Violencia: la intangible


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Si echamos un vistazo a la historia del cine, pocas películas se salvarían del filtro de la violencia. En mayor o  menor grado, casi todas tienen su parte. Como la vida misma, por otro lado. En algunas, como Reservoir Dogs, Django desencadenado o cualquiera de Tarantino, la propia violencia es una de las protagonistas de la obra, como en otras como las de la saga de Viernes 13 , La matanza de Texas y muchas más. E incluso aunque vengan disfrazadas de muñeco, como Chucky y sus secuelas, o de payaso, como Joker. Es imposible concebir el cine, como la vida,  sin violencia. Ojala algún día la vida fuera de otro modo.

  También en nuestro teatro la violencia es uno de los habitantes, visibles o invisibles, más presentes. La violencia aparece regulada en muchas partes del Derecho, especialmente el Derecho Penal. Así, la presencia de violencia convierte un hurto en un robo o un abuso sexual en una violación, puede convertir en delito un hecho impune , como la realización arbitrario del propio derecho –cobrarse una deuda por cauces extralegales- o puede agravar un delito ya cometido, como ocurre en el allanamiento de morada. Y, además, su presencia o ausencia y, sobre todo, cómo se interprete, puede marcar la frontera del tipo legal donde se incardinan unas hechos, como acabamos de ver  en el caso de la sedición, la rebelión o la mera desobediencia.

Todo el mundo sabe, o cree saber, qué es la violencia. Pero a la hora de aplicarla al Derecho la cosa se complica, hasta el punto de que muchos juristas no se ponen de acuerdo entre sí. No hay más que leer todo los que se escribió acerca del asunto de La Manada –ahí entraba en juego, además, la prima hermana de la violencia, la intimidación- para darse cuenta que es un concepto de todo menos sencillo. Solo a modo de resumen, recordaré que en ese asunto y con unos mismos hechos, hubo jueces que consideraron que el hecho era impune –voto articular de la primera sentencia-, otros que consideraron que no existía violencia ni intimidación –primera y segunda sentencias salvo votos particulares- y quien entendió, finalmente, que sí existía la violencia o intimidación que convierte el mero abuso sexual en violación, como hizo el Tribunal Supremo y el voto particular de la segunda sentencia. Así pues, como muestra un botón, y, para un mismo asunto, todo un abanico de interpretaciones, desde el todo a la nada.

Otro de los delitos donde la violencia –o en su caso la fuerza- tienen una intervención fundamental es el robo. Aunque en la vida común y destogada tildemos de “ladrones” a cualquiera que se haga con lo que no es suyo, incluidos los corruptos, en el Código Penal solo es robo el apoderamiento de bienes muebles ajenos con fuerza en las cosas o violencia o intimidación en las personas. Lo demás, por mal que nos parezca, se quedará el delito de hurto –o de estafa, o de cohecho, o el que sea- que tendrá, por tanto, una pena inferior, sin perjuicio, por supuesto, de las agravantes que concurran, si es que hay.

Cuando hablo de esto siempre me viene a la cabeza algo que oí hace mucho tiempo en un programa de televisión, en el que el público intervenía haciendo cuñadismo del más auténtico aun antes de ponerse de moda. En tal programa salía una madre indignada porque a su hijo le habían condenado a muchos años de prisión por “robar solo un neumático”, mientras que, según decía, las estafas inmobiliarias dejaban a la gente sin casa y sus autores ni siquiera pisaban la cárcel. Pues bien, más allá de que la estafa de la que hablaba estuviera más o menos penada –algo que no puedo saber al no conocer el caso- , “olvidaba” la señora contarnos que el angelito de su hijo para hacerse con esos neumáticos cogió al propietario del cuello y se lo rebanó con una navaja, y no le mató de milagro. Y claro, visto así, las cosas cambian. La violencia empleada contra el propietario convierte el hurto en robo, además del delito de tentativa de homicidio o de lesiones. Los neumáticos, al fin y al cabo, eran lo de menos.

Algo que hay que dejar claro es que, a diferencia de la acepción común, la acepción jurídica de violencia hace referencia a la que se ejerce de una persona a otra, no sobre las cosas, que recibe el nombre de “fuerza” –que tampoco responde a la acepción común-. Según la RAE, violencia es «la acción o efecto de violentar o violentarse» o «acción violenta o contra el modo natural de proceder». Aunque esto, que parece tan claro, de repente se desdibuja, porque los juristas somos especiales. Así, existe el término “vis in re” que se confunde al traducirse como violencia sobre las cosas, o en otros casos, incurrimos directamente en contradicción, al hablar, por ejemplo, de Juzgados de Violencia sobre la mujer e incluir entre los delitos de su competencia algunos que no incluyen violencia en si mismos como las amenazas, la vejación injusta o las injurias.

Para acabarlo de arreglar, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, nuestra viejecita achacosa, habla de muertes “violentas o sospechosas de criminalidad” en el sentido de entender como violenta toda muerte que no sea natural. Entraría dentro entonces, por poner un ejemplo, un suicidio por sobredosis de somníferos, que de violento per se no tiene nada

Para acabar sin dejar demasiado mal sabor de boca, aludiré a un chascarrillo que oí hace tiempo y todavía me hace gracia. Contaban que un testigo se refirió al hecho que había presenciado como una muerte natural, aunque en realidad era un asesinato con arma blanca. Preguntado para que se explicase, manifestó con toda naturalidad que claro que era muerte natural, «nada más natural que una persona se muera si le clavan 20 puñaladas». Y, visto así, tenía razón el hombre.

Así que la próxima vez que vayamos a opinar sobre la existencia o no de violencia, pensémoslo antes. Es un concepto complejo, en el que ni siquiera hay acuerdo entre juristas en muchos casos. No caigamos en la todología de sofá.

Por todo ello, hoy el aplauso es para quienes aplican el Derecho haciendo funambulismo jurídico para interpretar las leyes y hacer justicia, que no siempre es lo mismo, aunque debe serlo.

Y no me olvido de la ovación extra de hoy, dedicada, una vez más, al alumnado de mi amiga Alicia que con sus dibujos para una exposición que nunca se expusieron, me han regalado una galería de imágenes impagables, como la de hoy, que nos muestra de un modo delicioso una propuesta para solucionar la violencia en la mundo. Ahí es nada. Mil gracias

 

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