Superación: Bienvenido, Héctor


                Todos los sentidos son importantes, pero quizás al que más hacemos caso es a la vista. No hay prenda como la vista, reza un dicho y, desde luego, con razón. Pero también hay otro según el cual Nada es imposible. No son pocas las películas en que uno o varios de los protagonistas son invidentes. Audrey Hepburn estaba Sola en a oscuridad, o En la ardiente oscuridad, como diría Buero Vallejo. Y es que quienes viven en la La larga noche de los bastones blancos tienen mucho que decirnos. Tanto como nos dijeron quienes, en su día, se llamaron Hijos de un dios menor. En el cine y en la vida.

                En nuestro teatro no son demasiadas las situaciones de ceguera con las que nos encontramos. Y siempre, hasta ahora y salvo alguna excepción, a uno solo de los lados de estrados. Hemos visto víctimas invidentes en toda clase de juicios, sea previamente, o sea como consecuencia del hecho justiciables, y podemos lidiar con ello en juzgados como los de personas con discapacidad. Y, no hace mucho, se consiguió que las personas ciegas, que no podían formar parte del tribunal del jurado, puedan hacerlo. Un gran avance, pero quedaba mucho más, y ahora ha llegado.

                Esta semana he tenido el privilegio y la enorme suerte de compartir mi trabajo con Héctor. Héctor es ciego, pero eso no le impidió trabajar, trabajar y trabajar para lograr su ilusión: ser fiscal. Y en Valencia hemos tenido la fortuna de ser testigos de ´cómo se pone la toga por vez primera, cómo toma sus primeras declaraciones y sus primeras decisiones. Y de que comparta su ilusión en dosis mayúsculas.

                Lo confieso. No puede dejar de pensar en mi padre respecto del que ya conté que el destino le jugó la mala pasada de dejarle sin vista. El no se rindió, como no se rindió Héctor cuando un día se planteó que quería ser fiscal. Y estaría orgulloso de verle pasear por los pasillos de la Ciudad de la Justicia junto a mí, su hija.  Le hubiera encantado conocerlo. Le hubiera encantado ver cómo se maneja con autonomía y cómo la tecnología suple en muchos casos aquella labor abnegada de mi madre, que le leía los sumarios y los llevaba a un lado y otro. Y estoy segura que nos estará viendo allá donde esté y no dejará de sonreir.

                He tenido mucha suerte en compartir esta experiencia con su tutor principal, ya que conmigo solo estará unos días. Doy gracias por este chute de energía, de ganas y de humildad, que no es poca cosa. Porque lo primero que hice pensé que había sido meter la pata, cuando, a su primera llamada, contesté con un espontáneo “nos vemos” que me hizo luego darme de metafóricas bofetadas por mi falta de delicadeza. Al día siguiente, después de darle muchas vueltas, me quise disculpar por mi torpeza y recibí, en vivo y en directo, una de mis primeras lecciones. “Yo también lo digo -me dijo. porque, además, no solo se ve con la vista”. Y yo, por primera vez en mucho tiempo, me quedé sin palabra. Algo harto difícil, por cierto, para quien, como yo, no calla ni debajo del agua.

                Estoy muy orgullosa. Orgullosa de que este magnífico compañero haya elegido nuestra carrera, orgullosa de que haya escogido mi tierra para hacer sus prácticas y orgullosa de lo que me ha contado. Porque según él, todos los compañeros y compañeras con quienes ha estado, todas las funcionarias con quienes ha coincidido y todos los profesionales con quienes que ha trabajado le han tratado muy bien. Y eso, llamadme cursi, me hace muy feliz en un mundo donde parece que reina el egoísmo y la falta de humanidad. Esto me da esperanza y me devuelve la ilusión de mi primer día.

                Le gusta todo, quiere hacerlo todo y ningún trabajo le cansa. Una buena lección para recordar cuando nos quejamos porque tenemos demasiado juicios, o son demasiado pesados.

Y no solo es incansable sino que además lo hace muy bien. Tan bien, que el otro día le felicitaron cuando hizo los juicios de mi juzgado, algo que a mí no me había pasado nunca. Y no por el mérito de su esfuerzo y capacidad de superación, sino por el contenido de su brillante informe. Bien por él y por la generosa abogada que así lo dijo delante de todo el mundo.

                Solo me queda dar las gracias. Gracias Héctor, por recordarme lo bonita que pude ser la vida, lo hermosa que es nuestra profesión y la suerte que tengo. Gracias por sacar lo mejor de quienes compartimos esta experiencia contigo y gracias por tu curiosidad inagotable. Pero gracias, sobre todo, por inocularme la ilusión en dosis tan elevadas. Y gracias por traer a mi padre de vuelta, porque sé que estos días ha estado recorriendo los pasillos de los juzgados con nosotros.

                No me puedo olvidar de un agradecimiento extra a tu preparador porque desde el principio apostó por ti a pesar de todos los obstáculos. Más aun cuando a ese preparador fui yo quien lo preparé y admiro al fiscal en que se ha convertido, además de tenerle un cariño inmenso. Tampoco puedo dejar de lado la labor de todas aquellas personas que, desde el Centro de estudios judiciales, desde la Generalitat, desde la Fiscalía -en especial, nuestro Fiscal jefe y nuestra Fiscal superior- y desde cualquier otro sitio o entidad han puesto su granito de arena para que esto sea posible, aunque la playa sea obra tuya.

                Y ahora, como siempre, el aplauso. Y ese es, por supuesto, para Héctor y para todas las personas que, como él, no se dejan vencer por los obstáculos, por grandes que sean. Para las personas como él, y como mi padre. Porque durante toda la semana he sentido que éramos tres.

2 comentarios en “Superación: Bienvenido, Héctor

  1. Un encuentro que se tenía que producir si o si (en situaciones como esta creo que la casualidad no existe) nadie mejor que tu y seguramente nadie mejor que el, para intercambiar valores, para fomentar valores, para transmitir VALORES.

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