
Son muchas las series dedicadas a profesiones como Periodistas, Urgencias o Policías, pero si hay una profesión que atrae a las cámaras como pocas es la de las gentes que vivimos del crimen, dicho sea en el mejor de los sentidos posibles. La ley de los Ángeles, Suits, Anillos de oro, Turno de oficio, Ally Mc Beal o muchas más nos enseñas desde distintos puntos de vista el día a día de la abogacía, la judicatura o la fiscalía, juntos con quienes nos acompañan en este viaje, aunque se vean menos como LAjs o funcionarios.
Nuestro teatro es el escenario en que nos movemos día a día, con funciones diarias que son más o menos conocidas. Pero hay una parte totalmente desconocida, que es lo que ocurre detrás de las bambalinas. Y hoy quería dedicar este estreno -lo prometido es deuda- a una parte tan desconocida como real. Aunque no sabría decir si frecuente.
Tengo la suerte de tener una excelente relación con abogados y abogadas que trabajan en mi materia, en este caso, la violencia de género. Sé que voy a romper más de un mito, porque existe la creencia que profesionales de uno y otro lado de estrados nos peleamos como perros y gatos. Por un lado, jueces versus fiscales, por otro, quizás aun más mitificado, letrados/as versus fiscales. Como si el hecho de mantener posturas encontradas en los tribunales nos convirtiera en enemigos irreconciliables. De hecho, leo a veces cosas, fundamentalmente en redes sociales, de las que parece que tenemos que odiarnos y criticarnos a toda hora.
Por fortuna, mi experiencia es diferente, y la función de hoy es la prueba evidente de que es así. Mi relación -y la de otras compañeras- con quienes componen la Sección de Violencia del ICAV ha sido, dese aquellos duros tiempos del comienzo, inmejorable. Somos colegas remando en el mismo barco, el de hacer justicia y ayudar a las víctimas, nos pongan los hechos en el sitio que nos pongan. No siempre pensamos lo mismo, pero nuestro fin es siempre el mismo.
El otro día celebrábamos la despedida de quien ha sido durante 8 años la presidenta de las Sección de Violencia de Género del Colegio de la Abogacía de Valencia, y tuvo la ocurrencia de juntarnos a un grupo en el que estábamos jueces y juezas, abogados y abogadas y fiscales. Por supuesto, no es la primera vez que nos reunimos con propósito festivo, que son muchos años de compartir esfuerzos, frustraciones y, sin lugar a duda, amistad. Esa amistad que surge de los principios compartidos y del trabajo en común. Esa rara avis que hay que cuidar cada día.
Hemos compartido estrados, guardias, cursos, congresos, reivindicaciones y, claro está, algún momento lúdico festivo, que no todo iba a ser trabajar. Nos hemos tragado las ganas de llorar y hemos tenido que aguantar alguna vez las ganas de reír de esas anécdotas sin las cuales no podríamos seguir adelante. De hecho, algunas de las que he compartido en todo este tiempo de togas y tacones ha venido de todas estas personas que no dudan en contarme cualquier cosa curiosa que sucede para que yo acabe diciendo eso que ya se ha convertido en un cásico: a los tacones vas.
Y la despedida -más bien u hasta siempre, porque ella seguirá ahí al pie del cañón- fue buena prueba de ello. Como dijo uno de los asistentes, cuando le llegó el turno de palabra, fue muy significativo. Nada más llegar el mensaje en que nos convocaba a la reunión-cena-despedida-yloquesurja nadie tardó más de un nanosegundo en confirmar asistencia, a pesar de lo complicado de nuestras vidas. Ya quisiera más de un presidente de sala semejante unanimidad para señalar una vista que venga bien a todos los intervinientes.
Y las expectativas se cumplieron. Las risas y el buen ambiente fueron tónica general, como lo han sido siempre, y como lo atestiguan las fotos, y no dudo en que alguna que otra lagrimita cuando hicimos entrega de una palca homenaje con la frase que habíamos compuesto entre todos, y que aquí reproduzco:
“Gracias Alicia, por tu magnífico trabajo, tu gran dedicación, y tu leal amistad. Nuestra querida presidenta siempre en nuestros corazones”

Creo que no hay modo mejor de expresarlo. Como dijo otra de los asistentes, no éramos jueces, fiscales y abogados. Somos un grupo de compañeros y compañeras unidos por el empeño de hacer lo mejor por esas víctimas de violencia de género que son el día a día de nuestro trabajo. Por hacer, en definitiva, eso que es y ha sido siempre nuestra vocación, la justicia.
No me enrollo más, o la lagrimita la sacaré al final yo. Prometí un post y, como no podía ser de otra manera, aquí está. El aplauso, esta vez es para Alicia, y también para ese sentimiento común que hemos ido cimentando a lo largo de tanto tiempo. Y lo que nos queda.
