Promesas: esperando


Broken Promises

Ha empezado un nuevo año. Y con él, como siempre, se ha abierto la veda de nuevos propósitos para empezarlo. O más bien de viejos propósitos reciclados, porque todo eso de dejar de fumar, apuntarse –o mejor dicho, ir- al gimnasio, hacer régimen, aprender idiomas y demás, no son más que un remake de cada año que empieza. En el teatro y en la vida. Como ocurre con otras cosas más intangibles, como tomarse las cosas con más calma, aprender a decir que no y cosas parecidas. Algo que nos prometemos todos los inicios de año y que al final quedan como Promesas Incumplidas.

A buen seguro que el teatro tiene su propio elenco de buenos propósitos, propios y ajenos. Propósitos que se mezclan y confunden con deseos, pero que acaban siendo el augurio de estrenar la mejor obra del mundo o tener el papel de su vida. Y, de parte de quienes deben hacerlo, esa promesa tantas veces aplazada de fomentar la cultura y el arte. Que siempre quedan en agua de borrajas, o casi. Es lo que hay. La cultura no se cuida siempre como se debiera.

Pero, como sabemos bien en nuestro escenario, no es la cultura la única que padece esas promesas que nunca se cumplen. En nuestro teatro tenemos en eso un máster. ¿Dónde quedaron las promesas dadas una vez y otra de creación de plazas, de dotación de medios para la Justicia? En Nada, como el título de aquella vieja película que recreaba la novela del mismo nombre. Aunque no A cambio de nada, que el precio a pagar es evidente. En nuestro esfuerzo y en la desazón del ciudadano, que se queda Esperando a Godot en versión jurídica

En esos momentos me acuerdo especialmente de los opositores. Siempre esperando que este año será el bueno, que por fin empezarán a hacer convocatorias de verdad y no de la Señorita Pepis. Que habrá un número de plazas suficiente para no imaginarse entrando con el cuchillo en los dientes para conseguir aprobar, como si fueran Rambo y no sintieran las piernas Pero otra vez va a ser que no. Que si quieres arroz, Catalina. Para jueces y fiscales, otra vez lo mismo. Y en la misma proporción, por cierto, qué no sé cómo prevén dar la instrucción a los fiscales y siguen convocando más plazas de jueces que de fiscales, aun cuando el ministro llegara a decir “que no descartaba” reconvertirlos. Aunque vaya a saber usted qué quería decir con eso. Me falta la piedra Ministreta para traducir esos jeroglíficos. Y, aunque no lo he comprobado personalmente, seguro que en las demás oposiciones pasa lo mismo. La vida sigue igual.

Pero es que a veces vivimos Vidas Paralelas. Por un lado, la realidad que nos cuentan. Por otro, la que sufrimos a diario. Solo así se entienden todas esas rimbombantes afirmaciones sobre expediente digital, papel 0, modernización y demás gaitas, y seguimos teniendo más papel que nunca. Con sus tomos, sus grapas y hasta sus cuerdas flojas, como está mandado. Y hasta con sus papelitos rosas que acreditan que ha llegado la notificación o no. Que estamos que lo tiramos, oiga. Eso sí, mientras, en una galaxia muy lejana, nos venden que el ciudadano podrá comprobar el estado de su procedimiento por Internet. Imagino al ciudadano en cuestión alborozado por saber que su juicio no se celebrará hasta dentro de un año o dos, con suerte, porque los juzgados siguen exactamente igual de atascados. Un gran avance eso de ahorrarse llamar a su abogado, que le podría haber dado esa información –en el caso de que se la hayan proporcionado, claro- Ahora solo falta que habiliten un número de teléfono para mandar sms nominando juzgados para ver a quién expulsan o salvan de la casa del Gran Hermano Judicial. Acabáramos. Su asunto está muy retrrasado pero nosotros se lo contamos. Por si acaso le quedaba alguna esperanza.

Y luego están las grandes promesas. Una de ellas, la de acabar con las tasas judiciales. Que por más que dijeron, ahí siguen para Pymes y ONG,s y, visto lo visto, dan ganas de decir eso de “Virgencita, que me quede como estoy”. Que con la excusa de que se pierde dinero, esta vez va a ser que tampoco las quitan. Una argumentación digna de alguien con de Una Mente Maravillosa. Y ahí seguimos, compuestos y con tasas.

Y hay más. Eso de que instruyamos los fiscales, que no voy a entrar en el fondo, pero tal cómo parece que quieren hacerlo, nuevamente imploro a la virgencita del inmovilismo. Aun cuando yo esté en teoría a favor de la instrucción del fiscal, como se hace en la mayoría de países, alguien me explica cómo, sin cambiar leyes ni medios. Aunque yo no sea Einstein –soy muy de letras- si tenemos diez huevos y los cambiamos de cesta ¿no seguirán siendo diez huevos? ¿podremos hacer por eso más tortillas?. Aunque, como soy de letras, igual me equivoco.

Así que hoy no hay aplauso. Me lo guardo para cuando cumplan en condiciones algo de lo que han prometido. Que ya es hora

6 comentarios en “Promesas: esperando

  1. Está claro que no hay voluntad política. Si el latrocinio cuesta tanto dinero a las arcas públicas ¿por qué no dotan a Justicia con similares recursos a los que tiene su hermana rica de la Agencia Tributaria?

    Me gusta

  2. Hola Susana!! Acabo de descubrir tu blog. Me han gustado muy mucho los dos últimos artículos que colgaste. Espero que nos veamos en alguna celebración de la promoción este año. Un besote muy fuerte. Antonio Romero. Córdoba.

    Me gusta

Deja un comentario