#historiasdelibros : Revolución


niño y abuelo

Próxima la celebración del Día del libro, mi toga, mis tacones y yo misma nos queremos unir a ella, con, «Revolución», una pequeña historia sobre la importancia de estos grandes amigos, una de tantas #historiasdelibros. Ojala nunca nos hayamos de convertir en La Ladrona de Libros para acceder a ellos..

Revolución

                  Como cada jueves, llegó puntualmente, sin faltar a nuestra cita. Y como cada jueves, me cercioré de que puertas y ventanas estuvieran bien cerradas, no fuera que nadie entrara. Con aquella vez que casi nos pillan, tuvimos más que de sobra. Aún me entran temblores cuando lo recuerdo.

                  Se sentó a mi lado y se sacó cuidadosamente las dos cápsulas de la boca, con cuidado de que no le rozaran la lengua, según me contaba. Hoy eran una roja y otra verde. Tras guiñarme el ojo, contestó a gritos a su madre que ya se las había tomado.

                  La verdad es que me daba mucha pena, pese a que a sus diez años tenía toda la vida por delante.  Tal vez precisamente por eso. El pobre odiaba los exámenes mucho más de lo que yo los odié nunca, que ya era mucho. Me fue imposible transmitirle cómo eran en mi época, un batería de preguntas y respuestas que escríbiamos con algo para él deconocido llamado bolígrafo. Y me lo imaginaba allí sentado, en silencio, esperando que el profesor leyera los contenidos de su cerebro y dictaminara si estaba preparado para pasar a la siguiente fase. Si cuando yo era niño me hubieran dicho que las evaluaciones del colegio se podían hacer así, estoy seguro que hubiera tenido ganas de que llegara ese momento. Y ahora, sin embargo, no me daba otra cosa más que lástima.

                  La vida era muy diferente en el año 2050. Hacía ya una década que comenzaron a experimentar con los estudios en grageas, que insertaban directamente los conocimientos en el cerebro. Poco a poco, los iban rellenando, y dependía de la capacidad  de almacenar de cada cual que le pasaran a la siguiente fase de enseñanza o no. Ahora se había generalizado, y habían acabado prohibiendo otro sistema de aprendizaje. Y todos parecían felices con ello.

                  Pero él no. Cuando lo veía aburrido un día tras otro sentado en la mesa de la salita, siempre a mi lado, decidí asumir el riesgo y actuar. Y ahora no faltaba un solo jueves a nuestra cita secreta, aunque al día siguiente tuviera que asimilar una doble cantidad de cápsulas con el terrible dolor de cabeza que le causaban las sobredosis. Según decían, era muy peligroso introducir más conocimientos de los previstos para un día.

                  Nos pusimos manos a la obra. Mi nieto era feliz, y juraría que esos eran los únicos ratos en que disfrutaba de verdad. Y yo disfrutaba con él.

                  Nos entretuvimos tanto que casi nos pillan otra vez. Pero reaccioné a tiempo. Una milésima de segundo antes de que mi hija entrara en el salón con mi bandeja de la cena, él había vuelto a su silla ergonómica y yo a la mía, motorizada y computerizada. Agaché mi cabeza sobre el regazo y me apresuré en volver a colocarme la manta de cuadros sobre las piernas. Y hasta dejé caer un hilillo de saliva para rematar la puesta en escena.

  • Qué pena, papá. Con lo revolucionario que tú has sido y que acabes así, todo el día dormido y sin poder moverte ni decir palabra…

              Confieso que me costó mucho no levantarme y abrazarla. Pero si lo hubiera hecho, me hubieran llevado de inmediato a aquel centro donde mandaban a los hombres de mi edad, sin más alimento para el cuerpo y la mente que cápsulas de colores. Mi primo Antonio me dijo que no se estaba mal, pero no le creía, así que seguí sin moverme, como casi siempre.

            Cuando cerró la puerta a mis espaldas, por fin pude sacar mi tesoro de entre los pliegues de mi manta térmica. Un libro. Uno de aquellos pocos que logré rescatar y que mi nieto y yo compartíamos cada jueves en la clandestinidad.

            Al menos, en algo tenía razón mi hija. Era y seguía siendo un revolucionario. ¿O acaso había mayor signo de revolución que un buen libro?

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