Extravío: ¿Dónde están las llaves?


          Todo el mundo ha perdido cosas alguna vez Ya andaba en el cine Indiana Jones En busca del arca perdida y en la tele Marco buscando a su madre de los Apeninos a los Andes. Y durante mucho tiempo, Paco Lobatón buscaba personas desaparecidas en Quien sabe dónde. Porque nadie se resigna a perder algo y no salir a buscarlo

En nuestro teatro también se pierden las cosas. Aunque, la verdad sea dicha, menos de lo que pudiera parecer, si echamos un vistazo a esas mesas atestadas y a esos archivos a punto de reventar que la falta de medios y el colapso nos regalan como el pan nuestro de cada día.

Pero ¿qué pasa si un procedimiento se pierde? O, aun digo más ¿es cierto que se pierden expedientes, o es solo una leyenda urbana?

Vayamos por partes. Cuando algo desaparece, o, mejor dicho, no se encuentra –muchas de esas cosas acaban apareciendo- lo más fácil es que en el juzgado digan que están en Fiscalía. Fiscalía es como el comodín del público de los concursos de televisión, algo que se usa cuando como respuesta cuando no hay nada más a lo que acudir. E igual alguien se cree que es un agujero negro, algo así como un triángulo de las Bermudas judicial donde entran los expedientes sin dejar huella en el tiempo ni en el espacio. Y nada más lejos de la realidad. Como diría mi madre, las cosas no tienen patitas. Y en Fiscalía se registran las cosas en un programa independiente de los juzgados, así que dejan huella digital, siempre y cuando hayan llegado de verdad, claro está. En mi vida he visto muchos expedientes de los que “están en fiscalía” que han aparecido en cualquier sala, en otro juzgado, o que ni siquiera han llegado a salir del armario donde estaban. Hasta una vez aparecieron hechos cenizas en una valija que se quemó tras un accidente del camión que los transportaba de un partido judicial a otro.

Pero esto no es lo normal. Por milagroso que parezca, las cosas no suelen perderse, y cuando ocurre por fuerza mayor -como el caso del camión quemado- tienen una solución legal. De hecho, no hace muchos años en Valencia en un incendio en la Ciudad de la Justicia se quemaron expedientes de vario juzgados y pudieron rehacerse. No quedaba otra.

¿Cómo se hace? Pues mediante lo que se llama “reconstrucción” de autos, un término que responde a la realidad tanto como podríamos imaginar. De la misma manera manual y paciente que se restaura un cuadro o cualquier obra de auto, es como se reconstruye el expediente. Y para ello se acude, cómo no, a aquellos documentos y declaraciones documentada de las que tiene copia las partes y cuyo original ha desaparecido. En el peor de los casos, habrá cosas que tendrán que ser repetidas, pero en la medida de lo posible se van recuperando, tacita a tacita, los documentos que formaban parte de los autos.

Es cierto que hoy, cuando la digitalización es en muchos sitios una realidad y en todos debería serlo, es difícil que la pérdida de un papel tenga ese efecto devastador de antes. Pero sucede que, a veces es peor el remedio que la enfermedad y un fallo informático, casual o intencionado, puede hacer desaparecer año de trabajo. Y solo de pensarlo se pone los pelos como escarpias.

Para hacernos una idea, no tenemos más que recordar el horror en que se convierte un día de guardia cuando los ordenadores se declaran en huelga de teclas caídas. Porque ahora ya no sabemos ni podemos hacer nada si no es pantalla mediante. Pros y contras de la modernidad.

De todos modos, yo aconsejo guardar siempre, por lo que pueda pasar. Porque, como dice mi madre -aunque también lo diga el refranero-, quien guarda cuando tiene, tiene cuando quiere. Por si acaso

Y hasta aquí el estreno de hoy. Espero que lo que se hayan extraviado no sean las ganas de leerme, pero, por si las moscas, no me dejo el aplauso. Y se lo dedico hoy a todos esos LAJs y funcionarios funcionarias que han tenido que soportar con paciencia esas reconstrucciones tan costosas. Son la prueba viviente de que todo tiene solución. O casi todo

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