saliva sin decir nada cuando de repente, vio algo que llamó su atención. Se acercó a unos ninots, estratégicamente iluminados y después de un rato, me gritó
– Vámonos, ya –estaba pálida y lloraba- No quiero volver nunca. ¡Venga!
– Está bien, nos vamos.
No tuve tiempo de mirar qué había visto, pero lo que estaba claro es que se había impresionado mucho
– Empar –me dijo una vez fuera del taller- Y de esto ni una palabra en la escuela
– Sí, pero…
– Si mantienes la boca cerrada no volveré a molestarte. Ni a ti ni a nadie. Te lo juro
Acepté el pacto, que ella cumplió a pies juntillas. A partir de ese momento se acabó su comportamiento de abuso y pasó a ser una niña más. Yo no comprendí qué había hecho que cambiara tanto hasta que vi la falla infantil que mi padre había plantado ese año. El tema era, precisamente, el acoso, a pesar de que nadie lo llamaba así todavía, y en la escena principal estaba el ninot de una abusadora que le parecía mucho a mi compañera. El resto eran escenas donde se veían los efectos de sus actos.
Ese día decidí ser artista fallera, como mi padre. Tendría el poder de hacer que la gente se viera reflejada en mi obra, como mi compañera, y pudiera reaccionar. Y esto era mucho mejor que hacer juguetes que se despiertan por la noche.