Chascarrillos: chistes con toga


CHISTE

Qué importante es poner un poco de humor a la vida. Y más en los tiempos que corren, en los que a veces parece el único antibiótico que cura la desazón o al menos ayuda a sobrellevarla.

Bien sabe el mundo del espectáculo de esa importancia. Tanto, que la comedia, en sus diversas modalidades, es uno de los más aplaudidos, y de los más buscados. Porque pasar un buen rato no tiene precio. Y la sonrisa, sea La sonrisa de Mona Lisa, o las de Sonrisas y lágrimas, como cualquier otra, siempre se agradece. Y hasta la carcajada. No te rías, que es peor, como decía aquel viejo programa de televisión.

Y nuestro teatro, cómo no, también emplea el humor para trivializar tantas miserias. Son muchos los chistes y no menos las anécdotas, a las que ya hemos dedicado más de un estreno. Pero no me he resistido a  recopilar algunos chistes, anécdotas y chascarrillos toguitaconados que me han cedido algunos compis generosos.

Y hablando de chistes, es inevitable aludir a aquel que más odiamos los fiscales, el de que nos llaman los inmortales porque no podemos pasar a a mejor vida. Un chiste que, visto lo visto, ha quedado más que obsoleto, cosa de la que no sé si alegrarme o lamentar. Tendré que pensarlo.

Así que voy a eugeniear un poco, y como la toga es tan negra como el atuendo que vestía, puedo empezar diciendo lo de “¿saben aquel que diu..?” de un hombre que decía a su esposa “Pepa, me ha dicho el juez que o 1000 euros o al talego”, respondiendo ella, cómo no “Pepe, tú no seas tonto y trinca los 1000 euros”. Y dice la leyenda que ese mismo Pepe, cuando el fiscal le dijo que le hablara de usted, le dijo muy serio “¿Y qué quiere que le cuente de mí?”

Aunque la realidad siempre supera la ficción. Por eso, hoy en día, pocos chistes hay que nos hagan soltar mayores carcajadas que la afirmación de que los funcionarios van a recuperar el poder adquisitivo perdido en los últimos diez años, que van a triplicar las plantillas de jueces y fiscales y, casi la más graciosa, que nos van a atribuir a los fiscales la instrucción, un chascarrillo que llevó oyendo no desde antes de ponerme la toga, sino casi desde antes de subirme a lo tacones por vez primera.

Y para realidades hilarantes, unas cuantas recopiladas entre mis compañeros y compañeras fiscales, aunque valen para cualquier habitante de Toguilandia. Una de ellas cuenta que en un atestado se hacía constar que el testigo, por no saber firmar, estampaba sus huellas genitales. Ni imaginarme quiero la escena, ni la cantidad de tinta que requerirían. Pero no es el único caso, no vayamos a creer. ¿O alguien no ha dejado volar su imaginación al leer eso de “el juez firmará con las partes”?.

El lenguaje y el uso del mismo también proporcionan un buen filón. Decir de alguien que es multiorgásmico (por politoxicómano), llamar al ecotoxicólogo “ecotoxicómano” –el pobre se ha quedado con ese nombre para los restos-, hacer heces por la carretera –y no se refería a un caballo- , o el auto de alojamiento o auto de escarmiento para referirse al alejamiento, son varias de las cosas que vemos de vez en cuando. Pero si algún palabro se lleva la palma, ése es el habeas corpus, que ha sido solicitado como corpus cristi, via scorpiu porque su prisión sobrepasaba lo que “estimula” la ley, y hasta como un ave scorpio.

   Las respuestas también tienen lo suyo. Cuenta una compañera que un testigo, harto de responder al fiscal, cuando llegó el turno al abogado le dijo que ya se lo había contado todo al cura. Otros hacen bueno eso de que “por la boca muere el juez”, y se condenan solitos. Hubo quien, tras ser absuelto in voce porque no había pruebas de que robara el vehículo, preguntó si se podía llevar el coche. Y recuerdo a un maltratador que ante la pregunta del juez de si pegaba a su mujer, quiso galleguear diciendo “¿y usted no pega a la suya?”. Y hasta quien, a la pregunta de si había bebido, tras enumerar las copas que había trasegado, añadió que tomó de postre tarta al whisky. U otro buen hombre que, preguntado si era experto criador de cerdos, respondió que tanto como eso no, que solo les echaba de comer. Tan servicial como la que, a la pregunta del juez sobre su profesión, dijo “puta, para servirle” y se quedó tan ancha.

Y a veces, son sus propias señorías –o señoritas, o hasta majestad, de todo nos han llamado- quienes hacen cosas que acaban resultando pintorescas. Como el juez que, en una resolución sobre modificación de la capacidad hizo constar que a la pregunta pertinente, el peritado respondió “acertadamente” que pesaba más un kilo de plomo que uno de paja. O una tasación pericial, que al valorar un gato en 2000 pesetas, dio por definitiva  una tasación de 14.000 , resultado de multiplicar por  las 7 vidas del gato. Y, si de animales hablamos, no quiero ni imaginarme la cara de quienes intervinieron en un juicio de medio ambiente con un piloto imputado por la muerte de una abutarda, en que lo esencial fue la autopsia del pajarito.

Así que, como decía, la realidad siempre supera a la ficción. Y por eso hoy el aplauso es para quienes con sus aportaciones me han hecho reir y, si este post tiene el efecto pretendido, han hecho reír a los lectores. Mil gracias. Que una sonrisa vale mucho y cuesta poco.

3 comentarios en “Chascarrillos: chistes con toga

  1. yo estaba presente cuando una imputada declarando en el despacho de una jueza le dijo: majestad le contesto a lo que usted me pregunte. Las risas fueron generalizadas, de la jueza, fiscal y abogados que estábamos allí y hasta de la señora cuando se lo explicó la jueza, con mucha gracia por cierto.

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