Publicidad:¿Invisibles?


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En el mundo del artisteo, nadie sería nadie sin publicidad. Ya puede uno tener un talento que no le quepa en el cuerpo y estrenar una obra que deje al mismísimo Shakespeare como un aprendiz, que si no la promocionan, no se comerá una rosca. Y esto es así desde que el mundo es mundo, que mucho antes de la tele, los anuncios o Internet, existían los carteles anunciadores y los programas de bolsillo.

Pero ahora nadie concibe la publicidad sin los spots. Y si tiene un slogan que nos deje pillados, ahí se queda en nuestro disco duro para siempre, formando parte de nuestros recuerdos. ¿Acaso no sabemos todos quién es el negrito del Africa tropical, las Burbujas Freixenet, la chica nueva en la oficina o el que vuelve a casa por Navidad? ¿No recordamos a aquel soso de Manuel Luque, director general de Camp, que nos decía que buscáramos, comparáramos y si encontrábamos algo mejor lo compráramos, a las muñecas de Famosa rumbo al portal? ¿O a la petarda que viene del futuro sin otra ocurrencia que traer un frasco de Lejía, o al plasta del mayordomo de Don Algodón, todo el día controlando si estaba todo limpio como si fuera una suegra de las peores? ¿No hemos empleado nunca eso de “porque yo lo valgo” o “a mi me daban dos”? ¿No recordamos lo de la cartera y los donuts, el chup chup avecrem, el calvo de la lotería o su encantador heredero Justino? ¿No hemos dicho nunca lo de “yo te doy cremita, tú me das cremita” o lo de “tengo gambas, tengo chopitos” o eso de «no pesan los años, pesan los kilos»? ¿Y no recordamos a aquel pobre chico que quedó estigmatizado porque desde pequeño llevaba en su interior Abanderado y todo el mundo lo sabe? ¿O a la pobre de la incontinencia o las hemorroides, que no sé cómo puede salir a la calle con esa cruz? Pues eso. Los ejemplo son miles. Pero en ni uno solo de ellos sale la justicia aunque solo sea de perfil. Como si no fuéramos parte del universo mundo. Como si estuviéramos por encima del bien y del mal y no pudiéramos bajarnos de los tacones y la toga para lavar, usar champú, ponernos colonia o brindar con cava. No con Soberano, que era cosa de hombres, faltaría más. En todo caso con la chispa de la vida.

Que nosotros no nos anunciemos tiene una causa. Por algún motivo desconocido, nunca estuvo bien visto que se hiciera, restringiéndolo incluso las leyes en una época. Pero es que ni siquiera la publicidad institucional nos ha considerado dignos de su atención, y bien que se esforzaron en aquello de “Hacienda somos todos” pero a nadie se lo ocurrió una campaña de lustre de la Justicia, tipo “la Justicia es de todos”. Y así nos va.

Cuando yo andaba metiéndome en la toga por vez primera, entonces sin puñetas –aunque sí puñetera- y ya con mis tacones bien calzados, propuse medio en broma medio en serio en Junta de Fiscales que buscáramos un patrocinador. Puesto que no teníamos no ya ordenadores, sino ni siquiera bolígrafos ni mesa propia –recuerdo escribir a la vuelta de los papeles en sucio, y poner el “visto” a mano porque no había cuños-, dije que si no nos financiaba el Estado que lo hiciera otro. Y ya me veía yo con mi flamante toga con un logo en la espalda que dijera “Beba Coca Cola” y cambiando el escudo de Fiscal por el de Adidas. Sponsors de postin, vaya. Que no va a ser una pobre hasta para pedir. Pero no hubo forma. Ni que decir tiene que me miraron como si me hubiera salido un cuerno rosa en mitad de la frente. Y a puntito debí estar, sin siquiera saberlo, de que me llevaran directita al compañero que llevaba Incapaces –hoy Personas con discapacidad- o, sin más ambages, rumbo al Frenopático. Pero no llegó la sangre al río, y aquí sigo, al pie del cañón y casi con las mismas carencias de entonces.

La verdad es que hoy ya se va viendo algún anuncio de abogados y servicios jurídicos. Pero más bien entre feos y horribles –perdónenme los anunciantes-. Me es difícil imaginar a nadie acudiendo presto a un abogado porque el spot le haya dejado enamorado. Y es que el cliché sigue siendo el mismo. Señores aburridos hablando de cosas aburridas en un entorno aburrido. Lo menos atractivo que se pueda imaginar. Pero en realidad, no es otra cosa que la trasposición de la imagen que tenemos para el ciudadano: lejanos y tirando a plúmbeos. Es lo que hay.

Y no digo yo que debíeramos andar bailando la Konga para ser populares. Pero no estaría mal una lavada de cara. Y un slogan amable, y hasta un jingle, si me apuran. Ya sé que insistirán en que tener un juicio no es nada divertido, pero menos aún lo es hacer la declaración del IRPF y bien que sacan en anuncios a personas sonrientes poniendo sus crucecitas como si les hubiera tocado la lotería, aunque todos sepamos que eso de pagar impuestos es tan grato como que nos arranquen las uñas con hierros candentes. ¿O no?

Así que hoy no hay aplauso. Que como dicen en la tele, no será ahora. Será después de la publicidad. Si llega

 

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