
Todo el mundo ha pensado alguna vez que hay cosas que solo les pasan a los demás. No sé si es inconsciencia, o algún tipo de defensa subconsciente, pero cuando sabemos de una accidente, de una catástrofe o de una enfermedad, nos comportamos como si la cosa no fuera con nosotros. Pero, como decía el título de una película multipremiada hace poco, puede suceder Todo a la vez en todas partes, incluso pueden ocurrir Cosas imposibles, hasta llegar a decir que Todo me pasa a mí. O, como decía Calimero, es una injusticia.
En nuestro teatro vemos cada día cosas de esas que la gente creía que no le iban a pasar. Y, cuando pasan, solo podemos tratar de compensar por lo sufrido, pero no evitarlo. Y es que el Derecho pone tiritas, pero no crea vacunas.
Precisamente, para anticiparnos a todas esas cosas que pueden pasar, aunque ojala no pasen, existen los seguros. O, para ser más exacta, el contrato de seguro. Por este contrato pagamos una prima a cambio de que, en el eventual caso de que suceda el supuesto que se asegura o sufra daños el objeto o persona asegurada, se cobre una indemnización que compense, al menos económicamente, la pérdida.
El seguro más frecuente es sin duda alguna, el de automóviles, especialmente el seguro obligatorio de daños a terceros y precisamente por eso, por ser obligatorio. Todos los vehículos a motor deben de estar asegurados. ¿Y qué pasa si no lo están? Pues, de una parte, que el que no contrató seguro ha de pagar por ello, lo que se traduce en una multa en la vía administrativa. Hubo un tiempo en que era una infracción penal pero resultó que la multa judicial -se trataba de una falta- era tan escasa, que salía mejor que las de la vía no judicial. Por eso, acabó derogándose el precepto y volviendo a la multa de toda la vida. ¿Y el tercero a quien se han causado daños? ¿No cobra? Pues para eso está el consorcio de compensación de seguros, aunque sus límites hacen que no siempre se cobre todo lo que se cobraría, pero algo es algo. Por su parte, ya se perseguirá al culpable para que resarza a quine pagó por él.
Pero hay muchos más tipos de seguros. Otro de los más frecuentes es el de hogar, que, aunque no sea obligatorio, acaba siéndolo para quien quiera tener una hipoteca, porque de no tenerlo el banco nos dirá que nanai de conceder hipoteca. Pero, mas allá de esto, no hay obligatoriedad, aunque sí conveniencia. Por desgracia, hemos podido comprobarlo en estos últimos días con el terrible accidente que ha asolado dos edificios de mi ciudad y ha conmocionado a España entera. Es cierto que la cantidad que se cobre de un seguro nunca sustituirá lo perdido, pero ayuda a compensarlo. Salvo, por supuesto, que se trate de vidas humanas, porque esa pérdida no hay dinero que la compense.
Por eso, si una lo piensa, es tan contradictorio el término “seguro de vida” para referirse al que se cobra a la muerte de una persona por quien haya designado como beneficiario. En realidad, ¿no debería llamarse seguro de muerte? Ahí lo dejo.
Tal vez no lo llamen así por no confundirlo por lo que muchas personas mayores llaman “seguro de los muertos”, que no es otra cosa que el seguro de decesos, muy popular para determinadas generaciones. Por más que haya quien piense que da mal fario, nuestros padres y abuelos eran capaces de quitarse de cualquier cosa para asegurarse un entierro como Dios manda. Faltaría más.
Aparte de esos, hay muchos más tipos de seguros. El de responsabilidad civil, por ejemplo, que cubre el eventual daño que se pueda causar en el ejercicio de una actividad y que, confieso, fue lo primero que contraté en cuanto me puse la toga. Por suerte, ni he tenido que usarlo jamás. Y esperemos que así siga siempre.
También es un tipo de seguro de responsabilidad civil el que cubre a los animales y los daños que estos causen, No es obligatorio, pero mu recomendable, desde luego.
Aunque a mí el tipo de seguro que siempre me llama la atención es el que artistas o deportistas famosos contratan respecto a partes de su cuerpo. Varias actrices, vedettes o modelos aseguran sus piernas, y también lo hacen futbolistas. O los brazos, si se juega a golf, o baloncesto. O cualquier otra parte de su anatomía, que no hace falta que especifique. Omo el que podría contratar, por ejemplo, un famoso actor porno. Que la imaginación haga el resto
La verdad es que hay mucha literatura acerca de estafas para cobrar el seguro, incluso asesinatos para cobrar su importe. Y sí, de vez en cuando nos encontramos con estos casos. Tal vez el más frecuente, las verdaderas denuncias falsas cuantitativamente preocupantes, las de que quien finge un robo -del teléfono móvil, por ejemplo- para que el seguro se haga cargo Pero ya se sabe que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo, así que no suele quedar impune
Y, lo que es seguro ahora es que toca bajar el telón por hoy. Sin olvidarme, claro está, del aplauso, que hoy destino, valga la redundancia, al destino. Siempre que no nos traiga la desgracia de hacer la eventualidad que aseguramos. Crucemos los dedos