SUSTITUTOS: EN BUSCA DE LA OPORTUNIDAD PERDIDA


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         Cualquier director teatral lo sabe: no puede haber un buen espectáculo sin que haya sustitutos para los protagonistas. Y nuestra función no podía ser menos. Los actores y las actrices somos humanos, y enfermamos, nos embarazamos, tenemos accidentes y hasta, créase o no, permisos y vacaciones. Y mientras, como dice la canción, el show debe continuar. Por eso necesitamos nuestros suplentes. Un clásico necesario, veáse si no “Eva al desnudo”. Aunque desde las alturas parece que no lo entiendan demasiado últimamente.

             Los sustitutos, o suplentes, son imprescindibles. Que nos lo digan si no a quienes estamos haciendo malabares para paliar su falta. Otra cosa es la cantidad prevista, la calidad de sus interpretaciones o el casting por el que han de pasar para lograra ese puesto y los requisitos que les pidan. Muchas veces se les critica por ello, olvidando que ellos no tienen la culpa de cómo y a quién eligen, y para qué papel. Ellos sólo se pliegan a lo que les piden, y se presentan a la prueba con la mejor de las intenciones. Pero claro, la elección no depende de ellos, ni de nosotros, y a veces los criterios son más que discutibles. Igual que a nadie se le ocurriría escoger para interpretar “El Cisne negro” a alguien con obesidad mórbida y que no hubiera calzado unas zapatillas de ballet en su vida sólo porque hubiera hecho un excelente “Enrique VIII”, no parece acertado elegir para suplir a un Juez de Instrucción o a un Fiscal a alguien cuyo mérito fundamental sea un doctorado en Derecho Romano o en Filosofía del Derecho si jamás pisó un juzgado y no se dedica al Derecho penal. Y esto, que parece una obviedad, no es tan obvio para nuestros directores de casting. Y por ahí muchas veces van las críticas.

                Otra de las razones por las que a veces les llueven palos es la asignación de plazas. Y es en cierto modo lógico, al menos desde determinados sectores. Es comprensible que a un opositor que se está dejando la vida y las pestañas entre libros y apuntes se le abran las carnes de pensar que no le crean más plazas porque las están cubriendo sustitutos. Craso error. Cada uno tiene su papel en la función. Los opositores aspiran a lograr un papel principal y definitivo, los sustitutos a suplir a cualquiera de los protagonistas mientras éste no puede representar su papel. Cada uno con su casting, aunque hay algunos que, como buenos artistas, se presentan a ambos. Si por parte de la suprema dirección de nuestro teatro se confunden ambas funciones, suya es la culpa, y no de los aspirantes. Y suya será la responsabilidad de que la obra resulte un fracaso. Como pasa más veces de lo que quisiéramos.

         Pero en realidad, lo que diferencia a un juez, fiscal o secretario sustituto de uno titular es precisamente eso, aunque resulte una perogrullada: que uno es titular y el otro sustituto. Que el primero ganó con una oposición unos derechos laborales, como la inamovilidad y un sueldo fijo, del que el otro carece, y un cargo que le pertenece por derecho propio y no por la imposibilidad de ejercerlo de nadie. Por lo demás, tan profesionales –o no- somos unos como otros, por más que alguien subvierta el lenguaje poniendo el acento en una falsa distinción entre profesionales y no profesionales. Recuerdo la frase de un compañero, que fue sustituto antes que titular, y que afirma que tan profesional era antes como ahora, por más que ahora viva más tranquilo.

               La verdad es que no sé si soy una privilegiada, pero he conocido a excelentes profesionales entre los sustitutos a lo largo de mis años como fiscal. Aunque también los he conocido no tan excelentes, que no todo el monte es orégano. Y a la cabeza de mi particular ranking de jueces, pondría a una juez titular y a otra sustituta con la que compartí juzgado. Ese es mi top ten, y no me duelen prendas de decirlo. Como no le deberían doler a nadie.

           Por todo esto, me indigna que se los hayan quitado de encima con una patada en el trasero. Y que, de paso, nos hayan dado otra en las narices a los titulares con la milonga de que hemos de sustituirnos entre nosotros, a cambio de una limosna, si nos llega. Porque también hay quien se ha empeñado en decir que vamos a hacernos millonarios a costa de esto, cuando la cosa no es tal. Que se pregunten si no por qué en grandes fiscalías como Madrid o Valencia nadie se ha presentado voluntario a hacer sustituciones. Salvo que piensen, claro, que somos tan espirituales que no queremos hacernos millonarios. Igual por eso nos congelan el sueldo y nos mangonean la paga extra en cuanto hay ocasión.

          Así que, lo dicho. No hay buena función sin buenos suplentes, sin alguien preparado para hacer el papel de quien enfermó, tuvo un hijo o marchó de merecidas vacaciones. Y es al director de casting a quien compete hacer una buena elección. Y saber que, por bueno que sea, un mismo actor no podrá hacer de Romeo y de Julieta a la vez.

14 comentarios en “SUSTITUTOS: EN BUSCA DE LA OPORTUNIDAD PERDIDA

  1. El problema ha llegado cuando los sustitutos han pedido un sistema «ad hoc» de acceso a la Carrera para ellos. Si no hubiese sido por esta reivindicación, nadie echaría nada en cara a los sustitutos.

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